—Anímate Nella, has estado muy estresada todos estos días —insiste una vez más.
—Kathia si te digo que ya, ¿Dejaras de molestarme?
—¡SI! —chilla en mi oído—, en veinte minutos estoy en tu casa.
Sin más corta la llamada. Suspiro y me levanto de la cama donde había estado revisando los papeles para el caso que tendría en pocos días.
Me pongo unas zapatillas y busco un abrigo.Hoy era domingo y Kathia había estado insistiendo en salir a comer, aunque no tenía muchas ganas porque me sentía estresada por lo que se me venía encima, había terminado por ceder a sus insistencias.
Cepillo mi pelo y reviso mi atuendo en el espejo en mi cuarto. Llevaba una camiseta simple blanca y unos jeans ajustados. Solo iríamos a comer así que no tenía que estar tan emperifollada.
El inconfundible claxon del carro de Kathia me hace bajar las escaleras con prisa.
—Rosita ya regreso, saldré a comer con Kathia.
Me sonríe con dulzura, sé que le gusta verme más sociable. Ella y Manuel han sufrido tanto con todo lo que pasé estos años.
—Pirujilla, apúrate que tengo hambre.
Me siento en el asiento del copiloto.
—Ya estoy aquí, relájate quieres.
—Sabes que con mi hambre no se juega Anthonella —gruñe.
—Ya, ya ¿Qué quieres comer?
—Tengo muchas ganas de comer una pizza —propone arrancando el carro—, pudiste vestir algo más lindo —comenta mirándome de reojo.
—Solo iremos a comer, no a un desfile de modas.
*******
Los días habían pasado en un abrir y cerrar de ojos y ya estaba a puertas de que diera inicio el caso más importante de mi carrera, me sentía preparada para todo lo que se me avecinaba, pero no por ello menos nerviosa. Había leído todo lo que podía, había repasado cada detalle, cada probabilidad de que las cosas salieran mal. Había tenido reuniones con mi cliente, habíamos logrado tener buena química, y estaba decidida a hacer justicia.
En este momento me encontraba esperando el ascensor para subir a mi oficina, había tenido que ir al juzgado para presentar todos los papeles pertinentes para el caso.
—Señorita, el ascensor esta averiado.
Giro para mirar a la dueña de la voz detrás de mí, era la recepcionista.
—¿Esta malogrado? pero hoy en la mañana estaba bien ¿Que ha sucedido?
—Aún no sabemos, ya hemos llamado a mantenimiento para que lo solucionen.
—Ni modo, avísame cuando este todo solucionado.
Camino hasta las escaleras, tenía cinco pisos por subir.
Necesito hacer un poco más de ejercicios, solo voy tres pisos y mis piernas no dan más, aunque si le sumamos los zapatos de tacón alto que tengo puestos.
—También te decidiste por las escaleras. —No tenía que girar para saber de quién provenía esa voz ronca, simplemente sabía quién era porque mi piel empezaba a hormiguear en cuanto lo escuchaba.
—Hola —respondo a modo de saludo mirando al Dios de ojos azules frente a mí—, no hay más remedio.
Sigo subiendo las escaleras, con Adriano detrás de mí. Siento su penetrante mirada sobre mí, por lo que me detengo de golpe para dejar que él pasara primero.
—¿Sucede algo? —Adriano termina de subir los escalones que lo separan de mí.
—No, no. Simplemente te cedía el paso para que subas primero.
—¿Por qué? —Se acerca a mí peligrosamente—, ¿Te pongo nerviosa?
—¿Tendría que estar nerviosa? —levanto una ceja y le lanzo una mirada burlona.
Sin esperarlo tenía sus manos a cada lado de mi cabeza y su cuerpo pegado al mío, estaba atrapada entre la pared y su cuerpo.
—¿Qué haces? —jadeo con fuerza. Trato de moverme, pero sus piernas me tenían atrapada.
—¿A qué le tienes miedo? —susurra sobre mis labios.
<< ¿A qué le tenía miedo? >>
Mi cerebro hace cortocircuito en cuanto sus labios empiezan a jugar con los míos, así que no podía pensar bien.
—Yo... yo —dejo caer mi cartera y agarro su cuello con mis manos acercándolo a mí.
Un ligero gemido escapa de los labios de Adriano en cuanto atrapo sus labios con frenesí.
Sus manos sujetan mi trasero con fuerza, incitándome a dar un pequeño salto para enredar mis piernas alrededor de su cadera. Mi espalda colisiona contra la pared en cuanto enrosco mis piernas.
Cada fibra de mi cuerpo pedía a gritos más. Su cadera hace un vaivén rosándose sobre mi parte más sensible, besa mi barbilla hasta llegar a mi cuello, dejando besos húmedos.
Mis inquietas manos tratan de colarse por su camisa, necesitaba sentir su perfecta piel sobre mis dedos.
Siento su dura erección contra mí y eso me está volviendo loca de deseo. Una de sus manos aprieta mi pecho contra la blusa que llevaba puesta.
—Me vuelves loco, Anthonella —susurra.
Estoy a punto de pedir más, cuando escuchamos unas voces a lo lejos.
<< ¡Mierda! >>
Nos separamos con rapidez, acomodo mi ropa y mi cabello, siento mis mejillas coloradas. Miro a Adriano que tiene su respiración irregular tratando de acomodar su camisa dentro de sus pantalones.
Suelto una risita cuando veo que trata de esconder el entusiasmo en sus pantalones.
—No te rías, pilla. —Se acerca y deja un suave beso en mis labios—. Terminemos de subir, es mejor si no nos ven aquí.
Levanto mi cartera y terminamos de subir las escaleras que nos faltaban. Entre risas y miradas cargadas de deseo llegamos nuestro piso.
—Buenos días —Kathia nos miraba con una ceja alzada—, veo que están de muy buen humor, ¿Han tenido un buen despertar?
Sin poder evitarlo miro a Adriano que tenía una gran sonrisa pintada en los labios, aclaro mi garganta en medio de una pequeña sonrisa.
—Vayamos a trabajar.
Camino con rapidez hasta mi oficina, me dejo caer sobre el sofá que había ahí.
<< ¡Dios mío! ¡Menudo calentón que traigo encima! >>
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Boss Lady
RomanceTras la muerte de su familia, Antonella debe tomar las riendas del negocio familiar. Ser la jefa de un importante bufete de abogados a su corta edad, no es fácil. Más aún cuando no tiene el apoyo de las personas que la rodean. La presión de dirigir...