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Antes, todo era normal.

¿Cómo podía cambiar todo tanto en unos pocos años?

Vivía con su madre y con su padre. Y con sus dos hermanas mellizas. Diana y Emma. Las tres siempre se habían llevado muy bien.
Eran, bastante iguales, pero a la vez, muy distintas. Al fin y al cabo. Diana y Emma eran todo para Mireya.

Diana tenía el pelo negro liso, este le llegaba hasta la cintura, solía ir con una trenza, le sentaba bien. Tenía, al igual que yo, los ojos azules, un azul intenso. Siempre sonreía. Muy pocas vecesla había visto llorar o enfadarse.

Yo era, prácticamente como Diana. Pelo negro largo liso hasta la cintura, solo que yo lo solía llevar suelto. Ojos azules intensos.

Emma era diferente a nosotras dos, le gustaba serlo. Ella tenía el pelo, negro también, pero por el hombro, y le gustaba hacerse tirabuzones para no tenerlo liso como nosotras. Al contrario de nosotras, ella tenía los ojos verdes.

Sus dos padres eran hijos únicos, y los padres de su madre, nunca los había conocido. Murieron antes de ellas nacer.

Por lo que, de familia, solo se tenían a los cinco y a los dos padres de su padre.

En ese entonces teníamos doce simples años.

Y un día...

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