capítulo 1: Billie Eilish.

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El taxi me dejó en la calle 21 la mañana del viernes 13 de agosto del 2020. El cielo estaba completamente despejado, pintado de un azul celeste muy hermoso. En lo alto, el sol parecía no dar tregua. No veía la hora de sacar las valijas del maletero y pedirle a mi hermana que me dejara usar su ducha.

Ya me sentía un verdadero asco, ¿cómo era posible que el verano nos estuviese azotando de esa manera? Bueno, eso era simple: el calentamiento global.

Llevaba conmigo dos maletas, lo justo y lo necesario. Lo suficiente para subsistir unos cuantos meses en su casa hasta que pudiese encontrar un buen empleo y obtener mi propio departamento. Todo eso sin dejar la universidad. Mi primer trimestre empezaba en unas cuantas semanas, de modo que debía comenzar a prepararme para los primeros días, que si bien serían tranquilos, también serían la clave para el resto de los meses.

Cuando hablé con mi hermana Ashley para ir a Londres a estudiar Historia le pareció bien. Allí en Boston las cosas no estaban bien. Con mis padres arrancándose los pelos por el divorcio, no podía estar un día tranquila sin que alguno me llamara por teléfono al cuarto que mi amiga Danielle y yo compartíamos en el campus de la universidad.

A veces mis padres resultaban una tortura.

Avancé por el camino de gravilla en cortas zancadas mientras arrastraba las maletas detrás de mí y subí las escaleras del pórtico. La casa parecía silenciosa. Miré a mí alrededor. Había un solo auto en la entrada: un Mitsubishi Lancer Evolución color azul eléctrico que parecía un auto de carreras, pero sin etiquetas de patrocinadores. Lo reconocí porque había visto una publicidad en la televisión.

Me sequé el sudor de la frente con el dorso de la mano y dejé las maletas a un lado de mis piernas. Acto seguido, toqué el timbre y esperé.

Oí unos pasos provenientes del interior de la casa y luego un ruido del picaporte al girar. Respiré profundo pensando en la hermosa ducha que tomaría en solo unos minutos. Santo Dios, ya lo estaba disfrutando.

La puerta comenzó a abrirse y Katherine, la esposa de mi hermana me recibió con una extraña mueca en sus labios, como si no esperase que yo llegara. La miré por una fracción de tiempo. ¿Cuánto había cambiado? Su cabello se veía más claro, llevaba lentes de aviador y tenía un cuerpo... mi fuero interno se aclaró la garganta. ¿Ese era su cuerpo? No, imposible. Esa mujer se la había pasado en el gimnasio y había resultado... bien.

-Hola, Kath, ¿cómo estás? Te ves...--demasiado.--Bien.

Ella sonrió ampliamente y se apoyó sobre el umbral de la puerta con un gesto que fue cien por ciento arrogante, lo que me dio el primer indicio.

-Hola, nena ¿buscas a alguien?.--dijo y arqueé las cejas. Algo andaba mal aquí. Nunca había oído a Katherine decir "nena".

O me equivoqué de casa o ella se había convertido en otra persona.

-¿Ashley no te dijo que vendría?.--pregunté. Diablos, me estaba muriendo de calor, y la vista de sus pechos y sus brazos comenzaba a empeorarlo todavía más.

No había derecho.

-Ashley no habló de esto conmigo.

-¿Cómo? ¡Yo le avisé que vendría!.--exclamé.

Aquello era técnicamente imposible: Ashley siempre hablaba con Kath sobre todo. Aunque viéndola bien, si se comportaba de esta manera, estaba claro por qué mi hermana no le había dicho nada. Su esposa parecía haberse convertido en una cabeza de chorlito.

Alzó su mano para quitarse los anteojos y allí fue cuando caí en cuenta de lo que estaba sucediendo.

¿Cómo podía haber sido tan ciega?

DestrucciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora