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El día de la mudanza, Kuroo y Bokuto ayudaban metiendo parte de los pocos muebles que sacaron a escondidas de la casa del pelirrojo. Por otra parte Kenma, Tsukishima y el propio Shoyo descargaban las cajas, el senpai del enano estuvo solo para entregarle su copia de las llaves y saludar a los amigos del chico; le dijo que no se preocupara y que no llegaría por la noche, por lo que pidió seriamente al rubio más alto que se quedara ésa noche con el más bajo para cuidarlo. Ambos ya habían acordarlo hacerlo de todos modos, sin embargo Kei aceptó ''cuidar'' de su bolita de amor.




-No hagan cosas que yo no haría- molestaba a cada rato el único pelinegro del grupo por ése momento, Kuroo. Kenma reía por lo bajo. El peligris por otro lado no disimulaba tanto.





-¡JAJAJAJA! Ellos quieren hacer sus cositas, apurémonos para que queden solitos- decía Bokuto, con aquella voz tan estridente suya. El rubio se sonrojó hasta las orejas.





-¡SOLO LLEVAMOS UN DÍA SALIENDO!- gritó Kei, ignorando deliberadamente el ''komo lo zupo'' que susurró Shoyo a lo dicho por Bokuto. Sus demás amigos solo rieron por la escena.





-Ya dejen al pobre de Tsukki- la puerta era abierta y Akaashi ingresaba por ella, traía unas bolsas con botanas que había comprado de la tienda de la esquina para la celebración de la mudanza de Shoyo.





-¡AKAAAAAASHI! ¡TE EXTRAÑÉ!- el grito de Bokuto probablemente se oyó hasta la torre de tokyo. El Tsukihina compartió una mirada de ''¿En serio?''antes de suspirar.





Sin embargo el ambiente dentro del departamento era agradable. Las risas continuaban y cada vez era menos lo que debían ordenar. Shoyo se encontraba poniendo un par de libros en un estante que Akaashi acababa de instalar; el chico era una especie de MacGyver moderno.





-Ugh... no pongas eso ahí- dijo rápidamente, al ver como Kuroo pondría un pequeño cuadro de su hermana en el estante.



-Oh, de acuerdo, ¿Podrás otra cosa allí?- preguntó, Shoyo asintió comenzando a guardar su ropa en el armario.



-Sí, es el lugar para las figuras de Shima, muy pronto sus dinosaurios ya no entrarán en su apartamento- Kei lo oyó y su orejas se pusieron rojas, no encontraba fallas a su lógica. Kuroo por otro lado soltó una carcajada.




-Ustedes sí que piensan a futuro- dijo, ésta vez ninguno pudo cubrir su sonrojo.



-Pff...éso no es pensar a futuro- dijo poco impresionado Bokuto, los demás lo miraron curiosos.




-Bueno ya que insisten les explicaré...- comenzó con voz solemne.




-Pensar a futuro es... poner Odín a tu hijo y que éste le ponga Thor a tu nieto, así tú serás el padre de todo- Bokuto hizo una cara extraña que debía verse como malévola pero sólo se veía graciosa mientras juntaba los dedos como Mr. Burns de The Simpsons. Un silencio llenó la sala y Shoyo miró con determinación a Kei.



-Shima, tengamos un gato llamado Odín-




-...- silencio dramático.





-...- otro, un poco más dramático.






-Bueno- y Bokuto gritó.




-NI LO PIENSEN ¡Mi primer hijo con Akashii se llamará Odín!- y las risas comenzaron nuevamente.









La tarde entera se habían pasado en ello, ordenar su lado del departamento, sacando sus pocas pertenencias de las cajas y ya para el final de la tarde todos juntos en la habitación comiendo basura y viendo series en la computadora del pelirrojo.

Habían dado las ocho de la noche cuando poco a poco los amigos se fueron marchando. Para cuando anocheció solo quedaba la pareja; acostados en medio de la habitación, Shoyo con la cabeza sobre el pecho de Shima, ambos en silencio, simplemente disfrutando de la cercanía entre ellos.




-Es increible - el rubio fue el primero en hablar.


-¿A qué te refieres?- preguntó el más bajo, cerrando los ojos para concentrarse en el sonido de su voz, en el sonido de los latidos del chico de los tatuajes.


-A todo, a que estés aquí, a que pronto irás a la Universidad, a ésta sensación de felicidad que tengo desde que te conocí... es simplemente increíble. Tú eres increíble- una mano comenzó a acariciar los rojos cabellos del más bajo.




-Yo creo que él genial eres tú, me ayudaste aún cunado ni siquiera sabías quién era... eres una persona demasiado buena, con el corazón mas hermoso que tuve el placer de conocer- Shoyo levantó la cabeza para mirarlo.




-Y lo mejor de todo es que ahora eres mío- ambos sonrieron, antes de darse un suave beso. Sus labios se rozaban con delicadeza, Shoyo acunaba las mejillas del rubio con tanto cariño.

Sus respiraciones poco a poco iban acelerándose y las manos de Kei no podían mantenerse quietas, iban desde el hombro del pelirrojo hasta su cintura y antes de que ambos se dieran cuenta sus manos ya iban bajo su ropa, acariciando la tibia piel de la espalda baja de Shoyo. Un ronco gemido se oyó y resonó por toda la silenciosa habitación; en un movimiento rápido el pelirrojo se había sentado sobre la ingle de Kei, apresaba sus manos cada una al lado de su rostro y sus labios atacaban su cuello.



-...Shoyo- fue un gemido lastimero, necesitado, el más bajo mordió con un poco de fuerza la piel expuesta, dejando que un escalofrío recorra al rubio.



Sus respiraciones se hicieron incluso más pesadas para ése punto. Sin embargo, los besos profundos poco a poco iban haciéndose menos demandantes, con más cariño que pasión, como el toque de una mariposa.



-Deberíamos parar- decía Shoyo, besando las mejillas rojas de Shima, quien se dejaba mimar.


-Deberíamos- respondió el rubio, provocando una suave risa en el más bajo.



-Vamos a la cama, a dormir, mañana tengamos una cita- el corazón de Kei palpitó con fuerza y sólo pudo asentir de acuerdo con la idea.



-Está bien, mañana podremos hacer un largo recorrido, para que puedas conocer todo- Shoyo le regaló una de esas hermosas sonrisas y ambos se levantaron del piso, caminando en dirección al futón que compartirían.


























-¿Alguna vez te imaginaste así?- fue entrada la noche, con las luces apagadas y la luz de los faroles ingresando por la ventana cuando Kei hizo su pregunta.



-¿Cómo así? ¿En Tokyo? ¿O en Tokyo con un increíble chico hermoso durmiendo junto a mí?- Shoyo pudo aún en la oscuridad ver como las orejas de Kei se ponían rojas, sonrió abrazándolo por espalda, comenzó a acariciar con la punta de su nariz el tatuaje de la espalda del rubio.



-Tonto- murmuró avergonzado Kei, el pelirrojo lo abrazó con más fuerza de la cintura.


-Sabes a lo que me refiero- se oyó el murmullo del rubio, hubo un movimiento bajo el futón y ahora se encontraban cara a cara. Shoyo le tomó de las mejillas.


-Jamás- respondió.



-Nunca imaginé ser así de feliz, nunca imaginé que alguna vez pudiera perdonarme por la muerte de mi hermana, jamás pensé que encontraría nuevos amigos, jamás pensé enamorarme del chico de los tatuajes que vi ése día en la playa-  y en ningún momento apartó la mirada de los ojos de Kei mientras lo decía, jamás apartó sus caricias de sus mejillas y una vez que todo aquello fue dicho; pasó mucho tiempo antes de que sus labios se pudieran separar nuevamente.



-Te quiero- el primero en en mencionarlo fue el rubio. Juntó sus frentes y cerró los ojos, disfrutando de toda esa cercanía. De sus pieles tocándose, del calor de sus corazones que parecían latir al mismo ritmo.


-También te quiero Kei- y no hablaron más. Shoyo se escondió en el pecho del rubio abrazándolo por la cintura y así habían quedado dormidos. Con la promesa de un futuro mejor.

The guy with the tattoosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora