Después de la calma, llega la tormenta. 1

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Me levanto de la silla que me había dejado el jefe, me muevo por el campamento, sigo sorprendido por ver las sonrisas, los niños jugando, la gente comiendo la merienda y charlando, mientras yo estaba herido, secuestrado y ahora solo.

Estuve un buen rato caminando hasta encontrar una pequeña sala repleta de libros, estoy seguro que leer algo podría hacer que se me pasara mejor el tiempo; para la noche habrá una fiesta, celebrada una vez al mes para pasarlo lo mejor posible y olvidarse de tantos problemas que les rodean, más que todos a los que tienen que salir del campamento de exploración para hacer que este sobreviva.

Después de leerme tres relatos no muy largos de una colección de cuentos, salí a ver las tierras de labranza, hortalizas, verduras e incluso frutas, no sé cómo esta gente pudo montárselo todo tan bien, no tiene sentido. En mi nariz inunda el olor de las flores del infierno, tintadas de sangre.

Hago caso omiso a este olor, confundiéndome porque no hay de estas flores cerca

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Hago caso omiso a este olor, confundiéndome porque no hay de estas flores cerca.

La fiesta empieza dentro de treinta minutos, me voy a echar una ducha rápida.

Me dirijo hacia las duchas, son paredes unas al lado de otras, con cortinas entre ellas por suerte.

Veo como cae el agua oscura, no quiero ni saber el olor que cargaba encima, pero ahora me siento mucho mejor. Me pongo una ropa que me dejó el jefe, me queda grande, holgada, pero me gusta que la ropa no se me ajuste y caiga cómodamente, visto unos tejanos negros, una camisa de botones azul oscuro y unas botas marrones. 

Salgo de las duchas y me encuentro a un chico no mucho mayor que yo, con aspecto receloso, abre la boca para decir algo, pero duda en sus palabras, hasta que dice:

-Ya están haciendo los preparativos, deberías ir ya. -Balbucea un poco, algo de mí le pone nervioso.

Le dedico una mirada de extrañeza.

-Vale, gracias, voy dentro de un minuto. -Digo, el chico se retira caminando a paso tranquilo y después se apresura entre el camino con maleza. 

Me veo en el reflejo del agua que se escurridiza por el suelo, no soy el mismo... O eso es lo que siento.

Voy dando pasos largos, el grupito que me rescató esta mañana estaba paseando, vestidos elegantemente, se dan cuenta de mí y me saludan con la mano. Hago lo mismo y me muevo hasta la puerta del lugar, una sala enorme, hay sillas y mesas suficientes para estar cómodos, algunas de las mesas tienen platos y cubiertos encima, listas para que la comida esté servida.


El Diario Del Segador Negro.Where stories live. Discover now