Capítulo 8: En busca de Celes.

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 Secando con la manga del pijama el sudor frío que le corría por la frente, Niko se levantó. Ya era bastante tarde y debía empezar la búsqueda. Le había prometido al anciano en su mente que no se rendiría hasta que no lograra encontrar a Celes y le pidiera explicaciones. Vistiéndose rápidamente, llamó a su casa. Sabía que era probable que hubiera cambiado de vivienda y teléfono pero aún así quería intentarlo. Como esperaba, nadie contestó al otro lado de la línea. Cogiendo las llaves salió rápidamente de casa sin hambre como para desayunar y comenzó a caminar hacia la parada de monoraíl. No tenía coche pero sabía que una de las líneas circulares le dejaba cerca de la casa de Celes. Sin embargo, apenas tenía dos horas antes de empezar su jornada así que debía darse prisa. Tras comprobar el mapa de la estación, se montó en el monoraíl. A esas horas estaba lleno de trabajadores y apestaba a humanidad así que solía evitarlo pero esa vez era necesario, quería ir antes del trabajo. El gerente no le dejaría ver dónde había ido Celes así como así, pero si no era capaz de encontrarle por otros métodos tal vez hiciera una excepción. Además, existía la posibilidad de que hubiera dejado alguna pista en su casa. De cualquier modo, quería ir y comprobarlo con sus propios ojos. Con estos pensamientos en mente, estuvo a punto de saltarse la estación. Esquivando una marea de gente, llegó al barrio que buscaba, uno de clase baja a las afueras. La casa de Celes estaba más adelante. Revolviendo entre su manojo de llaves sacó unas que le había dejado su amigo una vez y abrió la oxidada cerradura de la puerta de entrada. Subiendo lentamente las escaleras hacia el piso de Celes, se fijó en que todo parecía más abandonado que la última vez que lo visitó. Al abrir la puerta tampoco encontró un mejor escenario. La casa estaba llena de polvo y demostraba que Celes no se había llevado absolutamente nada. Parecía que desde año nuevo no había pisado nadie aquel lugar y, por más que buscó, no encontró nada que pudiera darle pistas acerca del paradero de su amigo. Mirando su viejo reloj de pulsera decidió rendirse y regresar al trabajo. No podía permitirse enfadar al gerente justo antes de pedirle un favor.

El día transcurrió tranquilamente hasta la pausa para comer. En ese momento, Niko dejó la tarea con la que estaba y fue a la oficina del gerente. Abriendo la puerta con cuidado se acercó lentamente a la mesa del gerente, donde este estaba comiendo sin prestarle apenas atención. Echando una mirada rápida a la sala buscando los documentos que quería, dijo con una sonrisa forzada:

- Buenas tardes. Hace mucho que no veo a Celes y tengo algo importante que hablar con él. Parece que se ha mudado, en su casa no había dejado ni rastro, y no tengo sus nuevos datos pero, sea como sea, tengo que hablar con él.- Pasando a una actitud más suplicante preguntó.- ¿Podría decirme sus nuevos datos o dónde está trabajando por favor?

- ¿Así que ahora eres formal cuando quieres un favor?- Preguntó con sorna sin levantar los ojos de su comida, esperando una reacción por parte de su subordinado. Tras una pausa, suspiró y continuó hablando esta vez más seriamente.- Lo siento Niko, sé que estás pasando por un momento duro pero esos datos son confidenciales. Órdenes de la Orden.

- ¿Aún así no podría hacer una excepción? Por favor, tengo que hablar con él.- Repitió el chico con las manos en la mesa, perdiendo las esperanzas.

- Lo siento.- Fue lo único que le respondió el gerente, devolviendo la vista a la comida.

Niko se quedó unos segundos sin saber qué hacer. Sabía que no podría convencerle pero no podía darse por vencido tan fácilmente. Hizo un par de amagos para moverse pero permaneció de pie sin decidirse a hacer nada. En ese estado, sus ojos se posaron por casualidad en unos armarios al fondo de la sala. En una de las etiquetas colocadas en los cajones podía leerse: "confidencial". Pensó que tal vez allí guardarían los datos que buscaba y su mente comenzó a imaginar un plan de robo. Sorprendido por ese acto reflejo, sacudió esa idea de su cabeza y salió de la sala apretando los puños. Solo quería esos datos para calmar el alma de su anciano amigo, ¿por qué estaba dispuesto a quebrantar la ley y perder su trabajo solo por cumplir su objetivo? Todo era culpa de ese idiota de Celes, ¿por qué tuvo que irse? Además, tenía que irse precisamente a la Orden. Pensaba todo esto mientras se alejaba lentamente de la puerta del despacho, debatiendo con su conciencia. Sin embargo, justo en ese momento, uno de sus compañeros pasó corriendo por su lado, llamando al gerente y en un segundo ambos corrieron escaleras abajo. Sin apenas darse cuenta, estaba totalmente solo. Mirando a ambos lados, apretó los labios y se obligó a dar media vuelta, entrando de nuevo en la sala. "Ahora o nunca". Con la respiración acelerada propia de alguien que sabe que está haciendo algo prohibido, Niko rebuscó aparatosamente la llave del cajón en la mesa central del despacho y abrió el cajón. Una vez dentro no le costó demasiado encontrar la ficha de Celes. En esa empresa no solía pasar nada tan extraño como para considerarlo confidencial. Cuando se disponía a leerla, escuchó unos pasos subiendo por las metálicas escaleras y, sin pensarlo, cerró el cajón y puso la llave en su sitio tras guardarse rápidamente los papeles en uno de los bolsillos de su uniforme. Se acercó a la puerta rápidamente y frenó antes de salir, tratando de calmar su corazón acelerado. Con un escueto saludo al gerente mientras sujetaba con fuerza el papel dentro de su bolsillo, comenzó a andar hacia los vestuarios. Ese día no le tocaba hacer turno de tarde así que pensó que lo mejor sería salir cuanto antes y leer el fichero con calma en su casa.

Celes, un mundo perfecto #Wattys2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora