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Remus acababa de llegar a su nuevo piso en una ciudad desconocida, en un país en el que apenas había estado un par de veces de vacaciones en Benidorm, y encima sería compartido y la verdad, la idea de compartir piso le tenía realmente atemorizado. No sabía muy bien quiénes serían sus compañeros, lo único que sabía era que eran otros tres chicos de más o menos su edad, y por lo que parecía fue el primero en llegar, así que lo lógico era que ya que llegó el primero fuese el primero en elegir su habitación. No negaría que tenía un miedo algo irracional a que esto enturbiara la relación con sus compañeros pero había una habitación en frente del baño y parecía que ahí daba el Sol, no era exactamente pequeña, pero tampoco era enorme ya que le agobiaban los sitios muy amplios, y mirando las vistas (era increíble asomarse a la ventana y ver la Magistral) tampoco es que necesitara mucho más para decidir que esa sería la suya. Estaba deshaciendo la maleta cuando escuchó la puerta abrirse y escuchó a unos chicos hablando (por no decir gritando, lo cual podía afirmar que no le hacía ninguna gracia) animadamente. Por el acento pudo ver que eran de Inglaterra, y siendo honestos, no le gustaban mucho los ingleses que gritan, así que esperaba que fuese un poco por la euforia del momento de viajar a un país extranjero, el erasmus, y todos esos rollos. Pensó en que se presentaría en castellano porque si había llegado hasta allí era para hablarlo todo lo que pudiese porque le daba un poco de vergüenza y pensaba que su acento era horrible, pero siguió ordenando su habitación, ya habría tiempo para presentaciones más tarde ("que ojalá no tener que hacerlo", pensó.) Estaba nervioso porque no le gustaba mucho conocer a gente nueva ("A ver, con Lily tengo suficiente") pero sabía que era inevitable, se puso los cascos y puso la música suave porque era lo que hacía siempre que la ansiedad llamaba a su puerta para relajarse, axolotes mexicanos, le gustaba lo que estaba sonando porque era alegre y triste y cantaba la canción suavemente mientras guardaba cuidadosamente sus cosas en el armario, ordenando por colores para evitar ponerse nervioso al sacar ropa. En España hacía más calor que en Escocia y sabía que lo iba a lamentar porque no era muy fanático del calor y prácticamente tuvo que renovar su armario entero para este curso, pero había estudiado filología hispánica para algo y siempre había tenido un cariño especial por España porque de adolescente había leído traducciones de poemas de Miguel Hernández que le había robado el corazón por completo y su tía abuela Maritere era de Madrid, de Lavapies concretamente, y ya le había contado algunas cosas sobre la ciudad, así que al menos sentía que tenía algo de control sobre esta aventura.

Estaba colocando sus libros en la estantería de su habitación cuando "¡MIERDA!" la estantería se cayó encima de él dejándole sepultado en libros y madera. Eso hizo que los otros tres chicos fuesen conscientes de que había alguien más en la casa haciéndoles correr hacia su cuarto ("no, no, no por favor")

—¡Eh! ¿Estás bien? Ha sido una buena hostia. —un chico alto y moreno le ayudó a levantarse.

—Sí, solo ha sido un accidente, no me he hecho gran cosa, gracias.

—¿Por qué no saliste a saludar cuando llegamos? —el chico bajo parecía casi ofendido por aquello.

—No sé, supongo que no quise molestar.

Se sonrojó mientras el otro chico, el guapo, seguía riéndose, realmente le parecía muy divertido que pudiera haber muerto enterrado por una estantería con cientos de libros, o eso le parecía a Remus que le fulminó con la mirada.

—Bueno, menos mal que no ha sido nada. Mi nombre es James, por cierto, James Potter, este enano de aquí es Peter y el gilipollas que no deja de reírse es Sirius.

James le tendió la mano que la estrechó tímidamente, igual que Peter, que esperaba su turno para estrecharle la mano. Sirius se acercó secándose las lágrimas de los ojos, todavía jadeando.

Marauders: Erasmus boisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora