CAPITULO 6: ABBALAS

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A b b a l a s

Lotok era un caballo de guerra pesado cuya musculatura se caracterizaba por una alta fibrosidad. Tosco en apariencia, su flexibilidad y su agilidad eran sin embargo sus mayores cualidades. El pelaje, obscuro y brilloso, poseía reflejos azules mientras que los ojos, negros como el cielo que cubría la tierra, conservaban un misterioso destello rojizo que se vislumbraba según el punto de observación. Su mirada alternaba inexplicablemente de expresión que a veces apagada e inerte podía cobrar súbitamente un fulgor relampagueante lleno de astucia y vigor. En el establo, Dragomir lo contempló un buen rato justo antes de sacarlo para entrenar con él por primera vez. Luego de ponerle la montura, montó sobre el caballo sin que este opusiese ningún tipo de resistencia. Un toque con la punta de los talones hizo que Lotok se pusiera en marcha y saliese del establo. Durante su infancia, Dragomir había montado muchos caballos pertenecientes al rey por los jardines del palacio real y eso lo había convertido en un jinete ejemplar. Pero ninguno de los caballos que había conocido podían compararse con Lotok. El paso de este descomunal caballo de guerra que podía llegar a pesar casi tanto como un pequeño elefante, transmitía tal sensación de seguridad y de poder que Dragomir, visualizando el mundo desde una altura superior, sentía que su fuerza se triplicaba y que su cuerpo unido al de su caballo, generaban una energía arrolladora. La presencia de Lotok era perceptible aún cuando estaba fuera del campo visual ya que sus pesadas patas se hundían en el piso de tierra como si fuese de fango, estremeciéndolo con tanta intensidad que cualquier ser humano podía percibir en las plantas de sus pies las vibraciones proyectadas por los pasos de la bestia mucho antes de que el oído pudiese captar el sonido de sus pisadas.

Al llegar a la plaza, Dragomir se percató de que Vladir no había llegado aún. La ausencia del capitán era sin dudas un motivo por el cual preocuparse ya que este jamás llegaba tarde a la clase. El joven esperó un rato en la plaza donde el silencio apenas era interrumpido por unas voces muy lejanas cuya fuente se repartía confusamente por el aire. Nadie circulaba. Hasta Dundir cuyo presentismo era perfecto, en esta ocasión había faltado. El lugar parecía haber sido abandonado hacía mucho tiempo. Tan solo por un momento, Dragomir pensó que se había levantado muy temprano y que era el único que estaba despierto en todo el lugar. Recordaba sin embargo haber visto bastante gente en el comedor. De hecho, todavía no podía olvidar el horrible bostezo con la boca llena de Vittelus que lo saludó mientras él mordisqueaba su mendrugo de pan. Su preocupación no tardó en transformarse en confusión cuando súbitamen- te, Lotok se estremeció convulsivamente. Dragomir miró a su alrededor con cierto temor pensando que tal vez encontraría el motivo que justificaría la reacción alarmante del caballo. Pero solo notó como el viento se agitaba bruscamente. Una de las puertas del establo se cerró con violencia y el eco del golpe se replicó por toda la casa hasta desvanecerse en el en la arena de la plaza. Reinaba un silencio que se había tornado insoportablemente sospechoso. Y cuando el eco dejaba de retumbar en la mente del joven, el primitivo instinto de supervivencia advino al espíritu de Dragomir que instinctivamente volteó la cabeza para clavar su mirada en aquella puerta cerrada. Fue cuando la sospecha se convirtió en temor cuando la puerta se abrió muy lentamente. Lotok dió un paso adelante. Dragomir lo detuvo al ver como un caballo montado por una figura humanoide se asomaba por la abertura. Vestía una coraza metálica y en su mano derecha portaba un escudo mientras que una puntiaguda lanza de torneo armaba su izquierda. La cabeza estaba sin embargo libre de protección y sólo una máscara con una sonrisa burlona cubría el misterioso rostro del jinete. Tenía una nariz extremadamente larga, menton pronunciado, entrecejo fruncido y los pómulos sobresalían grotescamente dando la sensación de que los ojos estaban más hundidos aún en las oscuras cuencas. La cara parecía reírse con malas intenciones. Dragomir intentó en vano adivinar el color del caballo pero eso no le era posible ya que las antorchas estaban apagadas y en la oscuridad solo podía contentarse con una variedad de grises. Intuía sin embargo que el caballo podía ser de color marrón (a diferencia de los elfos que en la completa oscuridad pueden discernir los colores con nitidez, los humanos deben conformarse con un conjunto de grises que varían en su claridad). Dragomir trató de tranquilizar a Lotok que se mostraba sumamente inquieto. ̈Si no tuviese armadura, el tamaño del cuerpo sería muy parecido al del capitán. Solo él se divierte con estas estupideces. Estoy seguro que esto forma parte del entrenamiento ̈ pensaba el guerrero mientras veía como el jinete avanzaba lentamente hacia él.

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