capítulo 15: El lugar más seguro.

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Llegamos al hospital al cabo de media hora y entramos literalmente corriendo. Ambas estábamos muy preocupadas, pero era Billie quien estaba peor, puesto que parecía encontrarse al borde de la histeria absoluta.

En el camino tratamos de comunicarnos con Ashley o con Kath, pero se nos complicó. Ambas tenían audiencia esa mañana y ninguna atendía el teléfono. Yo ya me estaba poniendo nerviosa porque nadie nos atendía en la recepción de urgencias. A su vez, Billie estaba apoyada sobre el mostrador y se pasaba la mano por el cabello cada dos por tres.

-¿Cuánto más van a tardar en atendernos?.--preguntó con la voz ahogada.

-Ahí viene la recepcionista.--dije.

Una rubia de unos 25 años, que desgraciadamente no apartó la vista de Billie en ningún momento, pasó por detrás de nosotras y se sentó en su sillón de oficina frente a una computadora de pantalla plana. Se puso sus anteojos y luego se dignó de una maldita vez a voltearse hacia nosotras batiendo sus pestañas como una zorra.

-¿Sí? ¿En qué puedo ayudarlas?.--dijo.

-Estamos buscando a Gael O'Connell, ha entrado de urgencias como hace 20 minutos.--explicó Billie al borde del pánico.

La rubia rebuscó entre unos papeles y sacó una pequeña carpeta. ¿Por qué mierda era tan lenta?

-Sí, aquí está. Piso 6, sala de terapia intermedia, puerta H.

-¿Terapia intermedia?.--pregunté, asustada. Billie viró sus ojos hacia mí con una mirada que expresaba claramente su preocupación, y luego le preguntó a la rubia qué había sucedido.

-¿Está fuera de peligro?.--añadió.

Ella asintió.

-Sí, no se preocupen. El doctor Maurice las atenderá en cuanto suban.

Ambas asentimos al unísono y nos dirigimos rápidamente hacia el elevador. Billie apretó un botón, y en segundos las puertas se abrieron y nos deslizamos dentro.

-No puedo creer que esto nos esté pasando.--susurró ella, llevándose las manos al rostro.--No puedo creer que el pequeño haya sufrido un accidente que lo dejara en terapia intermedia.

Dejó caer las manos a los costados de su cuerpo y apoyó su espalda contra el espejo. Me mordí el labio con fuerza en cuanto atisbé sus lágrimas cayendo lentamente por sus mejillas y el corazón se me estrujó. Nunca creí que verla llorar me provocaría tanta angustia. Y la abracé, y ella a mí. Y tal vez era lo único que podíamos hacer en ese momento.

Sentí sus brazos rodeándome con fuerza y su mentón sobre la coronilla de mi cabeza. Cerré los ojos y susurré algunas palabras:

-Vamos, Bills, él va a estar bien.

Billie olía a jabón, siempre. A veces también a sudor y jabón juntos.

-Lo sé, pero no puedo dejar de pensar en que podría haberle pasado algo peor, ¿y si...?

-Shhh... Ni siquiera pienses en eso. Gael está bien y tenemos que agradecer por ello.

Ella me estrechó con más fuerza y en silencio absoluto. Enterré mi rostro en su pecho pensando en lo difícil que le resultaba a Billie todo esto. Solo podía oír sus profundas respiraciones que denotaban claramente lo abrumada que se sentía.

Segundos después, el elevador abrió sus puertas y Billie me liberó del lugar al que ya anhelaba volver. El único lugar en donde siempre me sentiría a gusto, confortada y segura: en sus brazos.

Sin embargo, nuestro contacto no se cortó. Billie me tomó de la mano con firmeza y me condujo así hasta la sala de terapia intermedia.

Llegamos hasta la habitación H, en donde tenían a Gael, y luego de llamar a la puerta, un médico salió a atendernos.

DestrucciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora