CAPITULO 3: VITTELUS

12 2 0
                                    

La espada de Dragomir fué confiscada y a cambio le fué entregada una espada del mismo largo pero con la diferencia de que esta era tres veces más ancha y el cuádruple de gruesa. Estaba hecha de piedra, pesaba veinte veces más y no poseía filo. Tirada en un rincón del patio como aquél objeto obsoleto y primitivo que había sido la pena y el llanto para cientos y cientos de alumnos durante su entrenamiento, esperaba pacientemente la llegada de su próxima víctima. Ya informado de su nueva adquisición, Dragomir se acercó algo desconcertado hacia el extraño objeto y lo tomó por la empuñadura. Luego jaló. La espada parecía haber sido clavada en el piso. Entonces intentó levantarla con ambas manos y solo así consiguió levantar una parte del arma ya que no lograba que la punta de la espada despegase del piso. Dundir, su servidor, tomó una soga corta y fina que usó para atar las manos de Dragomir a la empuñadura de la espada.

-No se preocupe señor. El capitán sabe lo que hace. –le dijo el joven en voz baja.Pero esa aclaración, más que tranquilizar, inquietaba.

-Espero saberlo yo también. –respondió Dragomir con una sonrisa nerviosa mientras veía como el capitán se acercaba con una caña en las manos.

-¡Bien! –dijo el hombre sonriente. –Veamos que tan buena es tu defensa. Espero que no te dejes golpear... mucho.

-¡Pero señor! –exclamó Dragomir con voz temblorosa. –¡No la puedo levantar!

En ese momento, Vladir lanzó un golpe con todas sus fuerzas a la cabeza del muchacho. Al no poder levantar la espada ni alejarse del ataque porque la misma lo inmovilizaba, Dragomir se agachó dejando pasar por encima de su cabeza la caña rasante.

-¡Muy bien! –exclamó con aprobación el capitán. –Pero no siempre atacarán tu cabeza y no siempre podrás esquivar los golpes... Tendrás que utilizar tu espada...

El capitán volvió a lanzarle otro golpe asestando contundentemente en las costillas de Dragomir que adolorido, emitió un breve y contenido alarido.

-Tendrás que usar la espada... –repitió Vladir con una sonrisa maliciosa.

La clase se desarrolló sin sorpresas y con más frustraciones que logros. Dundir presenciaba la paliza tapándose los ojos con las manos por la impresión que la escena le causaba pero el llamado del morbo entreabría sus dedos para que no se le escapara ningún detalle de la golpiza. Cansado de escuchar los reiterados llamados que lo incitaban a levantar la espada de piedra, Dragomir se contentó, rendido y resignado, con resistir la copiosa lluvia de golpes endemoniados que el capitán le propinaba con fuerza ya que todos sus esfuerzos por levantar la piedra habían sido en vano al comprobar que sus débiles músculos ignoraban por completo sus desesperados pedidos de ayuda.

El descanso que advino después tampoco fue agradable para Dragomir que recostado en su cama, apenas podía encontrar alguna posición en dónde no apoyase alguna parte resentida de su cuerpo. ̈Siempre las primeras veces fueron difíciles ̈ pensaba en un vago intento de consolarse en la soledad del cuarto sin saber lo que aún le esperaba. ̈Tus brazos son débiles, muchacho ̈ le decía Vladir; ̈Si no tienes fuerza en tus brazos estarás muerto, niño. Bien muerto... ̈

Y lento sería el transcurso de aquéllas jornadas en que Dragomir aprovechaba durante los descansos para echarle una mirada piadosa a su cuerpo donde ya no podía encontrar zonas que no estuviesen marcadas por algún doloroso moretón. Durante el entrenamiento, Dragomir se limitaba únicamente a corretear por la plaza con la espada a rastra mientras que Vladir lo perseguía reboleando su caña prácticamente destruida de tanto golpear. Dundir no se perdía ni una sola clase y sentado en el borde de la fuente, alentaba siempre a su amo con palabras tal vez no muy enérgicas aunque siempre alentadoras.

MUNDO PROFUNDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora