Abrió la boca, incorporándose para que sus pulmones recogieran el aire que necesitaba. Estaba tumbada en un duro suelo, hecho de piedra. Sus manos lo rozaron con suavidad.
-Curioso...- murmuró la parca, ella frunció el ceño.
-¿Qué ha pasado?- preguntó, sacando la pistola de su "bolsillo". Lo apuntó, él sonrió.
-Realmente curioso. Sigues cometiendo aquellos errores que te aquejaban, incluso ahora- volvió a fruncir el ceño. ¿De qué errores hablaba?- Dar la vida por aquellos que ahora se regocijan, más maduro de lo que pensaba.
Entonces se dio cuenta y se sentó, vacía. Suspiró.
-Estoy muerta- murmuró, ahora recordaba cada momento exacto. Como Clint le había pedido que se despidiera de su familia y de como ella lo había detenido en el aire. Él la había cogido de la muñeca en el último momento y ella había sonreído.
-Suéltame- había susurrado, él negó con la cabeza, la tristeza le deformaba la cara. Natasha había vuelto a sonreír.
-No, por favor, no- había susurrado él de vuelta. Natasha miró la mano enguantada que la sujetaba. Su propia mano, blanca y suave, era pequeña entre sus puños.
-Está bien- y se había impulsado, dejando que su mano se resbalara. No había gritado como haría Gamora en unos años, tampoco había pensado "ayuda". Había encontrado la paz absoluta.
-Estoy muerta- volvió a repetir, la parca dio una sonrisa estática y retorcida.
-No exactamente- Natasha frunció el ceño una última vez cuando sus manos se iluminaron. Abrió la boca un tanto, rozando las palmas entre sí. Una pequeña descarga eléctrica le hizo estremecerse.
-¿Qué está pasando?- preguntó, la muerte le siguió enseñando una sonrisa de dientes blancos. Su calavera roja le recordaba a un enemigo de la KGB.
-Ahora eres un celestial, Natasha, hija de Ivan- lo miró con los ojos fulminantes. Él se explicó.- Un ser poderoso que tiene una pequeña obligación de no intervenir en guerras que no sean suyas. Thor, Odín, Hércules, Zeus... Todos ellos son celestiales.
-Pero...- empezó a hablar.- Mi familia.
-Ellos siguen vivos. Han tomado decisiones pero no deberías preguntar cuále- Natasha lo interrumpió con un puñetazo que hizo que de su mano saltaran chispas de color amarillo. La parca cayó al suelo y allí, Natasha sintió como su alma se revolvía de gusto.
-Escúchame bien. Nadie sabrá que yo soy una celestial- ordenó, la calavera roja sonrió de forma agria.- Ya no soy Natasha Romanoff, nunca más lo seré.
Se hizo un silencio en el que ella comenzó a hacer funcionar a sus puños.
-Mi nombre es Soulless y vuelvo a mi hogar- y despegó, la parca sólo la siguió con la mirada silenciosa.