-¿De nuevo la misma historia?- preguntó con tono sarcástico, ya sabiendo la respuesta.
La pequeña recostada en la cama solamente la miró, con esos ojos grandes y de color marrón pero con una leve mezcla de verde, sonrió y asintió. Nunca diría que no a su historia.
-Esta bien, como quieras, mi vida- sonrió la madre, que con su dedo índice tocó la punta de la nariz de la pequeña haciendo que salga otra dulce sonrisa -A veces las personas no tenemos lo que queremos y eso puede ocacionar tristeza. Pero si nos esforzamos por algo que de verdad deseamos, lo podemos conseguir. Aunque tarde, estaremos orgullosos del resultado- sonrió al recordar todo -A muchas personas les gustan los estereotipos, decir como tienen que ser las cosas o como tienen que ser las personas-
-A mi no me gusta eso- susurró la pequeña -son tontos los este... esteri- suspiró porque no le salía la palabra -eso, son tontos-
-Lo sé- murmuró sonriendo -Pero hay personas que no entienden eso, como diría tu abuela "cada loco con su tema"- una leve risita salió de sus labios.
-La abuela es sabia- murmuró.
-Lo es, pero no siempre hay que quedarse con esos pensamientos. Las personas tienen que ser más abiertas- suspiró -Mami deseaba tener un bebé- la pequeña sonrió con todos sus dientes -Pero no podía, mami no podía, mami era infertil- murmuró -Mami no podía tener un bebé, ella necesitaba ayuda-
-De mamá- susurró la pequeña entusiasmada.
-Sí, de mamá- murmuró no muy convencida -Necesitaba de su ayuda, necesitaba de su pancita. Necesitaba que ayude a mami para tener un bebé- sonrió
-Ella es buena-
-Sí, es buena- suspiró -Ella ayudó a mami y logró cumplir los nueve meses de embarazo, los meses que mami no pudo- murmuró triste. No le gustaba llorar al frente de su hija.
-Pero aquí estoy- dijo la pequeña reganlando una sonrisa a su madre.
-Tu eres mi milagro- habló sonriente y repartió varios besos en toda la cara de la pequeña. Siempre se deleitaba con la risa de su pequeña -Tú eres mi pequeño milagro, Ariel-
-Significa León de Dios- sonrió la pequeña.
-Exacto mi genio- dio el último beso en la pequeña nariz -A las personas les gusta criticar por todo, pero mami tenía que ser fuerte, por ambas- sonrió mirando la hora en su celular -Nueve y veinte, hora de dormir-
La pequeña solo suspiró -¿Puedo dormir contigo?- preguntó con su mejor puchero que podi hacer y agregando los ojos de perro mojado.
-No, es hora de dormir- la mayor se levantó de la cama -es pasada de tu hora de dormir- acomodó las cobijas para así la pequeña no pase frío.
-Es injusto- suspiró -Nunca terminas la historia- murmuró cruzada de brazos.
-Ese es el final- dijo lo más obvia.
-Mentira, ese no es el final. Me lo contó la abuela- murmuró.
-¿Qué te contó?- preguntó sorprendida.
-Dijo que su nombre era Lauren- murmuró jugando con sus dedos -Y que tu la querias pero ella no-
-Eso es mentira, Ariel- habló seria.
-La abuela nunca miente- habló mirando a los ojos de su madre -Creo que no es buena- murmuró con lágrimas en los ojos -Ella te rompió el corazón, mami-
-Ariel no digas esas cosas- murmuró no sabiendo que decir -Ella es buena pero se tenía que enfocar en su vida, yo compré su vientre-
-¿Ella no es mi mamá?- preguntó con lágrimas cayendo de sus ojos. La madre negó -¿Por qué? ¿No me quiere?-
-Ariel- suspiró sentándose junto a su pequeña -Ya hablamos de esto y es muy tarde. Ella no es tu mamá, yo sí-
-¿No me quiere?- preguntó mirando a los ojos de su madre.
-Bebé- besó la frente de su hija -Es hora de dormir-
-No me quiere- susurró.
-Lo que importa es que yo te amo con todo mi corazon, Ariel- besó por última vez su frente y se levantó.
-No apagues la luz, aún le tengo miedo al cuco- murmuró secándose las lágrimas.
-Lo sé- habló con una sonrisa -Buenas noches mi león-
-Buenas noches mami-
Camila cerró la puerta y suspiró, odiaba el día en que le conto esa maldita historia, pero no queria que su hija se entere de otra manera.
Siempre le gustaba ser realista con ella aunque solo tuviera cinco años, le gustaba que su pequeña viera como son las cosas.
-¿Hola?- se escuchó del otro lado la voz de su pequeña -Creo que tu nombre es Dios, no sé, pero tía Ally habla contigo y no se como hablar con las personas- sonrió, era tan inocente -Pero me gustaría una sola cosa, no se si eres como un mago o como Santa pero te quiero pedir ver a mamá o Lauren, y quiero pedir que mami sea feliz de nuevo. Gracias y amén, creo-
Camila suspiró, era difícil, a veces, hablar sobre temas con ella.
Tiene cinco años pero sabía que era necesario hablar sobre ciertas cosas. Pero no sabía cómo.
¿Sería más fácil si no le hubiera contado sobre su historia?
Pero los niños son curiosos y en kinder piden fotos familiares. Ella no tendría foto de su papá, no podía ir a buscar por toda la ciudad al donante de esperma y solo por una estúpida foto. Pero podría buscar a esa chica de ojos verdes que alquiló su vientre.
Eso sería estúpido, no te puede gustar la chica que alquiló su vientre. Seguramente tenía familia o alguien.
Camila y sus ideas, nunca le gustó hablar de esas cosas con Ariel.
Y se arrepiente de hacerlo. Pero una parte de ella decía que tenía que hacerlo.
Era como una rivalidad.
-A la mierda- murmuró enojada con ella misma. Caminó a su habitación y buscó ese número que nunca pensó que lo volvería a usar.
Lo encontró, anotado en una agenda, con lapicera de color roja. Su número de teléfono. Y unos corazones a su alrededor.
Mierda que esa chica la tenía a sus pies.
Suspiró por enésima vez y agarró el celular, lo desbloqueo y marcó.
Uno.
Dos.
Tres.
Y al cuarto tono.
-¿Hola?-