El sábado por la tarde salgo a correr con Elliot. Es la tercera vez que lo hacemos en las últimas dos semanas y ya siento que no puedo más. Él trata de animarme y me recuerda nuestra apuesta, pero verlo tan enérgico después de haber corrido una hora mientras yo tengo que agarrarme a las farolas para no desmayarme me da ganas de tirarlo al río.
-Poco a poco irás consiguiendo más resistencia.-me dice cuando nos sentamos en un banco. Bebe de su batido y me mira. Los rayos del sol comienzan a filtrarse por mi cuerpo y tengo la sensación de estar sudando litros y litros de sudor.
-Me da igual la resistencia.-respondo jadeante. Le robo el batido y tras un trago, añado:- Solo quiero volver a sentir las piernas.
Sonríe y me pone una mano en la cabeza.
-Tranquila, algún día conseguirás ser como yo.-contesta fingiendo superioridad. Yo pongo los ojos en blanco.
-¿Pesada y repelente? No, gracias, prefiero ser como soy.
Elliot me da un golpe en el hombro a modo de reproche y yo sonrío.
Nos quedamos en silencio durante un rato. Observo lo que nos rodea, y un par de chicos que parecen estar discutiendo a lo lejos captan mi atención. No alcanzo a escuchar lo que dicen, pero uno de ellos hace aspavientos con los brazos mientras dice algo con el rostro enfadado. El otro chico se limita a mirarlo con semblante triste. Puedo ver como sus labios dicen un <<lo siento>>.
-¿Los conoces?-pregunta Elliot a mi lado.
-Creo que a uno de ellos lo vi el otro día en la cafetería.-digo refiriéndome al chico que, si no recuerdo mal, estaba el jueves sentado en la mesa de Asier a la hora del recreo.
Elliot vuelve a quedarse en silencio y me mira durante unos segundos. Sé perfectamente lo que ronda en su cabeza.
-Hoy...-comienza a decir. Se pasa la mano por el pelo y me mira a los ojos.-Hoy se cumplen ocho años, ¿no?
Siento un nudo en la garganta que me impide hablar. Giro la cabeza y vuelvo a mirar a la pareja de chicos que hay a lo lejos, pero asiento a modo de respuesta. Elliot pone su mano sobre la mía.
-¿Quieres que vaya contigo?-pregunta en un tono de voz calmado. Yo niego con la cabeza.
-Iré con Nick cuando vuelva de trabajar.-me giro para mirarlo.-Pero gracias.
Elliot asiente y sonríe a modo de respuesta. Nos quedamos un rato sentados en el banco hablando de cosas sin importancia. Los dos chicos que discutían se acaban dando un beso y se van juntos. Llegamos a la conclusión de que han tenido una crisis de pareja, pero está claro que no han tardado mucho en solucionarlo.
Finalmente Elliot y yo volvemos a ponernos en marcha y media hora después se despide de mí en la puerta de casa. Me recuerda que puedo llamarlo si necesito algo y que puede ir a casa en cualquier momento. Yo se lo agradezco, pero le digo que estaré bien. Me abraza durante unos segundos y tras darme un beso en la mejilla, se marcha.
Cuando abro la puerta, la casa se encuentra en absoluto silencio. El reloj del salón marca las 19:32, por lo que Nick debe estar a punto de llegar. Subo las escaleras y entro a mi habitación. Abro el armario y cojo unos vaqueros y una camiseta negra. Me voy directa al baño, y cuando estoy a punto de cerrar la puerta escucho el sonido de mi móvil. Voy a la habitación y se me para el corazón cuando veo quién me está llamando.
-Hola.-digo nerviosa tras contestar la llamada.
-Hola, cariño. ¿Cómo estás?
-Bien.-me limito a responder.
-Me alegro. Sé que hoy es un día complicado.-no respondo, y tras unos segundos de silencio, continúa:-¿Habéis ido ya Nick y tú?
-No, iremos en un rato.-pienso en preguntar <<¿y tú? ¿has ido ya?>> pero sé perfectamente cuál es la respuesta.-Oye, tengo que ducharme, ¿podemos hablar en otro momento?
-Claro, hablaremos en otro momento.-responde.-Cuídate. Y dale un beso a Nick de mi parte, ¿vale?
-Lo haré. Adiós, mamá.
-Adiós, cariño.
En cuanto cuelgo, los ojos se me llenan de lágrimas. Dejo el móvil sobre la cama y me voy directa a la ducha.
Media hora después Nick y yo salimos de casa. Nos montamos en el coche y a mitad de camino paramos en una floristería. Compramos un ramo de lirios blanco y continuamos el viaje. Ninguno de los dos dice nada durante el trayecto. Es doloroso cómo este día nos cambia tanto a los dos. Siempre estamos bromeando, haciendo tonterías, pero cuando llega este día, somos incapaces de decir nada. Supongo que los dos tenemos miedo a no encontrar las palabras adecuadas.
Quince minutos después llegamos al cementerio. Nick me coge de la mano y yo tengo que reprimir las ganas de llorar. El corazón se me acelera conforme nos vamos acercando a la tumba y siento que me voy a desmayar en cualquier momento. Cuando nos paramos frente a ella, todo lo demás parece desaparecer. Solo quedamos Nick, la tumba de papá y yo. En ella se puede leer el nombre de Harry Steven Anderson, y una foto de mi padre el día de su boda. Noto cómo Nick se tensa a mi lado y puedo ver cómo se está esforzando por no llorar. Le rodeo el torso con los brazos y apoyo la cabeza en su pecho. Tarda unos segundos en reaccionar, pero finalmente me abraza. Me da un beso en la cabeza y apoya su barbilla en ella. Nos quedamos así durante un rato largo: abrazados mientras miramos la tumba de papá.
-No me puedo creer que después de tantos años haya alguien que siga trayéndole flores.-digo cuando nos separamos, refiriéndome al ramo de rosas rojas que hay sobre la tumba. Nick y yo siempre hemos venido a visitarla el día del cumpleaños de papá y en los aniversarios de su muerte, y siempre encontramos un ramo de flores en estos últimos. Sabemos que las traen ese día por cómo están, pero nunca hemos sabido quién lo hace. Mamá no ha venido en los últimos años, por lo que queda descartada; mi abuelo murió cuando era pequeña y mi abuela lo hizo un par de años después de papá; y la única tía que tenemos vive en otra ciudad y lleva años sin venir. Sea quien sea, papá tuvo que ser importante para él o ella, porque no sigues visitando la tumba de una persona durante ocho años si no ha sido verdaderamente importante para ti.
-¿Crees que algún día nos enteraremos de quién es?-pregunta Nick dejando nuestro ramo y cogiendo el otro. Lo observa durante unos segundos y vuelve a depositarlo en su sitio.
-Si no lo hemos descubierto ya, no creo que lo hagamos nunca.-respondo.
Nos volvemos a quedar en silencio durante un rato. Imágenes de papá antes de su muerte empiezan a aparecer en mi cabeza, y no puedo pensar en otra cosa que en que ojalá siguiera aquí. Ojalá las cosas no hubieran sido como fueron.
-¿Crees que nos observa?-pregunto con un nudo en la garganta. Nick me mira sin entender.-Es decir, ¿crees que papá nos ve? Su espíritu o algo, ¿crees que sabe cómo estamos? ¿Lo que hacemos?
Nick me pone una mano en el hombro y mira fijamente a la tumba.
-Yo creo que sí.-contesta.-Creo que está muy orgulloso de nosotros.
No respondo y Nick tampoco vuelve a decir nada. Pasamos un tiempo allí, en silencio, observando, hasta que decidimos que es hora de marcharnos. Me voy del cementerio con la sensación de que las cosas están a punto de cambiar.
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La distancia entre tú y yo
Teen FictionLa vuelta a la rutina siempre es complicada, sobretodo si tienes que dejar el verano atrás para entrar en el último curso de instituto. Para Leila Anderson, este año es decisivo: comienza su lucha para sacar las mejores notas y poder acceder a la un...