Capítulo 19

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Unos días más tarde, Gwendoline se encontraba junto a Sansa hablando de un par de cosas sobre los preparativos para el invierno cuando dos hombres entraron para contarles que una chica había llegado asegurando que era Arya Stark, pero que luego había desaparecido.

—Yo sé donde está —aseguró Gwendoline.

Ambas se dirigieron a las Criptas. Arya se encontraba observando detenidamente la estatua de Ned Stark.

—¿Ahora debo llamarte Lady Stark?

—Sí —ambas hermanas sonrieron y se abrazaron con cariño. En cuanto se separaron, la menor se acercó a la pelinegra—. Y tú tambien eres Stark ahora —señaló con gracia. La mayor asintió—. Pensé que habías muerto.

—Yo también lo creí por unos segundos. Luego abrí los ojos y descubrí que los dioses no habían terminando conmigo.

—Así que... Lady Stark, te pega. ¿Jon te dejó al mando? —le preguntó a su hermana.

—Sí, espero que vuelva pronto. Si se alegró al verme, cuando te vea se le parará el corazón —Arya se río. Las tres observaron la estatua de Ned Stark.

—No se parece.

—Yo dije lo mismo cuando lo vi por primera vez —aseguró la mayor.

—Debió tallarlo alguien que le conociera —dijo Sansa esta vez.

—Todos cuantos le conocían han muerto.

—Nosotras no. Dicen que mataste a Joffrey. ¿Fuiste tú?

—Ojalá.

—Me hubiera encantaría haber sido yo la que le asesinara. O al menos estar presente mientras su piel se volvía púrpura y el oxígeno abandonaba sus pulmones —expresó Gwendoline con odio.

—Yo igual. Siempre fue el primero de mi lista.

—¿Tú lista?

—La lista de gente a la que voy a matar —las tres se echaron a reír.

—¿Cómo has regresado a Invernalia?

—Es una larga historia. Imagino que las vuestras también.

—Sí, y no muy agradables —aseguró Sansa, y Gwendoline asintió dándole la razón.

—Pero nuestra historia no ha acabado.

—No, que va.- Las tres se volvieron a abrazar.

Gwendoline estaba feliz, los niños Stark estaban de regreso en casa. Jon era el único que faltaba, pero regresaría, lo había prometido. Rickon también estaba en casa, aunque no con vida. Robb era el único que no había regresado, pero Gwendoline sabía que no podía hacer nada, los traidores se habían deshecho de su cuerpo y del resto de fallecidos sin devolvérselos a sus familias para que nunca pudieran descansar en paz. La joven se alegraba de que alguien les hubiera hecho pagar, aunque le hubiera gustado más ser ella misma.

Unos días más tarde, un encapuchado llegó a Invernalia, dejó su caballo a las afueras del castillo, junto al resto de monturas de los hombres vasallos, y entró. Nadie pareció reparar en su presencia, todos estaban más preocupados preparándose para el largo invierno que tenían encima.

El desconocido esquivó los edificios y se dirigió al bosque, allí nunca solía haber nadie. Al llegar frente al arciano principal, se arrodilló quitándose la capucha de la capa. Llevaba mucho tiempo sin encontrar arcianos, pero aún recordaba cómo se les rezaba a los dioses de antaño.

La Rosa De Invierno - Robb Stark-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora