Extra

238 31 7
                                    

El único que aún no aceptaba completamente el fracaso era Franco, aunque sabía que con Sasha no tenía ya oportunidad alguna. Sus amigos para animarle lo incentivaban a buscar alguna chica, pero éstas ya no despertaban su interés. Por eso y medio entre bromas y medio entre serios le propusieron intentar conquistar a otro chico. Franco se enojó al principio, pero luego concordó en que sería una buena forma de saber realmente si sólo era el mellizo quien lo atraía o si se había vuelto una tendencia más marcada de su sexualidad.

Los amigos pensaban en quien podría ser "la nueva victima", alguien a quien convertir en su nuevo centro de atención y diversión, alguien quien no fuera fuerte o tuviera un hermano que lo defendiera, no querían repetir la experiencia con los mellizos, en especial con Sasha.

Pensando en eso vieron justo pasar junto a la zona de en que estaban las plantas a un chico alto y delgado, de aspecto desgarbado y cabello desordenado, el cual llevaba unos audífonos en sus oídos y caminaba con una mano en el bolsillo y en la otra el reproductor de música.

Los chicos sonrieron: ese chico siempre estaba solo, nunca hablaba con nadie, era un marginado a todas vistas.

De inmediato, le propusieron una apuesta a Franco:

—Hey Franco, ¿por qué no intentas con ese de allí? Si logras besarlo, aunque sea un piquito te pagaremos diez mil pesos, y si lo enamoras cada uno te dará cinco mil más. ¿Aceptas? —ofrecieron sonriendo maliciosos.

—¡Hecho! —sonrío Franco, devolviéndoles la misma sonrisa torcida.

Se acomodó la ropa y se encaminó con seguridad hacia el muchacho, lo tomó por sorpresa por la espalda y le plantó un beso antes de que aquel pudiera incluso reaccionar.

—¿Te gustó? —le preguntó sonriendo ufano un segundo después.

—¡¡¡Bastardo!!!

El chico gritó furioso y lo único que alcanzó a ver Franco fue su puño estrellándose en su cara. Terminó en el piso, y para extrañeza del delgado, Franco se reía fascinado desde el suelo. Aún fastidiado se inclinó para darle otro golpe más y quitarle la sonrisa idiota, pero a un movimiento de Franco terminó sentado sobre éste, sintiendo como en un milisegundo la entrepierna del otro se endurecía rápidamente.

Forcejearon un poco, aunque Franco parecía muy feliz. Al chico le fue robado otro beso, antes de lograr escapar refregándose la boca.

Desde ese día Franco lo esperaba sólo para recibir puñetazos de parte del otro, fue así como inició una nueva relación, la que luego de muchos golpes y besos robados floreció y el que terminó total y tontamente enamorado del desgarbado chico bueno para los puñetazos fue Franco, mientras sus amigos reían constantemente de lo mucho que a Franco le gustaban los romances violentos, pues tal como era, a Franco le gustaba demasiado sentirse dominado por alguien que se viera en apariencia más débil que él; esa era su debilidad, como llegó a comprenderlo con el tiempo, pues como dicen por ahí siempre hay un roto para un descocido.

PrincesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora