Prólogo

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El único sonido que llenaba la habitación era el silbido del viento. Ned Stark se encontraba tumbado en la cama pero no era capaz de dormir.
El señor de Invernalia se levantó de la cama que compartía con su esposa y salió al pasillo tras arroparse con una manta. A lo mejor un poco de aire le ayudaba a reconciliar el sueño.

Un cuervo llegó en el mismo instante en el que el hombre se apoyaba en la barandilla de madera. Le quitó la carta que llevaba y el animal voló lejos.

Ned suspiró al terminar de leer el mensaje.

"Mi señor, usted sabe que la familia Mormont siempre estará a su lado. Tiene nuestro apoyo incondicional.

Sin embargo, me siento en la obligación de pedirle un favor. En estos momentos mi pequeña, Gwendoline, está viajando hacia Invernalia. He cometido un error y no puedo permitir que la niña pague las consecuencias. Necesito que cuide de ella por mí, no hay un lugar más seguro para ella que en el interior de los muros de Invernalia."

Al final del pergamino descansaba la firma de Benjamin Mormont, miembro de la familia vasalla de los Stark.

—Y sin embargo, no puedes estar más equivocado —murmuró Eddard para sí mismo mientras enrollaba el papel de nuevo y lo guardaba. Gwendoline Mormont estaba a un par de días y él debía mandar preparar aposentos para ella y su séquito.

—Vamos, Lady Gwendoline, debe dormir un poco —la pelinegra estaba tumbada en el suelo helado mirando las estrellas, le hizo caso nulo a su doncella—. Lady Mormont, mañana no será capaz de despertarse y tendrá malos modales. ¿Qué pensará de usted la familia Stark entonces? —al escuchar el nombre de la familia norteña, Gwendoline se levantó del suelo.

—Pero no puedo dormir, no dejo de pensar en como serán y como nos tratarán. Y echo de menos a papá —añadió tras un corto silencio. Al escuchar lo último, la mujer suavizó su expresión.

—Su padre la quiere mucho, y si la ha enviado a Invernalia es por una razón muy importante. El señor Mormont tampoco quería separarse de usted.

Gwendoline acabó entrando a dormir por la insistencia de la mujer.

—¡Robb! Vuelve aquí —gritó Catelyn Stark. Su primogénito estaba en el patio jugando con el bastardo de su marido, Jon, y no quería vestirse adecuadamente para recibir a Lady Gwendoline Mormont. Robb se acercó a su madre aún riéndose.

—Madre, ¿Porqué hay que vestirse?

—Porque vamos a recibir visita y es tu obligación —declaró la mujer tirando del brazo de su hijo para que entrara a la habitación a cambiarse.

—Mira, Lady Gwendoline, ya se ve el castillo de Invernalia —señaló uno de los guardias, por lo que la niña se asomó a la ventana del carro y sonrió ante la belleza del lugar.

—Es precioso —murmuró justo cuando la comitiva cruzaba la puerta para entrar a la fortaleza. Cuando el carro se detuvo, la puerta se abrió y una mano, la del guardia que había hablado antes, ayudó a Gwendoline a bajar. No tuvo que buscar mucho para encontrar a la familia con la que viviría a partir de ese día.

—Bienvenida a Invernalia, mi lady —le saludó Eddard Stark.

—Es un placer estar aquí, Lord Stark —respondió ella haciendo una reverencia, tal y como le habían enseñado. Pasó a la mujer pelirroja que se encontraba a su derecha—. Lady Stark, es un placer conocerla —Hizo una nueva reverencia, que Catelyn le devolvió con una sonrisa.

—Lady Gwendoline, estos son mis hijos: Robb —el hombre señaló al chico que se encontraba a su izquierda—. Tienen la misma edad —añadió con una sonrisa, ambos chicos hicieron las debidas reverencias—. Luego está Sansa, mi hija mayor; Arya, mi otra hija, y por último, Brandon —señaló al niño de tres años que se encontraba junto a Lady Stark.

Le enseñaron los lugares principales de la fortaleza y luego dejaron que descansara de su largo viaje.

La Rosa De Invierno - Robb Stark-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora