Ciega

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Se levantó, agotada, no conseguía dormir, por muchas horas que pasase en la cama. Se sentó en el borde y se llevó las manos a la cara, tragó saliva y sintió otra vez aquel nudo en el estómago.

Se puso a llorar, había perdido un ojo, a todo su escuadrón, había perdido a Moblit y había perdido a Erwin.

El dolor apenas la dejaba respirar, Moblit había sido su compañero de fatigas, el que la había soportado en todas sus locuras, su cómplice, su protector y había dado la vida por ella.

Erwin también la había dejado, como Nanaba, como Mike, como toda la gente a la que quería y admiraba.La dejaba con una responsabilidad para la que no se veía capaz, ella no era Erwin, no era un líder, no era nadie. Solo una tuerta idiota que se tenía que esconder para llorar.

Cubrió su cara con un cojín para ahogar un grito frustrado.

Se levantó y se colocó frente al espejo.No tenía valor para aquello tampoco. Nunca había sido vanidosa, pero...no quería verse, no quería afrontar su imagen frente al espejo. La persona que la miraba al otro lado no era ella. Las lágrimas escocían en su herida.

Se llenó de valor, nunca se había considerado guapa, que iba a cambiar ahora. Suspiró, llenando sus pulmones de aire y se quitó las vendas con cuidado.La cicatriz cruzaba su cara, roja, aún sin curar, cegándola. Su ojo antes del color de las avellanas ahora lucia blanco, sin color, inútil.

Volvió a llorar de nuevo, ojalá fuese capaz de hacer otra cosa.

En su escritorio había un parche lo cogió entre sus manos y su vista se posó en el colgante de Comandante. No estaba preparada, no quería.

Se sentó en el suelo abrazada a sus rodillas, con el parche en la mano, estaba cansada de llorar, pero no podía hacer otra cosa. No podía respirar, le dolía el pecho. Estaba aterrada. Su cuerpo no parecía responder y el aire no le llegaba a los pulmones.

Tal vez era mejor así, morir escondida bajo un escritorio, como la cobarde que era.  Era incapaz de moverse, las lágrimas que corrían con sus mejillas le quemaban.  No podía respirar, estaba asustada. Por mucho que intentase tomar aire, nada parecía funcionar.

Temblaba como una hoja entre sollozos hasta que sintió que los brazos de Levi la rodeaban, podía reconocerlo por su calor, por su olor.

— Respira, — acarició con torpeza su cabello, susurrando con los labios pegados en su pelo. — Puedes hacerlo, solo coge aire y respira.

— No puedo, — sollozó agarrando sus brazos, desesperada. — No puedo...

— Eres la mujer más valiente, más inteligente y más capaz que existe, así que no me vengas con chorradas de que no puedes, si alguien puede eres tú. — gruñó molesto, mientras la envolvía con los brazos y la recogía en su pecho.—Levanta el culo del suelo y deja de llorar.

— Eres terrible consolando, — replicó escondiendo la cabeza contra su cuello.

Quería esconderse, desaparecer, no quería que la viese así. ¿ Qué es lo que estaba mal con ella? Nunca había actuado de aquella manera. ¿ Qué demonios pasaba ?

— No te escondas, sigues siendo preciosa, — susurró y cogiendo su cara con ambas manos besó su cicatriz, y no pudo evitar ponerse a llorar de nuevo, Levi chasqueó la lengua y pasó el pulgar por sus lágrimas. — ¿ Tanto te molesta?

No supo que responder, no sabía que era lo que le dolía tanto. Se cubrió la cara con ambas manos y Levi le quitó el parche de entre los dedos.

— Erwin se ha ido... No puedo ser él...—  era incapaz de articular dos palabras seguidas. 

— No tienes que ser él, tienes que ser tú— masculló pasándole el parche por la cabeza y colocándolo con mucho cuidado de no enganchar su pelo, de no hacerla daño. — ¿ Dónde están tus gafas? — preguntó cuando ella volvió a esconderse entre sus brazos.

Señaló hacia su mesilla de noche, Levi se levantó. Hacía años que no se sentía tan débil, ni tan impotente. Quería desaparecer por completo. No podía ser lo que todos esperaban de ella.

Levi volvió a ponerse de cuclillas a su lado, mientras le ponía las gafas.

— Ahora puedes ver las cosas mejor — se sentó junto a ella y le pasó un brazo por el hombro acercándose a ella. — Nadie dice que será fácil, pero tú puedes hacerlo. No hay nadie mejor.

— No sé si podré hacer esto yo sola — murmuró acurrucándose en su regazo.

— Nadie ha dicho que estés sola — recalcó colocando una mano en su nuca, jugando con los mechones de su pelo entre sus dedos.  — ¿Que te haría pensar que no iba estar a tu lado? 

— Levi, no se que haría sin ti —  se abrazó a él, no quería soltarlo, no quería que el desapareciera de su vida, era el ultimo clavo que la agarraba a la realidad. Lo único que  le importaba.

— Seguir adelante, como siempre has hecho — replicó rodeándola con los brazos, apretándola contra él.

— Si, pero por si acaso, no me faltes nunca — insistió, sosteniéndole de manera protectora, no iba a dejarlo escapar.  — Nunca, ni se te ocurra. No te vayas. 

— Lo intentare con todas mis fuerzas.

— Lo se.

Las cosas que no molestanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora