Fría la mirada, frío el corazón.

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Habían salido lo más rápido posible de allí no sin antes haber pagado lo poco y nada que consumieron. Ezreal se mostraba nervioso conduciendo hasta su departamento y Caitlyn no mostraba ni pizca de interés en lo que había sucedido, al menos eso demostraba su actitud por fuera, pero por dentro estaba hecha añicos de la rabia, pero sabía que siempre actuaría con determinación. Además, ¿para qué estar allí estorbando la diversión de otros? Sabía bien que era un fastidio en el trabajo por las exigencias que tomaba, pero era responsable y tenía la carga por sobre sus hombros para que todo marchara bien. 

— Tengo que contarte algo. No salí de allí solo porque estabas incómoda por las palabras de Jayce y VI, sino que de Sarah. —

 Tan pronto como el portón del estacionamiento del edificio se abrió, este apretó acelerador, estacionó y no habló nada hasta llegar a su departamento que para una persona como él, no era para nada pequeño ni dejaba de tener lujos. Caitlyn pidió permiso antes de entrar, dejó su bolso y chaleco en el perchero de la puerta y pronto se puso cómoda en el enorme sofá del centro. Ezreal sin ser mal anfitrión corrió a servir licor suave y dulce; eran de su gusto, lo sabía muy bien.  Cuando ya los dos estuvieron más tranquilos, Ezreal se acomodó. 

— Yo sé que las dudas te salen por los ojos desde el momento que fui a buscarte a la oficina y es que hace dos años no eras mi invitada principal a mi cumpleaños sino que era Luxanna. Tengo una explicación del porqué no está aquí o del porqué yo no estoy en Demacia, y del porqué casi me caigo del puesto cuando vi a Sarah. — Un pequeño sorbo a su vaso hizo un gran efecto para que soltara la lengua. No podía confiar en nadie más que no fuera Caitlyn. 

— Mi aventura desde que fui a Shurima fue hace más de seis meses. Recorrí todo lo que pude y me aventuré donde te pude contar. Mi idea de mi viaje era obsequiar la piedra burdeo a Lux. Hay una parte de ella que es tan fogosa y rescatable que, para el día de los enamorados la pensaba dar en situación especial. Digo, meses siendo amigos y luego amigos de esos que se besan a escondidas, a escondidas de Garen que es tan posesivo con su hermana. — 

Caitlyn escuchaba con atención. Su teléfono en el bolso sonaba en tono bajo y vibraba, pero eso no la distraía, le preocupaba más lo que Ezreal estaba a punto de contarle, pues Sarah no le inspiraba mucha confianza. 

— Bueno, llegué a Demacia con mucho entusiasmo, claro que fui atendido muy bien, ya sabes cómo son. Cuando me hospedé en un lugar seguro, me arreglé para ir a los castillos del lugar y bueno, el guardia principal no me permitió la entrada porque al parecer estaba ocurriendo algo en el interior del castillo. Creo que una pelea. Quise entrar a mirar o más bien lo que quería es entrar a buscar a Lux y cerciorarme que a ella no le hicieran nada. Tanta fue mi inquietud que el guardia aclaró que Luxanna había hecho algo incorrecto con un prisionero con el cual se veían hace años, al parecer amigos. No sospeché de nada. Con esa respuesta me fui incluso más tranquilo y esperaría a que fuera la noche para ir a verla. Entregué un mensaje antes de irme y ella lo recibió o al menos eso creo. 

— ¿Entonces qué pasó? ¿llegó a encontrarse contigo?
— No, y sí. Bueno, nosotros nos encontrábamos en las afueras del castillo en los bosques de los manzanos, porque más abajo están los bosques de la intemperie, ya sabes.  En fin, me escondía en los árboles para poder estar a su lado, pero ella no estaba buscándome a mí, citaba a otro nombre. 'Sylas.' No tenía idea de él, hasta que lo vi aparecer. Bajó de un frondoso árbol, era bastante más varonil que yo, traía cadenas en los brazos... — Su voz comenzó a temblar un poco, con solo recordar la escena se partía su corazón. — En un momento creí que solo era pasajero, una visita para una entrega de algo, pero no. Lux lo abrazó y él también a ella. Olía su cabello, besó su cuello con delicadeza y bueno, finalmente se besaron. Escuché después cómo organizaban su próximo encuentro en las afueras de demacia. — 

Caitlyn era consciente que Ezreal era muy orgulloso, también llevaba su actitud seductora, pero siempre fue fiel a un amor tan puro y sincero como el de la rubia. 

— Al día siguiente. — Continuó cabizbajo. — Vi un par de afiches en las paredes, noticias sobre la búsqueda de ese tal Sylas, y te juro que en ese momento quise ir donde Garen y decir que su hermana se estaba encontrando con ese hombre, delatar donde se encontraría la próxima vez, pero no, no tuve las agallas. — Dejó el vaso en la mesa de centro. — El mismo día me encontré con Lux por sorpresa, pero no tuve la misma chispa en saludarla, aunque claro, ella fingió verse feliz de verme, hasta se lanzó sobre mí, pero ya sabes cómo es. Al final fuimos a caminar y me decía que extrañaba verme más seguido, que cuándo tendríamos otra salida por la región, que tenía deseos de venir a Piltover. La besé, la callé con un beso, pero no contestó en lo absoluto, todo por el contrario, me apartó incómoda. 'No puedo' me dijo. Y ahí dije 'Sylas' abrió sus ojos y le conté lo que había visto. Me pidió un par de veces perdón y que no la delatara ni a él ni a ella. No lo hice, solo me marché sin decir nada más. Corrió detrás de mí, ¿pero sabes? solo estaba huyendo como un cobarde. 
Esa misma noche me embriagué y di marcha al Oeste y cuando llegué al puerto, me subí a un barco que ni siquiera estaba donde el resto de los otros, este estaba más alejado, era más elegante, pero también era sombrío. Me di cuenta de eso cuando desperté. Solo quería huir de allí. 
— Imagino que paraste en el barco de Sarah. — El muchacho asintió. Ahora cambió el gesto echándose hacia atrás en lo que jugaba con sus manos al recordar todo eso. 
— En el pasado Sarah y yo tuvimos una historia que nos involucró sentimentalmente. Claro que en ese entonces pensé que ella era mucho mayor que yo, pero después me di cuenta que no, nos iguala en edad, es menor que yo y se ve más grande. Conocí sus vivencias, su historia y finalmente me di cuenta que no era una mala mujer. Tiene que ser como es para no ser pasada a llevar, así como tú, que tienes tu carácter y a pesar de que me digas que no te molestó lo que pasó hoy, mientes descaradamente. 
— Mira, hace mucho tiempo aprendí a no ser tan abierta con el corazón, siempre doy pasos de plomo porque me respeto a mi misma y espero que el resto me respete, pero si no veo lo mismo en el resto, tampoco veo el objetivo de golpearlos a muerte hasta ganarlo. Yo vivo por mi trabajo y daría mi vida por Piltover. Sigo al pie de la letra con mis obligaciones sin poner pausa ni objeción en ello. Si ese par piensa que soy un té amargo, pues que lo piensen. No por ello dejaré de hacer lo que hago o huiré a casa a llorar como pequeña desolada, tampoco seré más estricta, seguiré siendo la misma, y si no quieren seguir las obligaciones como son, pues el despido es una facilidad. Y de Jayce, me tiene sin cuidado. Es un mujeriego degenerado y cochino, yo no sé cómo las mujeres pueden caer con él. Lo único que es un oportunista, pero para mí está en una lista muy alejada de mis intereses. Un peón más de lo común. Sí, no niego que puede ser siempre la gran esperanza y el salvador del mañana, pero eso no quita que su popularidad haya subido a su cabeza. —
 La muchacha miró la hora en la pared. 5:50 AM. 
— Te puedes quedar si gustas, tengo habitaciones para que puedas dormir a gusto. — Ella se negó, debía irse lo más pronto posible. 
— No, eres muy amable pero debo regresar, al fin de cuentas debo descansar e ir a trabajar en un par de horas. Sabes que siempre es agradable pasar tiempo contigo, pero antes de que me vaya. — Se levantó de su puesto para ir donde el rubio y darle un corto abrazo. 
— Deberías dejar la historia de Luxanna de lado, ella eligió su camino y si ese es, debes dejarla ir. Pero tengo dudas todavía de Sarah y tu historia pasada, espero algún día me la puedas contar. — Ezreal asintió. 
—Al final la piedra la hice collar y se la di a ella, ¿no te fijaste? la traía puesta en el bar. Me ha seguido, pero estoy huyendo un poco, no por temor a ella, sino porque nuestro romance fue algo extraño, sensual, pero extraño y muy romántico. No te niego que cuando la volví a ver y me subí por error a su barco me nacieron unas ganas de hacerla mía otra vez, pero la última vez tuvo un enredo con un Lucian. Soy un cuernudo. 
— No exageres. Tal vez hay algo que no te mencionó, anda a saber tú. — Se acercó a la puerta para buscar sus cosas y la abrió. — Nos vemos uno de estos días. Puedes ir a casa cuando quieras o me avisas cuando vayas a una de tus aventuras. 
—Te lo haré saber. 


El frío calaba un poco sus huesos, había sido muy mala idea llevar ese chaleco tan delgado de hilo y también ocupar falda para una noche. 
La calles estaban completamente vacías, pocas esperanzas tenían de que pasara un coche y la acercara a su casa. Sin remedio siguió caminando escuchando su propia respiración, sus latidos y los tacones golpeando la acera. De su boca brotaba un poco de vapor. Sus mejillas estaban coloradas y eso hacía resaltar el color de su mirada. 
— Si tan solo hubiera una patrulla... — Ahora que lo recordaba, tampoco había dicho feliz cumpleaños a Ezreal, se sintió muy desconsiderada por ello. Sacó el teléfono de su bolso y vio en la pantalla 104 llamadas perdidas de VI y unas 15 de un teléfono desconocido. — ¿Quién será? — Encogió los hombros pues no daba freno a su paso. Al pasar 20 minutos por fin llegó a un lado más céntrico. Ya de ahí serían 20 minutos más adentro. — Qué más da...— 
Estaba hablando en voz alta, ¿quién la escucharía a esas horas? ya todo estaba cerrado. Inició marcha a la derecha y al solo avanzar cinco cuadras escuchó pasos, no los de ella, sino de otra persona. Hizo indiferencia pues continuó caminando, seguramente era algún trabajador que debía ir por allí.
Error, ya llevaba mucho rato siguiéndola. 
Sigilosa se pasó la mano por su muslo y sacó su arma, de manera brava apuntó  justo a la frente de quién estaba detrás de ella. 

— ¿Vas a dejar de seguirme o disparo? — Su cejo se frunció, no importaba si se veía tan linda vestida como iba, no dejaba de ser una fiera. 
— No, no dispares. — Levantó las manos sin defensa alguna de las armas de Caitlyn. — Solo te vi caminando desde lejos, no pensé que fueras tú la verdad. No deberías estar sola a estas horas en la calle. — Bajó de inmediato el arma al percatarse de que era Jayce. Guardó el arma en su muslo y siguió caminando sin perder el ritmo. El defensor se adelantó también pues no creía apropiado dejarla sola, aunque estuviera armada.  Al no tener respuesta se aproximó a su lado. 
— Sé que estás armada pero de igual forma es peligroso, no porque seas la sheriff más temida no podrían hacerte daño. — Caitlyn seguía sin decir nada,  ¿qué podía decir en ese momento? 
— Hace mucho que se fueron VI y Sarah con el resto de la gente a sus hogares, luego del incidente. — Era irritante, ¿por qué quería saber eso ella? — Y yo me quedé esperando a una camarera del lugar, pero como te vi aparecer mejor te acompaño a ti. — Caitlyn frenó de golpe. 
— ¿Por qué crees que me importaría si debes juntarte con alguien? ¿por qué crees que tendría interés en saber si se fueron a dormir? Mire, gran señor. Quiero llegar a casa, y si dejó a esa pobre muchacha tirada, vaya por ella, pues yo me sé valer por mí misma y no soy de esas mujeres que andan por la vida desmayándose para que  la rescaten, ¿queda claro? — 
Lo seco de sus palabras dejó boquiabierto a Jayce. Ellos se habían conocido hace mucho tiempo, pero no tenía la oportunidad de conocerla pues tampoco nacía el interés. 
— Tampoco es para tanto, la calle es peligrosa. — Respondió con el mismo tono. 
— Pues yo no quiero que me acompañes. 
— No seas terca, déjame que te acompañe hasta tu casa. 
— No sea atrevido, no crea que no sé lo que pretende. 
— ¿Y qué pretendo exactamente? —

Iban tan distraídos respondiendo el uno al otro que no medían la velocidad en la que caminaban, tampoco en donde estaban caminando, fue tanto que cuando la respuesta bien evaluada de Caitlyn estaba por salir de su boca, chocó de golpe con un poste dándose en la frente. Fue tan duro el golpe que cayó atrás como un saco de plomo. 

— ¡Caitlyn! — Jayce se inclinó para tomarla de la mano para levantarla, pero al notar que perdía el equilibrio y cerró sus ojos, no le quedó más que cargarla y llevarla. Lo más próximo que estaba era su casa. Así que solo llegó y la metió a su cama. Pronto buscó paños fríos y agradeció que una de las criadas estuviera allí para atender a Caitlyn y quitarle la ropa pues cuando cayó al suelo, se manchó toda con barro. 
— Gracias Dershi, no sé que haría sin ti. — Era una señora ya de edad que servía en la casa de Jayce. 
— Ya viene el médico a atenderla, lo he llamado y viene enseguida. Claro que se sorprendió cuando supo que era la señorita Caitlyn. 
— Gracias, gracias Dershi. — Le besó las manos y solo esperó la llegada del médico. 
Iba entrando a la habitación y los ojos de la sheriff se abrían con terquedad. Talló estos y en lo posible cayó en cuenta que no estaba en su hogar sino que en otro lugar. 
Cuando Jayce vio eso, hizo una señal a su criada para que fuera a verla, esta pegó un grito al cielo. — ¿Dónde estoy? — Cuestionó agobiada y dándose cuenta también que no traía su ropa puesta. 
— Señorita Caitlyn, usted está en casa del Señor Jayce y esta es su cama. — Al escuchar eso la angustia se apoderó de ella pensando mil historias por su cabeza, al fin y al cabo era una mujer. 
Salió de la habitación un tanto alterada y lanzándose sobre Jayce. 
—¿Qué me hizo gran atrevido?
— ¡Señorita! — Trataba de tranquilizarla Dershi. — El señor Jayce no ha hecho nada malo, solo ha querido ayudarla pues usted se ha dado un golpe y se desmayó, pero ya viene el médico. 
— No te hice nada, solo intenté ayudarte. — Trataba de sostenerla pues ya veía los golpes en su rostro. 
— ¿Y qué quieres que piense? Estoy en tu casa, sin ropa y además en tu cama. — Se abrazó a sí misma, se sintió incluso vulnerable sin sus armas que falta le hacían en ese momento. 
Dershi de inmediato se acercó con su ropa. — Se la he limpiado pues estaba toda embarrada. —
Caitlyn no dijo ni una sola palabra más y se retiró a la habitación a cambiarse de ropa. 

— No deberías pensar nada malo Caitlyn, las mujeres como tú no me llaman la atención, pues eres una amargada y no dejarás nunca de ser así, por eso mismo tienes tanta soledad a tu alrededor, además eres fea. — 

La sheriff salió de la habitación y lo miró a los ojos, era como si congelara todo al pasar y el frío se sintiera nacer en los ojos opuesto. Jayce sin querer se estremeció. 

— No estoy para ser mujer de tu admiración o tu fantasía sexual, soy mujer de respeto y honor. Y gracias por limpiar mi ropa, estoy agradecida con usted. — Se dirigió a la salida de la casa dando un portazo enorme al salir. 
Por suerte ya era más temprano y los autos ya estaban en tránsito, cogió uno con prisa. Su cabeza estaba hecho un desastre. 

— ¡Gran estúpido! — Golpeó el asiento casi al borde de la ira. Recordó que para su mala suerte, la había tratado de ''fea.'' 
Apretó la quijada molesta. — Eso me dolió incluso más...


Disparo al corazón. [Jayce x Caitlyn.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora