CAPITULO 1: VLADIR

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Rohanon era un apacible pueblo situado al pie de unas elevadas montañas. Sus habitantes vivían de los cultivos y de la caza, disfrutaban de las ferias ocasionales y la vida transcurría en una rutina sin sobresaltos. Fraili era la partera de aquél lugar y la mayoría de los nacimientos habían sido asistidos por su mano experimentada. Pero tal como suelen ser las contradicciones de la vida, Fraili era estéril y parecía que su destino era ayudar a otras mujeres a dar a luz como una especie de compensación por su triste condición.

Sin embargo el destino le regaló una oportunidad. En una ocasión, una mujer estaba teniendo complicaciones durante el parto y Fraili, casi de inmediato intuyó que las cosas estaban saliendo mal. Las contracciones de la madre no estaban siendo efectivas y llevaba mucho tiempo esforzándose para dar a luz. Era una mujer sola que había quedado embarazada al atender un viajero del cual se había enamorado. El hombre al poco tiempo siguió su camino y aunque ella sufrió su partida, descubrió con felicidad que pronto sería madre. Había transitado el embarazo en armonía y todo parecía desarrollarse con total normalidad. Pero es así como de golpe se encontraba en el parto bañada en sudor, pálida y exhausta, invadida por la dramática sensación de que no iba a salir airosa de aquél evento. Fraili tenía que tomar una decisión urgente o corría el riesgo de perder las dos vidas. La tomó de la mano y mirándola a los ojos le explicó con serenidad.

-Tengo que cortarte y abrirte para sacar al bebé. Sino van a morir los dos.

La mujer estaba rendida y casi anestesiada por el dolor. No podía hablar pero tuvo las fuerzas para sujetarle con firmeza la mano a Fraili y asentar con la cabeza. Pero Fraili aún debía decirle la peor parte. Tuvo el impulso de comunicárselo pero sintió que la lucha de la mujer la estaba excediendo y agregarle otra cuota de dificultad al proceso iba a ser moralmente devastador. Asique calló, tomó unas tijeras gruesas y abrió a la mujer que ante los primeros cortes se desmayó del dolor. Fraili logró rescatar a la bebé que enseguida rompió en llanto. La madre sin embargo quedó tendida en el catre, blanca, inmóvil, inerte. El primer abrazo que la bebé debía sentir de su madre, tuvo que dárselo ella. Fue el abrazo más triste y feliz de su vida.

Fraili adoptó a la beba que se llamó Lúdica. Era traviesa, coqueteaba con los varones, era charlatana y muy inteligente. Con el tiempo se fue desarrollando y pronto comenzó a cautivar las miradas de los hombres y tambien de algunas mujeres. A muy temprana edad, su cuerpo curvilineo se mostraba generoso y fértil y sus llamativos ojos color azul profundo enamoraban a primera vista.

Durante una caminata en la que Lúdica había salido a traer algunos comestibles, conoció a su vecina Dúbila que al verla cargada de cosas, la ayudó y aprovechó para conversar y conocerla. Dúbila era un poco mayor que Lúdica que mediaba la adolescencia y en una de esas jornadas en las que habían planeado un picnic, luego de charlas extensas, miradas a los ojos prolongadas y silencios llenos de curiosidad y deseo, Dúbila le dió el primer beso.

Fraili enseguida sospechó lo que sucedía con ellas y a solas le advirtió a su hija que iba a tener problemas. Que tenía que tener cuidado porque las personas no iban a entender lo que ellas sentían. Pero Lúdica ya estaba enamorada y de nada sirvió la advertencia de Fraili. Sin embargo, ante las miradas torvas de la gente del pueblo, la relación que estaban viviendo pronto se vió envuelta en chismes, acusaciones de enfermedades contagiosas, marginación y maldiciones entre otras penurias. Lúdica se peleaba cada vez más con su mamá y finalmente Dúbila le propuso escapar juntas. Sin avisar ni despedirse, Lúdica se fue de su casa con Dúbila y buscaron un nuevo horizonte que les permitiera vivir y disfrutar de su amor en libertad.

Un camino nuevo se abría para ellas y el sueño que las unía parecía cumplirse paso a paso. Pero durante el viaje fueron interceptadas por un par de ladrones y a pesar de que les entregaron lo poco que tenían, los delincuentes no pudieron resistirse a la tentación de poseer el cuerpo de Lúdica. Fue entonces que Dúbila se interpuso entre ellos y trató de forcejear en vano con los ladrones mientras ordenaba a Lúdica a los gritos que escapara corriendo. Y así lo hizo. Y mientras Dúbila era sometida a las violentas vejaciones de uno de los malvivientes, Lúdica corría entre pastizales tratando de huir en llanto de aquél sujeto que la perseguía cuchillo en mano. Poco pudo hacer contra la velocidad del ladrón que estaba entrenado para escapar y que en esta ocasión aplicaba su destreza para atrapar a una dócil e inocente Lúdica que gritaba desesperada en la mitad de un descampado. El ladrón se avalanzó sobre ella como un león sobre una gacela, babeante y desesperado por devorar su presa indefensa. Forcejeó con ella hasta inmovilizarla con el cuchillo en la garganta mientras ella lloraba y cuando el sujeto se aprestaba para ultrajarla, un golpe de pala cayó sobre su cabeza liquidandolo de inmediato. Lúdica gritó del espanto y quedó en el piso llorando sin consuelo. Un campesino había escuchado los gritos y acudido para ayudarla. Su nombre era Lodomir. Al regresar por el camino, el otro ladrón no estaba y en un costado de la ruta se hallaba el cuerpo sin vida de Dúbila que había sido violada y acuchillada salvajemente.

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