Capítulo XIII: Diego, el salvavidas

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Quinto día consecutivo en la puerta de los Rey. Diego empezaba a preguntarse si Ernesto Rey tendría algún inconveniente con que visitara a su hija todos los días, a pesar de que ya sabía que era gay y tenía a Ari y Temo como referencia.

Como siempre, los gemelos abrieron la puerta. Sin embargo esta vez, lucían agitados.

-¡Diego! -exclamó uno, aún no los distinguía.

-¡Llegaste! -dijo el otro.

-¿Qué pasa?

Se miraron.

-Yolo está en su cuarto. Nos dijo que no la molestaramos.

-Y que te dijeramos que no estaba.

-No ha salido en todo el día.

Diego frunció ceño y fue directo al cuarto.

Intento abrir pero la puerta tenía llave.

-Yolotl, abre la puerta o la tiro.

Andy y Santi se miraron. Tal vez informar a Diego no había sido la mejor idea.

Nadie respondió, pero escuchó movimiento.

-Vete -dijo entonces una voz pastosa.

Diego dio un paso atrás.

-Niños, háganse a un lado.

Estaba por patear la puerta cuando Yolo la abrió. Llevaba un vestido rosa y una colecta alta.

Sus ojos la delataron: las pupilas excesivamente dilatadas hacia que entrecerrara los ojos aún sin estar expuestos a la luz.

-What? -dijo arrastrando las palabras.

Diego hizo ademán de entrar, pero ella bloqueó la puerta.

El chico crujió los dientes.

-Niños, nos dejan hablar por favor.

Sin dudarlo, los gemelos se fueron. Tenían la confianza de que lo que fuera que estuviera pasando con su hermana, Diego lo arreglaría.

En cuanto se fueron, Diego empujó a Yolo adentro del cuarto y cerró con él.

-¡Hey!- Yolo cayó en el piso.

Sin prestarle atención, Diego buscó por el cuarto hasta que los vio: la evidencia blanca y polvorienta sobre la mesa de madera.

-¿Cuántas te metiste, Yolotl? -demandó saber intentando no gritar.

-¿De qué...?

-Maldita sea, Yolo, estoy intentando ayudarte. Dime cuantas rayas te metiste.

Yolo bajó la vista.

-No me acuerdo.

De coraje, él golpeó la pared.

-¿Donde tienes lo demás?

-Ya no tengo.

-Yolo, no soy idiota. Creí que estábamos progresando, ¡creí que te estaba ayudando, carajo!

Ella se paró con la mirada triste.

-Me estas ayudando mucho, Regina...

-¿Entonces por qué haces esto? ¿Es lo que has hecho todo el día? ¿Drogarte?
-otro pensamiento lo asaltó- ay, no, Yolotl, dime que esta es la primera vez.

Ella movió lentamente la cabeza de un lado a otro.

Diego se agarró el cabello para no golpear nada más.

Él es mío || AristemoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora