Capítulo 1

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La noche cayó en la hermosa ciudad de Chicago. Después de un duro día de trabajo, la gente tenía prisa por salir y disponerse a pasar un buen rato, tal vez a un bar, a un cine, otros más a divertirse en diversos eventos sociales o simplemente a reunirse con sus familias.

Solo una persona no tenía prisa, pues nadie la esperaba en casa: ni familia, ni amigos, de eso estaba muy consciente; de su soledad. Pero sabía que tarde o temprano su situación cambiaria, y estaba segura que algún día su solitaria vida tomaría un rumbo diferente.

La puesta de sol se podía apreciar en la colina de Ponny. Ese era uno de los momentos favoritos de Candy: ese maravilloso espectáculo de la resplandeciente puesta de sol que lucía imponente y brillante sobre la blanca nieve.

-¡Oh, qué belleza
!.- Pensó la chica. No se había sentido tan en paz con ella misma desde hacía mucho tiempo. Específicamente, desde su última visita en el verano pasado. Era finales de otoño, pero el clima se empezaba a sentir realmente invernal.

En todo este tiempo Candy ayudó a la señorita Ponny y a la hermana María, sabía que ellas eran felices cuando las ayudaba a cuidar a los niños, la rubia hasta ahora no tenía ninguna intención de cambiar sus planes, así que permanecerá indefinidamente en su hogar favorito.

Todas las semanas, desde Florida, llegaba una carta de Patty y su abuela Martha para ella, más de una vez la invitaron a visitarlas y así poder pasar tiempo juntas, pero siempre se negó, aún sabiendo que Patty estaba devastada por la muerte de Stear.

Y Candy la entendía perfectamente. Todos lo pasaron mal, pero el ser humano es capaz de reponerse a todas las pérdidas y adversidades, así que pronto tendría que llegarla resignación para los miembros de la familia.

Annie y Archie le escribieron con menos frecuencia, pero ella no los culpó en absoluto; después de todo, pronto celebrarían su fiesta de compromiso y eso absorbía todo su tiempo, atendiendo los preparativos de tan importante evento.

-¡Candy, Candy!.- Los gritos de Jimmy la sacaron de sus pensamientos, él niño iba acompañado de todos los demás niños que corrían a su encuentro.

-¡Hola, querido!... ¿Ya comieron?,- Candy preguntó sonriendo.

- ¡Sí, gracias Candy!, acaba de llegar una carta para ti...decidimos venir a traértela, puede ser algo urgente.- dijeron los niños.

- ¡Oh vaya, muchas gracias!, la leeré y me reuniré con ustedes más tarde, - se despidió de ellos y corrió hacia la colina para leer la carta.

-Probablemente sea del señor Albert, él no me ha escrito durante mucho tiempo. Por fin sabré que ha sido de él.-

La carta, de hecho, como suponía la chica, era de Albert.


"Querida Candy:"


Perdóname por dejar pasar tanto tiempo para responderte. Después de que se llevó a cabo mi presentación en sociedad como el jefe de la familia Andrew, la tía me delegó todas las responsabilidades. George tenía la firme intención de ayudarme en los asuntos de negocios, pero ya sabes, tiene otras ocupaciones como el hombre de confianza de la familia y yo tengo mis reservas en cuanto a dejar los asuntos confidenciales en manos de otros empleados, así que realmente me encuentro saturado.


Candy, espero que estés bien, dime por favor como te ha ido, a la señorita Pony y la hermana María, también a los niños. Me gustaría recordarte, aunque estoy seguro de que lo recuerdas perfectamente bien, que la semana que entra habrá un evento con motivo del compromiso de Annie y Archie.

Por supuesto, serás la invitada de honor y no te preocupes que iré personalmente a recogerte al hogar de Ponny.

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Lamentablemente, me veo obligado a terminar esta carta, ya que ha llegado la hora de ir a una reunión importante. Te deseo lo mejor y...¡Nos vemos la próxima semana!.

Con cariño

Albert

Cuando terminó de leer la carta de su amigo, sintió mucha alegría. Está sumamente complacida de que en una semana lo verá y por consiguiente a sus queridos amigos: Annie, Archie, Patty y su abuela Martha. En su última carta, Patty le confirmó que definitivamente asistirían juntas a la fiesta.

La rubia permaneció un largo rato en la colina, cerca de su amado padre árbol meditando, pensando y observando como el sol finalmente desaparecía en el horizonte..

Neil Legan estaba en la biblioteca de su mansión en Lakewood. El día resultó ser exitoso: negoció de manera rentable las transacciones comerciales con los socios de su padre y por lo tanto, al final del día se dispuso a tomar un merecido descanso.

Recientemente su padre, el señor Henry Leagan sufrió un infarto que lo alejo de sus actividades. Siempre tuvo una salud excelente, así como toda su familia, pero con la edad se hicieron sentir los problemas cardíacos.

En consecuencia, Neil se involucró aún más en los negocios familiares, sabiendo que como el primogénito y principal heredero, algún día tendría que tomar las riendas, el trabajo le dio muchas satisfacciones: inteligentemente escuchó el sabio consejo de su padre y se preparó debidamente.

Después de terminar su carrera de finanzas en la Universidad de Boston, estaba listo para asumir su cargo en las empresas Leagan.


Sin embargo, además de un exitoso día de trabajo, Neil tenía otro motivo de alegría: había escuchado recientemente la conversación entre Annie y Archie cuando visitaba a la tía Elroy, finalmente se llevaría a cabo la fiesta de compromiso: y el definitivamente estaría ahí.


-¡Es maravilloso, finalmente la veré!,- Pensó el joven.

Los pensamientos acerca de élla rondaron en su cabeza todo este tiempo, todavía conservaba el pañuelo de la chica, lo guardó como un único recuerdo de la rubia, ya que nunca pudo apartarla de su mente en todo éste tiempo.

Al principio trató de ahuyentar esos pensamientos que ya rallaban en la obsesión intentando olvidarla y de concentrarse en el trabajo, pero al parecer entendió que todo era inútil. Una y otra vez a una chica de ojos verdes y ensortijado pelo rubio se instaló en su mente y se rindió, se dio cuenta de que estaba total e irremediablemente enamorado.

Eliza intentó durante algún tiempo de disuadirlo, lo conocía perfectamente bien para intuir que él seguía enamorado de esa infame huérfana, se dedicó a presentarle a sus amigas, chicas de su mismo circulo sociedad, que de hecho ellas eran las que le pedían conocer al soltero más codiciado de todo Chicago, pero todos sus intentos para que el moreno se interesara en alguna de ellas, fueron en vano.

-Candy, llegará la hora en que serás mía. ¿Crees que voy a darme por vencido? Entonces todavía no me conoces bien, no importa como sea, no soy de los que se retira o cede. Haré todo lo posible y hasta lo imposible para ganar la batalla por ti.- con estos pensamientos, Neil tomó sus documentos importantes y abandonó la biblioteca.


El cielo sobre París brillaba con una puesta de sol color escarlata y caía una leve escarcha. La ciudad estaba desolada y en total devastación debido a la guerra. Sin embargo, en el Hospital Central de Senna Boulevard todo estaba saturado, ya que cada hora traían soldados heridos, el personal no se daba a vasto con tantos hombres por atender. La Dra. Kelly tenía un alto cargo en el hospital y se encontraba en la recepción cuando su asistente, la enfermera Flammy Hamilton llegó corriendo a buscarla.

-¡Dra. Kelly!, se solicita su presencia en urgencias, ¡trajeron a varios soldados heridos, pero hay uno que necesita ayuda inmediata, al parecer es el más grave, esta inconsciente,–le informó.

- ¡Si, en seguida voy! - La Dra. Kelly agarró su bata y corrió hacia el área de urgencias. Ante ella apareció un joven soldado postrado en la camilla y las heridas que tenía dejaban entrever la gravedad de su estado.

-¡Maldita guerra, cuántas vidas se ha cobrado!,- Pensó angustiada la Dra. Kelly.

La enfermera Flammy, de pie junto a la jefa, miró al joven.

-Tengo la sensación de haberlo visto en alguna parte, pero no recuerdo dónde, su cara se me hace conocida,- pensó la enfermera. -Es un chico muy guapo y siento simpatía por él. - trató desesperadamente de recordar dónde podía haberlo visto antes, pero no tuvo éxito.

- ¡Preparen el quirófano!, – la Dra. Kelly dio la orden inmediatamente.

-Haré hasta lo imposible para salvarte soldado, - y elevó mentalmente una oración a Dios.

Ni ella ni Flammy tenían idea de quién era ese chico y ni siquiera podían imaginar cómo, la aparición de ese soldado desconocido, afectaría sus propias vidas.

Continuará...

Fuego en los corazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora