CAPITULO 10: GASPAN

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-Orcos –dijo Abbalas seriamente. Inmediatamente despues una tropa de hombres armados cruzaba la calle al galope. 

-Vamonos de aquí –dijo Dragomir asustado.

El grupo aceleró el trote y cuando cruzó la salida, una serie de indicios delataron instantáneamente la presencia de una fuerza enemiga. Inmediatamente pudieron comprobar que la entrada estaba adornada por una docena de guardias mortalmente heridos que yacían desparramados por todo el lugar. Los guardias habían sido alcanzados por flechas y finalmente los habrían terminado con algún golpe contundente en la cabeza o atravesado el pecho. Nada de ritos y otros hábitos que exigiesen demasiado tiempo. Todo parecía indicar que el ataque había sido muy veloz. Abbalas desmotó y arrancó una de las flechas que permanecía incrustada en el pecho de un guardia. Algunas carretas habían sido volcadas y las mercancías estaban regadas por el suelo. No muy lejos de ahí, una dirigencia había volcado y una de sus ruedas continuaba girando en falso. A lo lejos la música cesaba y era reemplazada por el griterío de una multitud en pánico. El grupó salió de la ciudad aceleradamente pero en vez de continuar por el camino, Vittelus los desvió por los cultivos para no exponerse. Recorrieron una distancia prudencial para finalmente detenerse y hacer un replanteo de la situación.

-No son orcos comunes... –aclaró Abbalas mientras exhibía el proyectil.

-Rambrakraah. –sentenció Vittelus.

Abbalas sonrió mientras exhibía las plumas de la flecha.

-Plumas amarillas... –dijo mientras las acariciaba con sus dedos. –Un color claro que el ojo humano lo confunde fácilmente en la obscuridad con el color blanco que habitualmente caracteriza la mayoría las plumas usadas para este tipo de proyectiles.

-¿Las fuerzas de Rambrakraah?¿Aquí? –dijo Yeri asustada.

En ese preciso instante, el rugido de una multitud de criaturas salvajes proveniente del centro de la ciudad estremeció la tierra como un terrible estruendo reverberante. Todos enmudecieron de pavor.

-¡Al diablo con esa maldita pluma! –exclamó Dragomir. –¡Larguémonos de aquí!

El grupo retomó el camino principal y partió al galope hacia Jastin alejándose de la trágica escena tan pronto como le fue posible. Despues de un rato, lograron que el rumor provocado por las bestias rugientes desapareciera en el silencio de los campos abiertos.

-¿Que estará pasando? –preguntó Yeri angustiada.

-¿Cómo es posible que nadie haya advertido el avance de tropas de orcos hacia una ciudad como Efenor? –dijo Hikir confundido.

-Las fuerzas obscuras de Rambrakraah no están compuestas solamente por orcos... –aclaró Abbalas. –El ataque a la ciudad pudo haber sido ejecutado por otras razas además de los orcos... Rambrakraah alberga toda clase de criaturas extrañas y quien sabe si alguna de ellas asistió a esas bestias...Alguien los dirige. No existen orcos, por mas hábiles e inteligentes que sean, capaces de emprender y ejecutar un ataque sorpresa contra una ciudad entera. Además esperaron el momento de la fiesta. Estaba todo planificado. Entraron por el frente de la ciudad. No son muchos.

-¿Como es que un cartógrafo sabe tanto de estrategias de guerra? - preguntó Hikir mirando fijo a los ojos del elfo.

-Es sentido común. -respondió el elfo. El grupo cayó en un silencio. Estaban asimilando lo sucedido y todo parecía indicar que habían sido testigos de un evento que se proyectaba en mayor escala.

-Todavía no puedo creer que Efenor haya sido atacada... –dijo Yeri asustada.

El silencio de la zona exasperaba al grupo y agravaba más aún las terribles sospechas sobre la posibilidad de que algo grave, muy grave estaba sucediendo. La situación era muy confusa y nadie lograba del todo comprender lo que había sucedido. El camino que transitaban estaba desierto y aunque todos sabían que la fiesta paralizaba las actividades comerciales de la zona, la extraña ausencia de viajeros en el camino alteraba considerablemente los nervios de grupo.

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