2.

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Todo comenzó un día.

Estábamos las tres en clase. Bueno, más bien en el recreo.

Yo hablaba con mis amigas, cuándo, a lo lejos se veía un gran corro de personas.

¿Que estaba pasado?

Oí a alguien correr de allí mientras gritaba. ──¡Maestro! ¡Esta chica se cayó! ¡Perdió el conocimiento!── Al oir eso, mis amigas y yo fuimos hacía la gente. A ver quién se había desmayado. Cuándo llegué e intentaba pasar entre la gente. Esta me miraba y susurraba.

No entendí porqué hasta que la ví.

Diana.

Estaba en el suelo, y algunos alumnos más grandes intentaban despertarla.

El maestro vino corriendo. Dijo que nos apartaramos. Y le levantaron las piernas. Al ver que no despertaba, la llevaron a la enfermería.

Yo estaba paralizada. No sabía que hacer o cómo reaccionar. Así que busqué a Emma entre la multitud. No la encontré, así que supuse que estaba con su "pandilla".

Sólo teníamos once años. Pero Emma siempre había sido de las "populares". Las tres eramos preciosas, pero ella destacaba. Quizás era porque era diferente respecto a pelo, ojos, y forma de vestir. O quizás por su humor. Ella tenía bromas para todas las horas del día. Era genial, por lo que, no se extrañaba uno de verla rodeada siempre de gente.

Encontré su banco y me acerqué.

──Emma.── Dije bastante nerviosa.

──¿Mireya? ¿Que ocurre? ¿Estás bien?── A parte de notar mi cara de preocupación, era extraño que hablara con mis hermanas en la escuela. Ya que, nos veíamos las 24 horas del día, y así, por lo menos en la escuela descansabamos un poco.

──Diana, se desmayó y no despierta. La llevaron a la enfermería.── Emma me miró. Con esos ojos verdes preciosos. Que aún viéndolos todos los días, una no se cansaba nunca de verlos.

Se levantó del respaldo del banco y bajó al suelo. ──¿Podemos ir a verla?── Preguntó.

──No lo sé.── Fuí sincera.

Ella se cruzó de brazos. ──No me importa que no me dejen, yo. Voy a verla.── Dijo y hechó a andar. Era increíble como todos los del banco la miraban. Yo sé que la envidiaban. A veces hasta yo lo hacía. Pero se lo merecía. Era una persona increíble. Con carácter, humor y autoestima.

No nos dejaron ir a verla. Solo nos dijieron que, cono eramos hermanas suya, habían llamado a nuestros padres para recogerla cuándo despertó.

Cuando llegamos a casa. Estaba mejor.

──¿Cómo estás?── Le dijimos a Diana, Emma y yo a la vez.

──Mejor, no recuerdo nada. Solo recuerdo despertar en la enfermería una hora después. Ni siquiera me dí cuenta del tiempo que había pasado inconsciente.── Dijo y sonrió de esa forma que ella tenía para sonreír. Muy risueña.

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