De maestros y payasos

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—Bien chicos, debido a ciertos «acontecimientos» que ocurrieron últimamente en la escuela —mencionó el profesor haciendo referencia a tres casos de embarazos adolescentes conocidos en una misma semana, los cuales habían alarmado al personal docente en general—, como ya todos se habrán enterado, desde la dirección nos sugirieron adelantar las clases referidas a Educación Sexual.

Un leve murmullo se estableció en el ambiente indicando la curiosidad y excitación que aquella idea generaba en el alumnado. Agustín suspiró algo cansino sabiendo que lo que seguía podía llegar a ser duro para él con su poca experiencia enseñando sumada a su paciencia en detrimento, pese a lo cual, continuó.

—Habíamos hablado sobre que todas las especies necesitan reproducirse para continuar su legado en el mundo. Las estrategias de reproducción pueden ser asexuales, en el caso de las bacterias y muchas otras células, o sexuales para organismos superiores, como nosotros, los humanos. En la reproducción sexual dos individuos juntan su ADN para formar un individuo nuevo.

El moreno comenzó a dibujar en el pizarrón los pasos que acontecían durante el proceso que planeaba describir.

—Ahora viene la parte divertida: ¿cómo hacemos para unir nuestro ADN con el de una pareja y generar un nuevo individuo? —La sonrisa pícara en la cara de esos adolescentes de mentes podridas le dio a entender que ya se daban más de una idea, pero debió hilar fino antes de que comenzaran con comentarios que desviaran todo por las tangentes—. Muy bien, para eso contaremos con dos células especializadas en unir ADN. —Dibujó dos círculos, uno mayor que el otro. El menor contaba con una cola—. Cada especie tiene una cantidad determinada de moléculas de ADN en cada una de las células de su cuerpo. Los humanos tenemos 46, por ejemplo. Estas células especializadas solo van a tener la mitad: 23 en el humano, y son las gametas, llamadas espermatozoide en los hombres y óvulo en las mujeres.

» Para que las gametas puedan encontrarse, primero tienen que existir una serie de eventos que vamos a detallar mínimamente, a fin de comprender lo que sea más aplicable.

Un alumno castaño y de pocas luces sentado debajo de la ventana levantó la mano.

—¿Si?

—¿Piensa enseñarnos a coger?

Los alumnos estallaron en una estridente risa que provocó algo de nerviosismo en el profesor, pero él, adivinando la inocencia detrás de esa pregunta, se resumió en contestar.

—Sólo la parte aburrida, sí.

Su explicación, lejos de generar descontento, causó una impresión positiva parecida a la curiosidad en quienes lo oían con cierta atención

—Volvamos: las gametas, antes de encontrarse, tienen que madurar. Para eso empiezan teniendo la misma cantidad de ADN que todas las demás células del cuerpo luego se dividen dos veces quedando como resultado cuatro células, cada una con la mitad de los cromosomas. En el caso del óvulo va a quedar una sola que absorbe a las demás y por eso acaba con ese enorme tamaño —agregó reforzando el perímetro de su dibujo del ovulo soltando algo de los nervios que le causaba en el proceso—. Vamos a arrancar entonces por el óvulo.

»Desde el momento de la concepción, aún siendo embriones, los óvulos empiezan este proceso para diferenciarse y se detienen en algún punto. No importa ahora cuál, lo importante es que desde el embrión la mujer tiene todos sus óvulos ya preformados y terminan de formarse uno a uno desde que empieza la adolescencia, dentro de los ovarios, que como ya estudiamos, son los órganos reproductores, o sea las gónadas de la mujer.

»Cada mes la mujer secreta una hormona que se llama hormona folículo estimulante, o FSH —Anotó en la pizarra—, la cual va a hacer que los folículos donde se encuentran los óvulos generen  receptores para otra hormona llamada LH, u hormona luteinizante. —Volvió a anotar.

Entre amores e ideologíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora