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Cuando regresó Shadi de la escuela, Sasha le entregó lo que había comprado esa mañana para él.

—¡Están hermosos! ¡Gracias hermanito! —exclamó abrazándolo— Siempre me alegras el día con tus detalles.

—Me gusta verte feliz, Shadi. Pruébatelos, quiero ver cómo se te ven.

Sonriendo Shadi se colgó los aretes de sus pálidas y finas orejas y se observó en el espejo.

—¿cómo me veo? —le preguntó algo tímido.

—Hermosa, como siempre.

—te quiero tanto, hermanito —dijo dándole otro abrazo.

Durante la cena la madre le preguntó a Shadi como iba la escuela.

—Aburrida —comentó sin más.

—Espero que esta vez te comportes y no andes haciendo escándalos —le advirtió.

—Mamá, recién están empezando las clases; déjalo tranquilo —le pidió Sasha.

—Tú no digas nada, que dijiste que te harías responsable de cuidarlo y ya ves lo que pasó. Eres igual a tu padre, le fomentas todas sus malas costumbres —lo regañó a él también—. Cuando te integres a la escuela junto con tu hermano, tienes que vigilarlo; no quiero más problemas.

—Pero mamá...  —empezó a decir Shadi.

—Pero nada. No aceptaré quejas de ti, nuevamente.

—Esto ya lo habíamos hablado; Shadi no tuvo la culpa de lo que pasó, además yo siempre estoy cuidándolo. —alegó Sasha en defensa.

—¿Cuidándolo? Alabando todas tus perversiones, querrás decir —aseveró ella enfadada.

—¿No te pasas? Déjala que sea feliz a su modo —respondió más ofuscado aún Sasha.

—¿Déjala? ¿Te das cuenta de lo que dices? ¿Por qué lo tratas como si fuera una chica? ¡Él es hombre! ¡No es una mujer! ¡Ambos tienen que entender eso!

Shadi se levantó de la mesa llorando y subió hasta su cuarto dando un portazo tras de sí. Sasha se levantó tras su hermano.

—¡Chicos! ¡No me dejen aquí hablando sola! ¡Regresen!... mocosos mal criados.

Sasha entró al cuarto de Shadi y lo abrazó, mientras este estaba sentado en la cama enjugándose las lágrimas.

—Quiero morirme... —musitó Shadi.

—No seas exagerada, princesa. Ya sabes cómo es mamá; pero no todos son así como es ella.

—Aún extraño a papá... —comentó haciendo un puchero.

—Yo también...

Hacía ya muchos años que sus padres se habían separado. Fabiana, su madre, había acusado a su padre falsamente por conductas inmorales, pidiendo el divorcio y la tenencia de los hijos, y aunque no hubo pruebas suficientes, pero sí estaba el hecho de que uno de los niños tenía una conducta inapropiada para su género, el juez que era muy conservador, aceptó la demanda, otorgando el divorcio y le negó al padre todo derecho de visita a sus hijos.

Desde ese momento, nunca más volvieron a verlo; sabían que había vuelto a formar una familia, pero no tenían idea de en dónde se encontraba, y aunque él les mandó cartas y trató de contactarlos en muchas ocasiones, cuando descubría la ciudad y dirección donde se encontraban, su madre siempre interceptaba todo intento de comunicación, y cuando esto pasaba, cambiaban una vez más de paradero, yéndose a otro sitio. Era por esto y también por la vergüenza que ella sentía frente a la conducta de Shadi que se trasladaban de continuo de lugar en lugar.

PrincesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora