CAPÍTULO 7.

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Se suponía que cosas como estas eran planificadas y notificadas con tiempo. Luego de haberse dormido ya pasada las dos de la mañana pensando en el beso de un exótico hombre, no quería levantarse de la cama.

Al menos ya estaba lista para irse a trabajar, cuando su jefe;  el señor Ned le llamó para comunicarle que debía estar en el área cinco. Era una de las gabarras de la empresa en donde tenía que permanecer máximo cuarenta y ocho horas en medio de la nada ya que quedaba en medio del agua.

La empresa de su padre tenía siete plataformas, de las cuales esa era la más grande por tanto una de las más importantes. El área de recursos humanos, logística y contabilidad era mucho más grande, pero también era la que más producción e ingresos generaba. Ella en secreto le llamaba "La Mina".

Estar ahí no era tan malo. Si quería pensar o alejarse de todo, era bueno. Las señales para los teléfonos celulares era muy buena, pero las normas de seguridad eran muy estrictas en no usarlos mucho.

De todas manera, no era que tuviera a alguien que dependiera de ella o algún familiar. Así que ella apagaba su teléfono celular y si querían comunicarse con ella, debían esperar a que ella regresara a la civilización.

Hacía un calor del infierno. Sin embargo hizo todo su trabajo y adelantó más. En ese lugar se encontraba el señor Harrison que había trabajado codo a codo con su padre. Conversaba mucho con ella y se encargaba de darle consejos acerca de como mejorar la producción en la plataforma. Todos sus consejos eran acertados. También no perdía oportunidad para decirle que si sus padres estuviesen vivos, estarían muy orgullosos de ella.

En esa plataforma también trabajaba Joe que era el perro fiel de Gissel en el lugar. Era un hombre alto, corpulento, no sabía su edad exacta, lo que si sabía era que no pasaba de treinta y cinco años, y que lo había pillado debajo de las faldas de ella dos años atrás. Tenía que ser realista no podía pretender que Gissel se quedara viuda por todo lo que le quedaba de vida. Quería creer que mientras su padre estuvo vivo, le fue fiel. Aunque muchas veces lo dudó.

En la actualidad no le importaba con quien ella se revolcara en la cama.

Las horas y los días pasaron muy lentos. La dejaron en ese lugar durante más de tres días. La excusa había sido que el helicóptero para ir por ella no estaba disponible en ese momento. Lo único que le preocupaba verdaderamente era el trabajo acumulado que iba a encontrar al llegar a la oficina.

Su humor no era el más agradable. Tenía que ser realista, en esos largos días no dejó de pensar en ningún momento en Yasir Arslan, sus besos y sus caricias. Recordaba una y otra vez la noche de su cumpleaños, lo perfecto que se sintió estar debajo de él.

No le gustaba viajar en helicóptero, le dejaba zumbando los oídos a pesar de usar protección para eso. El viaje era de cuarenta y ocho minutos, pero aún así siempre le hacía sentirse indispuesta.

Al llegar al helipuerto en la azotea del edificio de la empresa, paso desapercibida. A pesar de que había llegado a media mañana, se fue a casa. Quería darse una larga ducha y luego disfrutar de su cama que tanto había extrañado y dormir hasta el día siguiente, si era posible.

Todo lo que tenía planificado para ese día, pudo lograr esa pequeña agenda personal que había elaborado para ella. Se estaba estirando en su cama, recordó que no había encendido su teléfono celular. Así que se levantó y fue en busca del aparato que estaba aún en su bolso.

Estaba asombrada al darse cuenta de que eran las cinco de la tarde. Había dormido mucho.

Cuando encendió el teléfono celular se dio cuenta que tenía muchos correo de voz. El primero era del espeluznante Camilo, la mano derecha de su sexy tormento, diciendo que tenía que presentarse a una reunión de última hora, pero eso había sido el día que ella tan casualmente había tenido que ir a La Mina.

BlackGold ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora