Cap. 2 -. 13 años y contando

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Las pijamadas siempre fueron cosa nuestra, las salidas a andar en bicicleta y tirar piedras al estanque cerca del río, aunque los años siguen pasando nosotros siempre estamos juntos, ella no ah cambiado aunque puedo notar lo diferente que últimamente se comporta y creo saber cuál es el motivo, su hermana mayor que siempre la molesta recordándole que es una señorita, que no puede andar por ahí luciendo como un chico, que ningún joven la mirara jamás si no cambia su guardarropa y yo... Lo odio, odio verla trizte, odio verla llorar, odio que la haga sentir poca cosa cuando en realidad ella es genial, ella es un ángel, un pedazo de cielo que puede ser lo que quiera.

En la escuela un par de chicos la ven diferente a pesar de no ser tan femenina como su Mina le reprocha, eso no me gusta... No me gusta que otros chicos la vean, que se le acerquen, en las películas dicen que este sentimiento se llama celos, bueno en realidad no sé si acaso sea eso pero se le parece mucho, en fin... El verla crecer a mi lado me da la alegría que siempre eh necesitado y aunque no eh vuelto a tocar sus labios siempre muero por volver a hacerlo.

—. ¿Estás listo? —pregunta sentándose a mi lado.

—. Si, claro, yo llevaré las frituras y tú escoges las películas que quieras ver. —nuestra acostumbrada pijamada ah llegado y eso me alegra, siempre cuento los días para que sea viernes de nuevo y pueda estar con ella.

La noche llega rápido para mí buena suerte, corro al súper por todas las provisiones y llegó a su casa cargado de ellas, espero a que abra la puerta y pueda admirar su hermosa sonrisa, sus bellos ojos azules y escuchar su dulce voz, esta vez fue un poco más difícil de lograrlo pues con el pasar del tiempo sus padres no están muy de acuerdo con que ella y yo durmamos juntos, dicen que ya no estamos en edad para eso, que hemos crecido.

Entre gritos, berridos y risotadas terminamos de ver la última de las películas que ella ah escogido, ya pasan de las dos de la mañana y el sueño está por vencernos, ella entra en su baño y se lava los dientes, me recuesto sobre su cama sumamente nervioso, sintiéndome raro, lo cual no me había sucedido antes, las piernas me tiemblan al saber que dormiremos juntos, la veo salir y se recuesta justo a lado mío, me da la espalda y la abrazo por la cintura enterrando mi rostro entre sus cabellos, sus manos acarician mis nudillos y con dificultad pienso en cosas como los calzones de mi madre o la dentadura postiza de mi abuela para desasherme de cierto detalle que está apunto de delatar mis sentimientos en este momento, su respiración se hace lenta y sé que al fin se ah dormido en mis brazos, siento que ya no puedo más con esto, se que la amo, me eh dado cuenta que la eh amado desde siempre y no sé cómo explicarlo sin perder su amistad, tal vez ella no me vea de la misma forma, el miedo se apodera de mi cuerpo, me quedo quieto y sin preámbulo lo confiezo. "Te amo..." Suelto sobre su oído pero... Sé que no lo ah escuchado pues duerme, duerme conmigo sin saber todo el amor que late dentro de mi corazón por ella.

—. ¿Quieres ir al lago? —pregunto mientras devoro una bolsa de patatas en mis manos.

—. ¡Si, vamos!. —dice con extrema alegría.

Cuando estamos a punto de irnos su madre la reprende y la obliga a entrar a casa, ella hace una mueca de triztesa y sé que al menos ahora no será posible, Mina como siempre la acuso con su madre y lo hecho todo a perder.

Al caer la noche trepó por el árbol junto a su ventana y toco el cristal llamando su atención, ella abre ambas hojas y me deja reposar sobre el umbral de la misma, sus ojos me dejan saber que me necesita a su lado, sonríe para mí y eso me hace sentir genial, me plática mil y una cosas, tanto que el tiempo se nos va, de repente sus ojos se cristalizan y me duele... Confieza que sus padres ya no desean que realicemos más pijamadas, pues según ellos ya no estamos en edad de dormir juntos, no lo entiende y yo tampoco... A veces quisiera gritarle a su madre y a su hermana lo brujas que son pero me detengo pues son amigos de mis padres y no quiero problemas.

Le prometo que siempre estaremos juntos, que siempre estaré para ella, que jamás la dejaré sola y eso por un instante muy pequeño la hace sonreír, me dice que tres chicas de la escuela la molestan últimamente, que ella no les ha hecho nada y que aún así le dicen una serie de horribles cosas para hacerla sentir mal, eso me enfurece, le prometo hablar con ellas pero me lo prohíbe.

Otra vez está noche no le eh dicho nada, no creí conveniente el momento, ella sufre y yo se que ahora lo único que debo hacer es apoyarla, decirle lo mucho que la quiero y estar siempre ahí para ella, otra vez eh tenido que guardar mis sentimientos, sentimientos que creo jamás serán correspondidos, sentimientos que se acumulan dentro de mi ser demandando salir cada día.

—. Eres mi mejor amigo, te quiero... —dice dándome un abrazo mientras me toma por sorpresa.

Tan solo cierro los ojos y disfruto del toque dulce de sus manos sobre mi piel, la rodeó con mis brazos y pego su cuerpo aún más al mío y el tiempo parece detenerse, el tiempo parece no correr en ese pequeño instante en el que solo existimos nosotros dos...

17 años y puedo verla salir con aquel chico que no es de mi agrado, la trata como un objeto, sin amor, sin respeto y eso me duele, me duele no haber tenido el valor de confesarle mi amor y dejarla ir, pero aún sigo aquí, cuidando sus pasos de cerca, amando cada parte de su persona en silencio, aunque él probablemente haya sido su primera vez yo fui su primer beso, yo toque sus labios por primera vez y aunque deseo en silencio volver a hacerlo se que tal vez jamás se logré.

Esta noche después de siete meses con él la veo llegar sola, puedo notar la triztesa en sus ojos, puedo ver cuán infeliz es, salgo de casa y cruzo la calle tan apresurado como puedo, sus padres no se encuentran, entro y la veo en la sala con una botella de whisky en la mano, sus ojos llorosos y corro hacia ella, la tomo entre mis brazos y no digo nada, solo la abrazo, solo la sostengo así para que sepa que estoy aquí... Qué nunca me fui de su lado.

Serena levanta la mirada y me observa, sus dedos acarician mi rostro como intentando adivinar quién soy, su aliento alcoholizado me hace saber que ah bebido mucho, que está probablemente no sea su primer botella.

—. ¿Tú si me quieres verdad? —pregunta acomodando su rostro sobre mi pecho.

—. Cierro los ojos y pienso ¿Acaso no es obvio? —Si... yo te quiero... Te quiero más que a mi vida, más que a mi mundo... —murmuro con ella en mis brazos.

Su mirada sostiene la mía y sin más sus labios chocan contra los míos, sus ojos se cierran y sus manos se entrelazan por encima de mis hombros, se que está ebria pero es imposible no dejarme llevar por ese momento tan divino, tan lleno de gloria, mis manos bajan hasta su cintura pegando aún más su cuerpo al mío, mi boca juega con la suya, su lengua húmeda acaricia mi labio inferior detonando dentro de mi un millón de chispas que chocan entre sí causando miles de emociones en mi piel exigiendo aún más el roce de su cuerpo pero... De pronto todo se detiene, su cuerpo cae sobre mis brazos y noto con desconsuelo que se ah quedado dormida, sonrió y la tomo en brazos, subo a su alcoba y la recuesto sobre su cama, me siento a su lado y acaricio sus mejillas con las llemas de mis dedos apartando de su rostro un mechón de su cabello, me inclino y dejo un beso sobre su coronilla, la arropó y salgo de ahí sabiendo que de esto tal vez ella no se acuerde por la mañana, pero... Al menos por un segundo sus labios fueron míos de nuevo...

A través del tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora