Después de la calma, llega la tormenta. 1.5

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Hay una plataforma más alta que resalta del suelo sutilmente, un hombre está sobre ella, habla con diferentes personas que caminan con prisas entre la gran habitación, organizando más el evento o festín, después de unos largos segundos, llegando al minuto exacto, todo queda bien pulido. El hombre empieza a hablar:

-¡Podéis sentaros todos ya, serviremos los alimentos pronto! -Exclama el señor sonriendo, aunque aún con una libreta en la mano, tachando cosas de una lista.

Los residentes empiezan a sentarse en sus sitios, van entrando más y más, y casi se llena del todo el lugar, aunque algo de espacio queda. Me muevo hacia el centro y me siento cerca del grupito.

Mientras tanto, un soldado corría por el bosque, con tintes más oscuros y nuevos en su amarillenta chaqueta.

A cada mesa se acercaban platos inmensos, que en las manos de los que prestaron su ayuda iban inestables y inclinándose a cada paso. Los manjares cayeron a la mesa con algo de torpeza. Los cubiertos para llevarse esos buenos sabores a la boca también se distribuían a cada uno. 

Cogí un tenedor y lo hinqué en las frescas verduras, al morderlas disfrutaba como mi estómago lentamente se llenaba, como el hambre disipaba y los condimentos hacían de la comida, algo muy delicioso. 

El capitán del grupito, el de los ojos amarillos, se levantó sin ningún aviso previo, con la caída de su silla y el estruendo metálico que se esparció por la sala. Sus ojos estaban abiertos como platos, contundido por algo. Sus compañeros lo miraban con extrañeza, pero después sus expresiones se relajaron, comprendiendo algo.

Alguien entró por las puertas traseras, jadeaba y sudaba por la carrera hacia aquí, los latidos de su corazón resonaban por su propio cuerpo como estallidos. El señor de la libreta da un respingo, aún en la plataforma, pero esta vez se queda callado, sin dar órdenes, todo el comedor en absoluto silencio, pues todos sabemos que algo malo saldrá de su voz.

El soldado habla lentamente:

Hemos encontrado cadáveres en las cercanías del bosque... -Habla con una voz potente, pero balbuceando algunas partes, nervioso hasta el punto de temblar.

-¡Detalla mejor, Mike! -Grita Karl desesperado, con sus ojos abrillantados de furia.

-¡Hemos encontrado cadáveres en el bosque! ¡Creo... creo que nos atacan! -Por fin suelta el soldado y se pega a la pared, deslizando su espalda hasta caer sentado, suspirando.

Karl tiene una mirada seria en sus ojos. Uno de los chicos del grupo reacciona tras meditar unos segundos, se pone en pie.

-Que las chicas defiendan desde la terraza con francotiradores, George y Karl se quedan aquí, yo iré a espiar cuántos son, pasando desapercibido. ¿Entendido? -Mark termina la frase, Karl se levanta y saca de dentro de su chaqueta un revólver, planean posiciones. Las chicas salen corriendo a través de las puertas. -¡Sellad los portones! ¡Poned todo lo que podáis para taparlo completamente! -Dicho eso trota hacia una ventana y pone mesas y sillas para taparla, pero dejando un pequeño espacio, diminuto, para mirar algo, después indica algo a George, quien frunce el ceño y sale corriendo hacia la ventana. Mark sale de la sala y cierra las grandes puertas con ese sonido rústico. 

Karl camina hasta llegar a mi lado. Me mira fijamente.

-Extiende las manos, híbrido. -Me dice fríamente, tanto que un escalofrío recorrió mi espalda.

-¿Por qué? -Digo mientras la extiendo lentamente.

-Toma. -Saca algo de sus bolsillos y lo pone en mi mano. Parece ser una daga normal y corriente. -Si hay algún caso de peligro, úsala, despertará algo en ti. -Sacude la cabeza, abre la boca por unos segundos sin decir nada. -Simplemente, defiéndete con ella si pasa algo. -Dice al fin y se va con una mirada preocupada pero esperando algo, con curiosidad.

El Diario Del Segador Negro.Where stories live. Discover now