De Tal Senpai, Tal Kohai

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1146 quedó estático. Su mirada se encontró con la de ella, lucía hermosa, completamente sensual y provocativa. Pero un fuerte latido lo hizo entrar en razón.

–¿Cómo...?

–Sí que eres lento, Hakkekkyū chan – rió la eritrocito. –, En otras palabras, me gustas.

El carmesí en las mejillas del glóbulo blanco se esparció a toda su cara. Ella, la célula que tanto había protegido le estaba declarando su amor en ese momento tan íntimo.

–¿Desde cuándo?

–Haces muchas preguntas – se burló.

–Sekkekkyū, por favor, dime.

–Si tengo que ser sincera... – su tono cambió a uno ligeramente tímido. –, Desde el primer momento en que te vi, sentí algo distinto. Creí que eran alucinaciones mías, pero entre más nos encontrábamos, más me encariñaba contigo. Y ahora, estoy completamente segura de lo que siento.

AE38 se acercó para besarlo nuevamente con suavidad. Él aceptó el contacto a pesar de estar asimilando la situación. Fue corto, pero sus sentimientos estaban en ese beso, al separarse ella le sonrió.

–¿Qué demonios estoy haciendo?

1146 se sentó en la cama aún con ella sobre él. La chica lo miraba confundida, mientras él ocultaba su mirada entre sus mechones albinos.

–Sekkekkyū...

Antes que ella pudiera reaccionar, él la abrazó con fuerza, consternándola.

–No puedo hacerlo... No de esta manera.

–¿Qu...Qué sucede? – preguntó la célula sanguínea.

–Perdóname, pero no puedo.

–¿Eh?

–Sekkekkyū, yo también... Te quiero.

Los luceros de AE38 brillaron con intensidad, su cara ardía como nunca y por alguna extraña razón se sintió avergonzada.

–Es por eso... – continuó el leucocito, alejándose para poder mirarla. –, Que necesito saber, ¿qué ocurrió?, ¿Por qué tú y las demás células actúan extraño?

Ella guardó un momento de silencio, dándose el tiempo de observar a la célula inmunitaria. Lo abrazó de nuevo, ocultando su rostro en el pecho de su amado.

–Está bien. Te diré lo que ha pasado.

En otro lugar, entre los pulmones y la tráquea, se encontraba otra célula en camino a recoger oxígeno, para distribuirlo posteriormente. NT4201 era el número que figuraba su boina roja.

–Este día ha sido muy agitado, todo iba normal hasta que nos empapó ese líquido extraño. No me siento muy bien.

El flujo de la sangre se mantenía a un ritmo acelerado. Por momentos, sentía que se caería, pero lograba mantenerse de pie.

–Disculpa.

Una voz la sacó de sus pensamientos, lo cual, la sorprendió, ya que ella no era de hacer amigos. Con una cara tan seria todo el tiempo, eran pocos los compañeros que se le acercaban, no los culpaba y tampoco le incomodaba. Entonces, ¿Quién se atrevía a llamarla?

Buscó a la célula con la mirada y no pudo evitar quedar con la boca abierta al percatarse de qué tipo se trataba.

–Hola – saludó 4989, atrapado entre dos edificios.

Ambos se miraron el uno al otro por un lapso de 10 segundos y después...

–Me voy.

–¡Es...Espera! – insistió el joven leucocito, con una gotita cayéndole de la cabeza.

AlcoholDonde viven las historias. Descúbrelo ahora