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El tercer funeral.

Mi madre me da permiso para no asistir a clase.

Ella tampoco sonríe. Ninguna de las dos es capaz de hacerlo.

Ya a pasado una semana. Ella ni siquiera quiere volver al trabajo.

Y quiero dormir todo el día. Siento que así la vida pasa más rápido.

(...)

Mi madre está perdiendo la cabeza.

Ayer me despertó a las tres de la mañama, ella, pero sonámbula. Sólo decía. ──Pero si te pareces mucho a Diana... y encima eres hija de... ¡Aggh! ¡Te odio!──

Ya ni siquiera va a trabajar. Porque no quiere, y tampoco tiene ánimos para hacerlo. Yo ya he vuelto a clase.

La oigo llorar por la noches. Eso me entristece.

Al llegar a casa del colegio. No había nadie dentro.──¿Mamá?── Pregunté. Pero nadie respondió.

Eso era demasiaso raro, realmente ella no salía de casa desde hace mucho tiempo.

Fuí a su habitación para comprobar si estaba dormida y no la ví. Solo encontré una carta que decía. "PARA MIREYA."

Al verla allí. Me asusté demasiado.

Mi corazón latía a mil cuando la agarré. Casi ni podía agarrarla bien, mis dedos no querían.

"Hola Mireya. Soy mamá. Sé que últimamente he estado algo extraña pero créeme, te sigo queriendo y siempre lo haré. Me a costado mucho, pero he decidido algo. Voy a ver a Emma y a Diana. Ahora mismo, cuándo leas la carta, ya no estaré en este horrible mundo. Me he tirado del puente de la calle de la esquina. Lo siento, Mireya. Lo siento mucho. Lo hice con mi información. Para que sepan de tu existencia. Aunque simplemente, puedes coger las llaves e ir allí y decir que soy tú madre. Que ese ser insignificante que no puede afrontar su dolor y prefiere tirarse, es tú madre. Lo lamento mucho hija, nunca me cansaré de repetirtelo. Ahora irás a un centro de menores hasta que cumplas 18, y de ahí, tendrás que buscarte tú vida. Ojalá nos veamos en muchísimos años y no pronto. ♡
Tu madre."

Al terminar la carta, la dejé caer. Y grité. Solté todo a pleno pulmón. Ahora era la única viva en toda mi familia, sin contar a mi padre, claro. A saber si él está vivo.

Le dí patadas a la cama y a la almohada. Gritaba. Lloraba. Volvía a gritar. Y volvió a costarme repirar.

Esto me recordó a la maestra dándome técnicas y a Diana ofreciendome su chaqueta. Y yo rechazandola. Me recuerda al hospital. Y la noticia del fallecimiento de mis abuelos. Me recuerda a mi padre. A mi madre y a Emma.

Me recuerda a todos. A todos.

Empecé, solo por instinto, a arañarme la cara. Lo más fuerte que podía. Pero seguidamente eso me recordó al cadáver de Emma lleno de cortes.

Todo me recordaba a ellos.

Lloré hasta que me quedé sin lágrimas. Tomé la carta, agarré las llaves y corrí hasta el puente. Allí estaba la policía investigando el caso. Les entregué la carta sin decir absolutamente nada. Mientras veía la tela que cubría el cadáver de la que fué un día mi madre.

¿Cuántos cadáveres he visto en este año y medio? Tres.

Mis hermanas y a mi madre.

Volví a soltar más lágrimas cuándo creía que no me quedaban.

Volví a tener unas ganas tremendas de correr. Y por un momento deseé tirarme al río y ahogarme. Acabar con este sufrimiento que llevo arrastrando tanto tiempo.

El policía me ayudó en mucho. Me dió opción de elegir centro de menores. Me acompañó y ayudó a preparar el funeral de mi madre...

Tomé cosas. Varias cosas. A aparte de meter mi ropa y mis pertenencias en la maleta, también metí fotos de mi familia, un vestido azul que solía llevar Diana y la plancha que fué un día de Emma.

Salí de esa casa, por última vez y emprendí a otro camino.

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