Prólogo

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No pertenezco a nadie.  Ningún hombre, ningún sistema, ninguna ciudad.  Soy toda mía. Todo me interesa.  Pero nada me detiene.

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Blanco. Todo era blanco en esa habitación en la que estaba detenida, incluso las malditas sillas. La mujer observaba silenciosamente todo a su alrededor, buscando una falla; una vía de escape. Luego de varios minutos resopló internamente, el lugar estaba bien sellado. Sus ojos verdes se posaron en el cristal que se situaba a unos pasos frente a la mesa. Sabía que la observaban pero ella no daría su brazo a torcer. Era la Viuda Negra, una asesina de sangre fría; bufó internamente. A quién engañaba, había dejado de ser la famosa araña para ser prófuga. Realmente tenía momentos de arrepentimiento sobre su decisión escogida. Cerró los ojos ya que se sentía algo agotada por no haber dormido pero no pasaron ni siquiera dos minutos cuando los volvió a abrir al sentir la puerta de la habitación finalmente abrirse, dejando paso a una persona. Un hombre a mediados de sus cincuenta, piel oscura, porte firme y la mirada endurecida en su único ojo visible. Claro que lo conocía, en sus informes como Viuda Negra una de sus tareas era saber de sus enemigos y Nicholas J. Fury, director de Shield; era uno de ellos.









— La famosa Viuda Negra. Debo sentirme halagado por finalmente conocernos. Espero que te gusten las comodidades. — habló el hombre con voz precisa y fuerte pero la pelirroja pudo notar el ligero tono de sarcasmo en las palabras.

— Entonces debería pedir mejor servicio para ser tratada como una reina. — contestó alzando una ceja. Los dos podían jugar el mismo juego. Fury no se inmutó ya que se sentó solemnemente y abrió el expediente que traía en sus manos.

— Natalia Alia ... — empezó a decir Fury.

— ¿ Dónde está el niño ? — le cortó con su pregunta sin saber que alguien al otro lado del cristal se había tensado al escuchar eso. Las palabras habían salido de sus labios sin que ella pudiera evitarlo. La sensación molesta que sentía en su pecho de que quizás algo le había sucedido al mocoso y se maldijo por sentirse tan patética. Tan humana. Ésta vez fue Fury que alzó una ceja.

— Creo que no estás en una buena posición para preguntar por el niño, Romanova. — fue la respuesta seca del hombre. La mujer lo observó fijamente y pudo notar cierta tensión en los hombros de éste. Cómo si adoptara una posición protectora ante el tema.

— Considerando que lo mantuve con vida en éstos meses anteriores, creo que tengo una posición de prioridad, Director. — una media sonrisa de superioridad se asomó en los labios de ella. Los dos tenían sus miradas en el otro, analizándose y retándose, hasta que Fury movió imperceptiblemente su rostro; alguien le había hablado en su intercomunicador. Al parecer alguien le había comunicado algo porque ésta vez lo vio fruncir un poco el ceño no muy de acuerdo con lo recibido.

— El niño está bien. — fue la respuesta dada y el peso que sentía en su pecho se aliviaba un poco. — Aunque debo admitir que me da curiosidad sobre cómo la gran Viuda Negra se hizo niñera y sin que nadie terminara muerto. — añadió.

— Entonces deberías buscar mejor. Quizás te podría asesorar en conseguir nuevos investigadores. O quizás en realidad me tomé unas vacaciones. — fue la burla de ella cuando la verdad era que aún podía recordar el olor a pólvora cada vez que apretaba el gatillo en un callejón mientras el niño dormía a salvo en una habitación o cómo el cuchillo rasgaba la garganta de su enemigo cuando eran perseguidos. Una nana rusa y contar hasta un número alto, ese era el reto que ella le imponía al niño mientras le ordenaba que cerrara los ojos y colocara sus manos en sus oídos, para que no viera los horrores que los perseguían. Pero no, ella no le diría eso a Fury.

Russian Doll | Romanogers Donde viven las historias. Descúbrelo ahora