La Muñeca

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Por mucho tiempo soñado he estado, siempre cuando de casa se va en somnolencia me encuentro. Y pues sin presencia suya no querría estar, sin él nada quiero hacer más que dormitar.

Ayer corazón nuevo me trajo y respirar otra vez puedo. ¿Cuál fue la vez última que el aire aspiré? De pieza en pieza armado mi cuerpo es, sin prisas ni descuidos. Pues el arte, con arte es creado. Maravillosas las piernas con las que bailar puedo, grandiosos los brazos que en su delicadeza todo perciben, magníficos los ojos cuales brillan como reales.

Boca aún no poseo, mas ansiosa no estoy. Yo sé que al encontrar a la perfecta entre la perfección, con titubeo ninguno a mí me la traerá. Así ha sido, es y será, pues el artista en su arte obra.

Mi final momento recordar no debo, puedo ni quiero. El pasado lejano es e importancia no me trae.

Con chirrido, luz ilumina la casa al completo. ¿Ha vuelto ya? Esperar no puedo a que mi cabello peine y acaricie, mis manos tome y de bellos cumplidos me cubra.

—¿¡Qué, en nombre de la Diosa, rayos es esto!?

Voz desconocida, inquietante presencia. Hombre de cuerpo fornido, con respetable traje y perfecto caminar. De la cama me levanto, tambaleante mis piezas reacomodo para que nada soltado se vea.

—Tal atroz acto de inhumana mente, qué es aquello que a tu belleza le han hecho.

Tristeza de sus palabras salen, mi alma tiembla y la razón me es oculta entre las espinas en mi mente clavadas. Y así mis manos a él levanto, hombre que nombre recordar no puedo.

—...Descanso te otorgaré, no permitiré que de tu cuerpo otro sacrilegio sea hecho. Perdóname, amor mío.

Entonces, en mil y un pedazos mi pecho estalla. Flamas de aquí a allá, sin dolor me consumo en el azul siniestro que sólo ceniza roja deja. Palabras quise mencionar, mas incapaz soy, ya que de boca escaseo.

Hubiera deseado, siquiera un instante, recordar su nombre; pues mi alma llora en su despedida.

Cuentos del AbismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora