El domingo...
-¡Hola, guapa!
- Mañana en la noche iremos al Bilongo, ¿vienes con nosotros?
-Eso me vendría bien, pero mañana viajo con Carter a San Francisco.
-¡Qué perra! ¿Te lo estás tirando?
-¡Por Dios, eso quisiera! Vamos por trabajo. De verdad quiero ir al Bilongo, ¿por qué no vamos mejor el jueves?
-El jueves será. Si encuentras un hombre apuesto, follatelo.
-Lo mismo digo. Y piensa en mi mientras lo hagas.
Escucho a Lisa reír al otro lado del teléfono.
-Te quiero. Nos vemos cuando regreses.
-¡Arrivederci!
-¡Bon voyage!
Cuelgo el teléfono.
Ahora, ¿qué me llevaré a San Francisco? Quizá deba preguntarle a Mike.
Al terminar de hacer mi maleta, me doy cuenta de que es enorme. Habría sido feliz con solo un par de botas, unos jeans y unas camisetas. Pero Mike dice que la elegancia ante todo, y me ayudó a escoger unos aburridos trajes de trabajo, no obstante metí a la maleta unos jeans y mi chaqueta de cuero mientras Mike no me veía. No pienso viajar sin mi chaqueta de cuero.
-¡No puede ser! -grita Mike asustado y después pregunta-: ¿Vas a llevarte esto?
Me doy la vuelta y veo que deja caer el estuche en donde traigo mis juguetes.
-Con cuidado que son frágiles.
Recojo el estuche y observo que todo este en orden.
-¿Es lo qué estoy pensando? -pregunta Mike.
-Sí. Son consoladores, pero no me gusta llamarlos así -saco uno, se lo muestro y digo-: Este se llama Will Smith -sacó otro juguete y continuo- Y este se llama Leonardo DiCaprio.
Mike no aguanta más y se ríe en mi cara.
-¿Y por qué te vas a llevar esto? -pregunta riendo.
-¿Qué tiene de malo? A veces me siento aburrida y estos dos me han hecho pasar maravillas.
Mike ríe. Yo río.
-No puedo creer lo que escuchan mis oidos.
-Si esto te impresionó, mejor ni te enseñó los que tengo en mi cajón.
-¿Hay más?
-Sí. Tengo a Johnny Depp, Brad Pitt, Ryan Gosling, Orlando Bloom...
-¡Basta! -me interrumpe- Mis oídos están sangrando.
Me río a carcajadas por la cara que pone Mike. Sin duda debe pensar lo peor de mí en estos momentos.
Al día siguiente...
El despertador suena a las cuatro de la mañana. Con los ojos aún cerrados, estiró una mano para apagarlo.
¿Qué pecado he comentido para merecer esto?
Me levanto. Prendo todas las luces y camino por el pasillo hasta el baño. Lavo mi cara y, después, mis dientes. Me niego a bañarme a esta hora, prefiero hacerlo en el hotel. Me visto.