En el Refugio Seguro:

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- ¿Cómo... cómo es posible que no esté...? – Empezó Newt, yo sabía muy bien lo que quería decir.

- ¿Muerto? Es una larga historia.

- Bueno, tengo bastante tiempo. – Me dijo con una sonrisa en la cara.

Le conté a Newt con todo lujo de detalles lo que había pasado cuando nos separamos. Le conté como Minho nos encontró, como Janson nos persiguió, le conté la muerte de Ethan, que me entristecía cada vez que la recordaba, le conté lo que Eva y Teresa habían descubierto de mi sangre y le conté como murieron. Él me escuchó con mucha atención e interés y sin interrumpirme en ningún momento. Cuando terminé ya había anochecido.

- Vaya... - Parecía que se había quedado sin palabras.

- Sí. Han pasado muchas cosas, pero ya estamos a salvo de Cruel y del virus. – Intenté sonreír, pero no podía. Había asimilado todo lo que había pasado pero sería extraño no contar con Teresa o Ethan.

- Cierto, ¿dónde estamos?

- En el Refugio Seguro. El nombre se lo ha puesto Bins. – Ambos nos reímos ligeramente por la poca originalidad con la que contaba el nombre.

- Oye, Em... - Newt me miró a los ojos. Parecía que estaba nervioso.

Cuando me crucé con sus ojos color miel me di cuenta de que algo había cambiado entre nosotros. Seguía confiando ciegamente en él, pero ahora le veía con otros ojos. Con todo lo que nos había pasado nunca me había parado a pensar sobre mis sentimientos, hasta ahora.

Por primera vez, sentí mariposas en el estómago.

- Yo... Me alegro muchísimo de que estés bien. – Me dijo Newt. – No sé qué habría hecho si tú hubieses muerto.

- Yo me alegro de que me hicieras caso, no habría soportado perderte. – Le dije, mirándole directamente a los ojos.

Nos quedamos varios minutos en silencio, mirándonos mutuamente. Ninguno hablaba, pero era un silencio cómodo, en el que me hubiese quedado toda la vida si hubiese podido.

Ya era de noche, solo nos iluminaba la escasa luz de la luna que entraba por la única ventana de la cabaña.

- Te quiero Emily. – Me dijo Newt muy serio, rompiendo el silencio. – Apareciste sin avisar, desconfiadas todos al principio pero, te has convertido en lo más importante de mi vida.

Me quedé helada, no sabía lo que decir, era cierto que yo también sentía algo por Newt, me había enseñado a ver la vida con otros ojos y gracias a él todo lo que me había pasado me había resultado siempre un poco más leve, pero no sabía si estaba preparada para admitirlo.

Le volví a mirar a los ojos y supe que quería estar con él.

- Si te fueras me moriría. – Le dije.

- Yo por ti daría mi vida. – Me respondió él.

- Deja de decírmelo, que al final me lo voy a creer. – Le dije en un susurro pero con una sonrisa.

Mis mejillas habían alcanzado un tono rojizo en la oscuridad. Le miré rápidamente a los labios y luego volví a mirarle a los ojos, esos preciosos ojos. Me incliné ligeramente mientras él se me acercaba lentamente. Cerré los ojos.

Sus labios rozaron los míos. Eran suaves y estaban un poco húmedos. Rodeé su cuello con mis manos mientras me dejaba llevar. Él sujetó mi espalda y mi cintura.

Fue un beso dulce, lleno de sentimientos, que se fue volviendo cada vez más apasionado. Él guiaba mis pasos y yo me dejaba llevar, disfrutando del momento. Nos separamos lentamente cuando pasaron un par de minutos. No pude evitar sonreír.

Le miré a los ojos, estaban cerrados, como si temiese que fuese un sueño del que se iba a despertar. Le besé con delicadeza mientras los volvía a abrir y me separé ligeramente cuando ya los hubo abierto del todo.

- Em... ¿quieres salir conmigo? – Me preguntó en un susurro.

- ¿Quieres que sea tu novia? – Le respondí con otra pregunta, también susurrando.

- Sí. Si tú quieres, claro. – Me respondió.

- Claro. – Susurré sonriendo y le dediqué un fugaz y dulce beso.

Ambos sonreímos y nos acomodamos mejor en la camilla. Ya era de noche y no tenía ganas de volver andando hacia mi hamaca, además, sabía que estaría más agusto con Newt.

- ¿Puedo quedarme aquí esta noche? – Le pregunté susurrando mientras apoyaba mi cabeza en su pecho.

- Me encantaría. – Me contestó mientras pasaba su mano por mi brazo haciéndome cosquillas.

Esa noche dormí estupendamente, sin pesadillas, sin preocupaciones. Sentí el corazón de Newt latir y mi cabeza se movía a la par que su respiración. Eso para mí era suficiente.

La historia continúa en:
El corredor del laberinto: la esperanza de una nueva amenaza.

El corredor del laberinto: la cura mortal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora