El Wendigo

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Cuán terrible es aquello que frente hacerle no quiero, pues aunque su muerte he ordenado él entre los muertos no anda. Miedo me irrita y correr me obliga. Agitado, respirar no puedo, entre los árboles le escucho acecharme. De rama en rama salta y por mí viene. De noche es, del camino poco veo, niebla las sobresalientes raíces oculta.

Su cabeza humana no es, tal animal larga quijada tiene. Poco de él vi, en el instante en que su presencia percibí a correr me eché.

¡Grande sea la diosa, a un pueblo llego!

Por ayuda a los vientos grito y como la noche la luz disipa, todos a sus casas entran. Con fuertes azotes las puertas cerradas quedan, rojas manchas a la vista quedan en la madera.

Y entonces una vieja leyenda recuerdo. En un pueblo del Reino del Sur una bestia, ni hombre ni animal, a las personas acecha tal parca a la humanidad. El viento sopla y sonidos de huesos al chocar se oyen, su quijada semejante a la del caballo golpea la mandíbula superior.

Voltearme no quiero, pues sus pasos acercarse percibo.

Frío en mi espalda siento, su quijada se abre y putrefacto aliento a mi nariz llega. Mis piernas tiemblan, pues a un simple toque está e incapaz soy de moverme.

De repente ensordecer aullido la bestia espeta, ahora despierto me alejo y volteo. Largo manto negro la cubre, su cabeza largos cuernos posee y su entero rostro no es más que las oscuras cavidades de un despellejado cráneo. En donde su ojo debería estar, madera similar a una flecha está incrustada.

—¡Si morir es lo que quieres justo ahí quédate, si contrario el caso muévete!

Con ballesta en mano hombre de extranjero aspecto me socorre. Palabras decir intento, pero mi garganta espacio no deja y, tal como eso, de allí escapo.

Como si el mañana no existiera, corro en euforia ante mi vida salvada. A la salida del pueblo llego y entonces mi paso detengo, en mi brazo un ligero corte hay.

Mi mente mareada se siente, ¿he crecido? El suelo más alejado me parece. El estómago se me retuerce, la columna se encorva, el rostro me duele... Y pronto dos grandes cuernos en mi cabeza aparecen. Contra voluntad la vuelta me doy y consciente dejo de ser.

Cuentos del AbismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora