La primera vez que lo vio un calor recorrió su estómago, la sensación fue tan fuerte que su cuerpo se congeló, sintió una cólera que intuyó por la situación, la primera vez que vio a Bakugō Katsuki fue cuando abusaba verbalmente de Midoriya Izuku, tuvo la primera peor impresión posible de ese chico, un bastardo sin igual, alguien que ni siquiera merecía el aire que usaba para vivir.
Pero, tal como un camino inexplorado en medio de un bosque oculto de la vista, Katsuki era más de lo que dejaba ver, sí, era un patán, un mal hablado, un culiao levantado de raja, pero más dentro, más al fondo, allá, entre los arbustos que encontró luego de cortar gran parte de la maleza que le rodeaba, encontró algo que prendió su interés, Bakugō poseía nobleza.
Comenzó poco a poco a observarlo, a ver más allá de su tapadera de bastardo mal parido que mostraba, que dejaba ver, porque de otra forma no hubiera entendido jamás porque a pesar de lo mal hablado y violento que era Bakugō, habían muchas personas que siempre le rodeaban, incluyendo a aquel que siempre era insultado por parte del ceniza, Midoriya, un chico adorable, debilucho y bastante inteligente que si se esforzaba podía darle pelea, la misma pelea que le daba a Bakugō a veces cuando Bakugō actuaba mal, fue ese el motivo que comenzó a observarlo más.
Lo más que veía eran las peleas que tenía con una chica de su clase, Uraraka Ochako, linda, algo lenta, pobre, y bastante regordeta, aunque sinceramente no le interesaba en lo más mínimo, en comparación a su madre la veía gruesa, o quizás porque su madre era demasiado delgada es que la veía así. Pero ese no era el caso, esa chica parecía siempre querer buscar pelea con Bakugō, incluso cuando Bakugō estaba en su modo tranquilo, ese modo cuando se ponía audífonos y se aislaba del mundo para disfrutar algo que le hacía golpetear con sus dedos sobre la mesa alguna melodía, le desagradaba menos cuando estaba así, la verdad no entendía porqué aun no lo habían expulsado, pero al verlo así a veces llegaba a entenderlo.
¿En dónde iba?
Ah, sí, Uraraka Ochako y su afán por el peligro. Sinceramente no la entendía, Bakugō conocía el vocabulario de insultos de la A a la Z y se los decía sin ni un poco de filtro, pero ella, en vez de ofenderse, porque la verdad actuaba como que estuviera ofendida, pero con el tiempo comenzó a notar que no era así, que simplemente le gustaba molestarlo, ¿Acaso era algún tipo de código que no llegaba a entender? Simplemente incomprensible.
Había otra cosa que tampoco podía comprender, ¿Por qué el profesor siempre los ponía juntos en trabajo?, no es que Bakugō le cayera pésimo, más bien lo repudiaba y sabía que el sentimiento era mutuo, pero, ambos estaban en la cima de la clase, ¿Acaso no era malo para el promedio general que sólo ellos tuvieran nota perfecta?
Aunque a pesar de ese pensamiento no puede evitar asombrarse de lo inteligente que es Bakugō. La primera vez que les tocó trabajar sobre un proyecto de lenguas, Bakugō necesitó solo ojear el libro para comenzar a responder sus preguntas y comenzar un debate que los hizo atrasarse con la tarea, pero descubrió mucho más de parte de ese sujeto inentendible, Bakugō era un maldito genio con un carácter de mierda.
No, quizás fuera que por su peculiar forma de ver el mundo que se peleaba con todo el mundo, también le pasaba, pero vivir tanto tiempo reprimido le hizo olvidarse de sus propios sentimientos y quedarse con lo que le ordenaban, aunque eso mismo le llevó a tener una clara pelea más de una vez con Bakugō, porque el chico le decía que debía hacerle caso y luego que le diera su puta opinión que no era un adorno, simplemente no lo entendía.
Los demás eran complicados, pero le alegraba de una u otra forma ir a una escuela dónde no fueran de su misma clase social, ver el mundo normal con sus propios ojos, y es que, por una vez había decidido algo que su padre no decidió, aunque había sido consejo de su hermana mayor, de todas formas ese hombre no lo había decidido.