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Esa noche Sasha le llevó la cena a Shadi a su cuarto, diciéndole a su madre que su hermano se sentía un poco enfermo. Luego de eso, y sabiendo que los viernes solían juntarse algunos jóvenes en el centro del pueblo, hasta entrada la madrugada, se salió silencioso por la ventana, cuando ya todos dormían.

Fue a buscar a Franco y lo halló con sus amigos en la plaza del pueblo.

Apenas Franco lo vio, supo el porqué de que Sasha estuviera allí. Se arremangó las mangas y se preparó para pelear y les dijo a sus amigos que ninguno más se metiera.

Franco trató de luchar mejor esta vez, pero Sasha tenía un poco de entrenamiento en artes marciales por lo que, por mucho que se esforzara, y por delgado que pareciera su contendiente, la contundencia de sus golpes y sus movimientos eran muy difíciles de esquivar. En apenas unos momentos terminó la batalla, pues esta vez Sasha no se contuvo; le dio con toda la rabia que sentía y lo dejó tirado en el suelo, completamente golpeado. Los amigos de Franco quisieron también luchar contra él, al ver la estrepitosa derrota de su compañero, pero Franco se los prohibió, por lo que sólo lo recogieron del piso y se lo llevaron a rastras, mientras Sasha volvió a casa, aún sintiendo hervirle la sangre.

Entró en silencio a su hogar, que quedaba casi a las afueras del pequeño pueblo campesino. Entró a su cuarto y un ruido lo alertó; miró en la penumbra y sentado en el piso, a los pies de su cama, encogido y abrazándose las rodillas, estaba su hermano. Se acercó a él y se sentó en el piso a su lado y lo abrazó.

—¿Otra vez te fuiste a pelear con él por mi causa, verdad? —le preguntó Shadi.

—Alguien tiene que hacerle saber que tú no estás solo; que no puede hacerte daño y quedar como si nada.

—Gracias, hermanito —respondió y se acomodó entre las piernas de su hermano, poniendo la cabeza en su pecho.

—Te cuidaré siempre —le aseguró Sasha cubriéndolo con sus brazos.

Se mantuvieron así, un buen rato en la penumbra, y Sasha solo al ver que Shadi se estaba durmiendo y que ya helaba, se incorporó y lo subió a su propia cama, lo tapó con sus mantas y él se fue a dormir al cuarto de su hermano.

Shasha trató de animar a su hermano que nuevamente parecía sumirse en la depresión, permaneciendo encerrado en su cuarto. Por lo que a pesar de que el polen le afectaba un poco, decidió salir por los alrededores a buscar algunas flores silvestres.

Avanzaba por un camino secundario de tierra, cercano a su casa, que llevaba a las praderas. Cuando un chico alto, de cabello corto y arreglado, y ropa casual y de buena marca, pasó junto a él.

—Hace calor aquí en el día —le comentó el extraño con una sonrisa.

—Sí, sobretodo a esta hora —respondió Sasha por educación.

—¿Eres de aquí del pueblo?

—No. Nos mudamos hace poco.

—Qué coincidencia. Yo también. Mi padre es ingeniero en la hidroeléctrica que está acá cerca, por eso nos mudamos aquí.

—¿Y qué andas haciendo?

—Conociendo el lugar; hay paisajes muy bonitos por rededor.

—Sí, mucha vegetación, bosques y eso; es diferente a la ciudad. De todas formas ten cuidado con unos estúpidos que molestan a veces a los que venimos de afuera.

—Gracias por la advertencia. Nos vemos en otra ocasión —se despidió el muchacho y siguió su camino.

Sasha no le dio mucha importancia a aquel encuentro y continuó también caminando en busca de lo que quería.

PrincesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora