Capítulo 3

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—¿Que? —Me mira asombrado.

—¿No quieres? —Ladeo la cabeza y le regalo una sonrisa pícara—. Si no quieres no hay problema.

Me doy la vuelta para entrar a mi auto, pero antes de que pueda sentarme su mano me jala del brazo y me hace girar para quedar pegada contra su pecho.

—Yo no he dicho que no quiera. —Sus ojos descienden de los míos hasta mis labios, luego vuelven a posarse sobre mis ojos—. Es solo que me has sorprendido.

—¿Entonces...? —dejo la pregunta en el aire.

—Si aún quieres ir. —Acaricia mi labio inferior con su pulgar.

Vuelvo a sujetar su camisa con mi mano y lo acerco a mí sonriendo. Nuestras respiraciones se mezclaban por nuestra cercanía.

Siento su mano al final de mi espalda, acercándome aún más a él. Sus labios acortan la escasa distancia que había entre nosotros, moviéndose con suavidad sobre los míos, su lengua invade mi boca, saboreándome. Un gemido se escapa de mis labios.

—Vamos —susurro contra sus labios.

Él me da un último beso y me siento en el auto, espero que él de la vuelta y se siente a mi lado para arrancar.

—Indícame el camino —le digo.

******

Luego de unos veinte minutos de camino me pide que me estacione.

—Ya llegamos —me dice.

De pronto siento que el alcohol que hay en mi sistema ha desaparecido para dar paso a la ansiedad y el nerviosismo. 

<< ¿Ya te vas a arrepentir, Antonella? ¡Aún hay tiempo de correr! >>


Alejo mis pensamientos y presto atención al lugar. Hemos llegado a uno de los barrios exclusivos de Lima, estamos frente a una gran casa toda de blanco, Adriano presiona un botón en una de sus llaves y la puerta de la cochera se abre, ya hay un auto ahí pero aún queda suficiente espacio para poder meter mi camioneta. Una vez apago el motor giro el rostro para mirarlo, sus ojos están llenos de deseo. Abre la puerta y baja, lo imito y salgo del auto.

Camino hasta llegar a su lado, él toma mi mano y entrelaza nuestros dedos. Caminamos hasta la puerta que está en la parte trasera de la cochera, cuando la abre, frente a mi aparece una gran casa con grandes ventanales en la parte delantera y a los pies una enorme piscina.

Miro embobada la casa, es muy hermosa, siento los dedos de Adriano apretar la mía y me indica que avancemos, cuando atravesamos la puerta avanzo por la estancia. Miro a mi alrededor, todo está perfectamente ordenado e impecable. Me encanta la decoración, los cuadros que adornan las paredes, las plantas que hay en las esquinas y que le dan vida al lugar, el gran librero lleno a rebosar de libros.

—¿Quieres algo de tomar? —la voz de Adriano detrás de mí me hace sobresaltar.

—Si, estaría bien algo con alcohol —respondo girando para mirarlo.

—Siéntate, enseguida traigo algo. —Me señala el sofá y se dirige a la cocina.

Miro el impecable sofá, casi me da miedo sentarme y ensuciarlo. Me siento con delicadeza justo cuando Adriano sale con dos copas de lo que parece vino, me ofrece una y se sienta a mi lado.

—Anthonella. —Levanto la cabeza para mirarlo—. Sabes que no haremos nada si no quieres ¿Verdad?

Me regala una sonrisa y en sus ojos ya no se ve deseo, ahora son tan cálidos como su sonrisa.

Boss LadyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora