V Lettre

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Querida Charlotte:

Sabes cuánto me gusta el misterio, lo que explica el porqué terminé la última carta de esa manera. Bueno, ahora que la incógnita del qué pasó luego de la revelación de Dima, no hubo mucho más. Camille me llamó de urgencia y tuve que irme, no sin antes prometerle a Dima que repetiríamos lo de ese día. Camino al estudio, intenté relajar mi mente, sin resultado. No paraba de pensar sobre la irónica crueldad del destino. ¿Reunir dos almas destrozadas? Si lo que este pretendía era que nuestros pedazos rotos coincidieran con los del otro, se iba a llevar una decepción. Porque aunque nuestro sufrimiento estaba escrito en el mismo papel, nunca sería lo mismo. Nunca lo fue.

La jornada pasó sin nada que destaque, lo que te hace notar cuan aburrida era mi vida antes de que entraras a ella.  En la noche, te envié un mensaje preguntando cuando podíamos vernos. Me respondiste que cuando yo quisiera, y no sabes lo que eso provocó en mí. Mis mejillas se sonrojaron, mi corazón se aceleró y, sin haberlos visto en un espejo, sabía que mis ojos brillaban.

Estaba enamorado.

 Lo sigo estando.

Acordamos vernos al día siguiente, lo que me venía perfecto. En algún momento entre la tarde y la noche, se me había ocurrido una idea un poco loca. Te llevaría al cine y veríamos Danse de l’Amour. Al salir, recrearíamos la escena de la lluvia. Claro está, tú no lo sabrías.  Aún no sabía cómo lo haría, pero estaba convencido de que podría. Quiero decir, ¿Qué tan difícil puede ser rehacer una de las más románticas escenas del cine francés sin que la protagonista lo sepa? Esperaba que no mucho. Tuve suerte al chequear el clima del día siguiente, había probabilidad de un ochenta por ciento de que llueva. La parte difícil se había solucionado, lo único que quedaba era lo fácil.

En la película, Marie y Jon vuelven de una función de títeres callejeros, cuando la lluvia aparece y los empapa por completo. Jon preocupado por la salud de Marie, la carga como a un bebe y comienza a correr camino a casa. Cuando están a unos pasos del departamento de Marie, Jon la deja en el suelo y se arrodilla. Le dice algo extremadamente empalagoso, que sin embargo funciona.

                —Marie, el cargarte hasta aquí me ha demostrado cuanto deseo que seas mía. Quiero cargarte el primer día del resto de nuestras vidas, y que al cruzar el umbral nuestra felicidad se multiplique por cada estrella que hay en el cielo. Mi amor, mi cielo, mi vida, ¿Te casarías conmigo?

Obviamente, el plan no era proponerte matrimonio, solo que te mudaras conmigo.

Al salir del cine, comenzaría a llover. Ese era el método, no podía fallar. Elegí el cine más alejado de tu departamento, así que cuando te cargara y te llevara a casa, me cansaría notablemente. Sin embargo, no te dejaría caminar ni por un minuto. Al llegar, te bajaría y, fingiendo quedarme sin aire, te diría la frase culminante anteriormente estudiada.

Estaba todo planeado.

Sabes lo que sucedió.

Más y más incógnita, lo que no tiene mucho sentido debido a que tú ya lo viviste.

                                                                                                                                                   Tuyo, Julian.

Nuestros Días de LluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora