Capítulo 7: Un mes después.

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Niko se despertó un día más en su solitario piso. Llevaba varias semanas durmiendo mal y aquel día no era la excepción. Miró el reloj, las 5 de la mañana. Sabía que ya no podría volverse a dormir así que, decaído, se arregló para ir a trabajar. Sin embargo, al tener mucho tiempo libre antes de que empezara su jornada, se desvió de su camino y fue andando lentamente hacia las afueras. Su cuerpo sabía la ruta a seguir, la había realizado muchas veces en los últimos años, pero su mente estaba ausente. Como en trance, anduvo todo el camino hasta llegar al cementerio de la ciudad. Así, entre las altas y laberínticas paredes donde se acumulaban cientos de cubículos con las cenizas de familias enteras, se dirigió hacia el que buscaba. La placa rezaba: "Familia Prijatel" junto con tres nombres. Habían perdido mucho dinero en las facturas del hospital así que no habían podido pagar para conservar las cenizas de sus antepasados más lejanos. Sin embargo, Niko no podía dejar que esos tres nombres desaparecieran, todavía no, era lo único que le quedaba de ellos. Allí descansaban en paz sus padres. Y, desde hacía ya un mes, también su querida hermana. En ese momento, salió del trance y, con los ojos empañados, empezó a hablar:

- Buenos días papá, mamá, Linaly. ¿Estáis bien los tres? Se supone que las almas desaparecen con los cuerpos pero...- Se interrumpió un momento tragando saliva.- Espero que estéis juntos y felices en alguna parte. Últimamente he venido mucho pero no tenéis que preocuparos por mí. Celes fue a trabajar con la Orden pero aún tengo muchos amigos en el trabajo y quedo con el abuelo de vez en cuando para dar una vuelta o cenar. Me habría gustado que siguiérais todos aquí pero estoy bien, más o menos. Linaly...- Volvió a parar mientras se dirigía a su hermana, le estaba costando retener las lágrimas.- Me alegro de que... al menos hayas dejado de sufrir. Tu hermano está bien así que debes descansar en paz, ¿de acuerdo?

No pudo detener más las lágrimas y se volvió de espaldas al cubículo que guardaba las cenizas de las personas más importantes para él mientras se limpiaba la cara.

- Lo siento... no quería llorar delante vuestra.- Tras sonarse la nariz continuó con la voz aún rota.- Se está haciendo tarde, tengo que ir a trabajar. Volveré mañana.

Aún le quedaba tiempo pero cada vez le costaba más mantenerse sereno en aquel lugar y, tal como había dicho, no quería llorar delante de ellos. Su único consuelo era que las almas de sus familiares no hubieran desaparecido. Esperaba que pudieran verle y oírle, hacerle compañía incluso sin sus formas físicas. Sinceramente, no estaba tan bien como quería hacerles creer. Odiaba a Celes por haberle dejado solo, sin decirle ni una palabra, justo tras la muerte de su hermana. Durante el año que habían trabajado juntos había llegado a considerarlo como su mejor amigo pero le había traicionado sin pensárselo dos veces. Cada vez que se quejaba de esta forma ante el anciano le daba la razón: nadie podía decirle que no a la Orden, pero aún así había sido demasiado cruel. Al pensar en el anciano a quien había considerado como un abuelo adoptivo desde que era un niño, los ojos se le volvieron a empañar. Su salud había empeorado y, aunque al principio había tratado de disimularlo, dejó de poder ir a trabajar a mediados de Flosil. Ahora pasaba los días en casa, descansando y de vez en cuando Niko iba a hacerle compañía, llevándole comida o dinero. Aquel día, como de costumbre, pensaba ir a visitarle después de la jornada.

Mientras trabajaba, escuchó a dos de sus compañeros hablando de él en los vestuarios. Cuando le vieron aparecer se callaron pero logró captar parte del mensaje. No le sorprendía, no era la primera vez que sus compañeros comentaban su drástico cambio tras las vacaciones de año nuevo. Siempre había estado sonriente, bromeando y charlando con los demás. Sin embargo, cuando murió Linaly pareció haber olvidado cómo se hacía. Le costaba muchísimo fingir ser feliz tras perder lo más importante de su vida y, siendo sinceros, había dejado de parecerle importante. De esta forma, había descubierto también la clase de amigos que había tenido hasta entonces. Todos en el trabajo comentaban su cambio con indignación, sin entender su repentina apatía y Celes... No quería siquiera oír decir su nombre. El único que había continuado a su lado y le había apoyado era el anciano y ahora luchaba completamente solo contra la enfermedad. ¿De qué servía haber trabajado toda una vida si al final de esta estaría solo? ¿De qué servía hacer amigos si ninguno le apoyaría en un mal momento? ¿De qué servía esforzarse siquiera? Intentó sacudir esos pensamientos de su mente, luchando contra el pesimismo, pero una deformada voz le repetía insistente en su cabeza: "Tenías a Celes y te ha abandonado. Tenías a Linaly y ahora es solo cenizas. Tenías a tus compañeros pero todos te dan la espalda. Dime, ¿qué te queda en este mundo?" Solo la imagen del anciano le ayudaba a mantenerla a raya.

Celes, un mundo perfecto #Wattys2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora