Capitulo I

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Bueno, después de esa introducción toda pedorra, aquí está la historia.

Tomó mis manos acercándolas con gentileza hacia él, provocando que yo también me le acercara.
Estábamos tan cerca que podíamos sentir la respiración del otro.
Mi corazón palpitaba tan frenéticamente que golpeaba contra los muros de mi pecho.
Nuestras caras se juntaban cada vez más, ya se tocaban nuestras narices.
Por fin, al fin sucedería.
Nos íbamos a...

Me desperté sobresaltado.

Otra vez ese sueño.

Miré el reloj que se encontraba sobre mi escritorio. Las 6: 15 am. Me levanté para tomar una ducha, desayunar y arreglarme para ir a la escuela.

Ese sueño. No era la primera vez, la verdad he estado soñando con eso prácticamente desde que ví al nuevo estudiante.

Al comenzar el tercer año en la Triforce Academy, llegó un chico nuevo, Grahim, un demonio. No pude quitarle la vista de encima en todo el día. Con sus ojos negros cual universo, ese blanco cabello como la nieve, tan educado y caballeroso. Se siente en frente de mí y estoy muy feliz por ello.

Por cierto, soy Link y asisto a la Triforce Academy.

Esta es una escuela inclusiva, allí asisten todas las razas de Hyrule. Zoras, goron, ornis, los diminutos kologs, nosotros los hylianos y los demonios.

Estos últimos suelen sufrir de discriminación por parte de algunos estudiantes y bueno, la población en general. Nos es de extrañar, siempre fueron parte de los problemas que azotaban Hyrule, pero ahora han cambiado para mejor... al menos la mayoría.

Claro que en toda sociedad hay problemas y Hyrule no es la excepción. Varios de los robos, secuestros, violaciones e incluso asesinatos han sido cosa de los demonios, tal es la razón de su discriminación.

En fin, eran las 7: 25 am, para cuando salí con rumbo a la escuela.

-

Casi siempre llego tarde, soy un completo dormilón y tengo el sueño pesado, por lo que me esperaba la reacción de Zelda, mi mejor amiga.

-¡Llegas temprano!- dijo con una gran sonrisa al verme entrar al salón de clases. Llevaba su rubio cabello recogido en una coleta, con el uniforme perfectamente arreglado.

Este consistía en una camisa de botones blanca con un saco azul celeste y pantalones del mismo color, para ambos géneros, lo único que se diferenciaba era corbata para los hombres y moño para las mujeres, ambos de color gris.

-Parece que tendremos suerte- le dije, Zelda me volvió a sonreír y reímos por lo bajo. Cada vez que llegaba temprano cosas buenas pasaban, por ejemplo, una vez faltaron todos los maestros por una huelga. Bueno eso no es algo muy bueno. Pero pasaban cosas así.

Lo mejor que me pasó fue cuando nos pusieron a trabajar en parejas para la clase de artes, teníamos que dibujar a nuestro compañero y a mí me había tocado trabajar con Grahim. Creí que me iba a desmayar de la emoción pero logré resistir.

Al final vimos lo que dibujo el otro y vaya que Grahim tenía talento, pues mi cara le salió sorprendente. Y lo mejor de todo logré hablarle, aunque solo le dije que era genial, era poco, pero me siento orgulloso.
Aunque el maestro se quedó con todos los dibujos.

Me preguntaba qué pasaría hoy.

El maestro entró y la clase comenzó al sonar el timbre.
Hoy tocaba química. Honestamente la escuela es muy aburrida (todos saben eso), los maestros repiten demaciado los temas, los vemos una y otra y otra y otra vez. ¡Ya me se todo de memoria!

Como sea, el día transcurrió con bastante normalidad para mi sorpresa. No pasaba nada fuera de lo usual. En el segundo, y último receso, Zelda e Impa me regañaron por no hablarle, más bien declararmele, a Grahim.

Por supuesto, ellas y mi amigo Eitan estaban enterados de lo que sentía por Grahim.

Eitan es un orni de plumaje amarillo, es muy orgulloso, como todos los ornis, pero es muy amable y servicial. No suelo verlo pues casi siempre está de viaje con sus padres por el mundo. Sus padres se dedican a la reventa, razón por la cual hacen tantos viajes. Lo conocí en primer año y es de los poco a los que les hablo.

Impa es una sheikah. La conocimos en el último año de primaria y desde entonces hemos sido los mejores amigos.

Me molesta que me regañen a mí por no declararme considerando que ellas, obviamente, sienten algo la una  por la otra, pero decidí no comentarlo. Al menos aún no.

Solíamos comer en el techo, ahí no suele ir nadie por lo que es el lugar perfecto para reunirnos.

Al final del día caminamos juntos a casa de Zelda, ella tenía un libro que le presté y ahora necesitaba e Impa simplemente nos acompañó.

-Al final no ha pasado nada ¿verdad?- comento Zelda desanimada.

-¿Esperabas algo?- le preguntó Impa con una sonrisa burlona.

-Nada en particular- contestó. Impa puso cara de confundida, yo solo atiné a reírme. Para mí era obvio lo que Zelda esperaba que pasara.

Me despedí de ellas luego de una merienda y que Zelda me devolviera mi libro. Así, me encaminé a mi apartamento.

-

Ya pasaba de las seis cuando estaba a una de cuadra de llegar cuando de repente siento que alguien me toma del brazo y me arroja contra la pared de un callejón.

Miré mi alrededor estaba oscuro por la luz crepuscular pero distinguí a mis atacantes.

Eran dos chicos hylianos y un demonio.

Los primeros parecían los típicos bravucones, mal vestidos, sucios y horrendas caras. Pero el demonio...
Era fácil saber su raza. Piel pálida y ojos rojos, muy común en los demonios. El problema era que media medio metro más que yo, además de ser muy robusto.

Me acorraló contra la pared. Sentía su pestilencia entrar en mis fosas nasales ¿Es que acaso no se bañan?

-Miren que tenemos aquí, un estudiante de la Triforce Academy- dijo burlonamente. Parece que este tipo era el líder, por decirlo de una forma -¿Cuál es tu nombre, niño rubio?

-Link- contesté secamente -y no tengo dinero, así que déjenme en paz- exigí. Ellos sólo se rieron. Diosa, en qué lío me metí, yo solo caminaba tranquilamente.

-Lo siento niño, pero el jefe quiere verte, así que vienes con nosotros- con eso, me tomó del brazo y empezó un jaloneo, ellos intentando llevarme y yo intentando huir.

Me sorprendió mi propia fuerza. No creí que pudiera contra tres tipos, pero al final terminaron ganado.

-¡Ayud-!- intenté gritar pero el más grande tapó mi boca con su grasienta y sudurosa mano. Seguí forcejeando pero de nada servía.

-¿Dónde está el auto?- preguntó uno de los chicos. Solo pude sentir el terror de ser secuestrado aumentar en mi interior. Habían sujetado mis brazos tras mi espalda y cada vez que intentaba algo, me los apretaban causandome dolor.

De repente, el dolor paró y el agarre desapareció.

Para mí sorpresa ví a los tres tipos peleándose con alguien más.

Grahim.

Con un vistazo (Ghiralink, AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora