Capítulo 9

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No podía dejar de pensar en lo sucedido en las escaleras y mi cuerpo tampoco podía, por más que apretara las piernas no disminuía el calor infernal que traía. Aún podía sentir sus manos sobre mi cuerpo, sus labios sobre los míos.

—¡Ya basta Anthonella!

Dejo los papeles sobre mi escritorio, no puedo concentrarme, y ya habían pasado sus buenas tres horas desde lo sucedido. Pero cada vez que trataba de concentrarme llegaban a mi mente imágenes de nosotros dos en esa escalera, y que se me caiga el cielo si es necesario, pero yo debía terminar lo que sucedió en las escaleras o iba a morir de calentura.

Agarro el teléfono sobre mi escritorio y marco la comunicación con mi secretaria. 


Dígame señorita Hernández.

—Lucia, necesito que le pidas a Adriano Castillo que venga a mi oficina. —Trato de hablar con tranquilidad, pero mi pulso esta acelerado por lo que estaba a punto de hacer—. Y que nadie me moleste por favor.

—Enseguida.


Nerviosa, acomodo mi pantalón y empiezo a caminar por mi oficina. Unos minutos más tarde unos toques en mi puerta me hacen sobresaltar. 


<< ¡Tranquila Nella! ¡No te eches atrás, que bien que quieres esto! >> 


Tomo una fuerte bocanada de aire y me siento en mi silla.

—Adelante.

El cuerpo musculoso del Dios de ojos azules entra a mi oficina. Casi podía sentir sus manos sobre mi cuerpo.

—Tu secretaria me ha dicho que querías hablar conmigo.

Me pongo de pie con decisión y camino hasta la puerta para ponerle seguro. Al girar para ver a Adriano este tiene una ceja levantada y una pequeña sonrisa que luchaba por salir. 


<< ¡Vamos, vamos! >>


—En realidad no quiero hablar contigo —susurro acercándome a él a paso lento.

—Ah, ¿no?, ¿Entonces que quieres de mí?

Coloco mis manos en su pecho y levanto la mirada para verlo, sus profundos ojos me hipnotizan con solo una mirada. Con decisión agarro su camisa en mis manos y lo jalo hacia mí para fundir mi boca con la suya.

Su lengua se abre paso en mi boca, saboreando cada rincón. Sus labios atrapan los míos, y siento que mis piernas me fallan en cuando sus manos sostienen mi trasero.

—Te necesito —murmuro contra su boca.

—Mierda —escucho que susurra—, realmente vas a acabar conmigo muñeca.

Me separo de él y lo jalo hasta que logro que se siente en el sofá. Y sin dejar que las dudas me invadan me siento a horcajadas sobre él, presionando mi cuerpo contra el suyo.

Sus manos presionan mi trasero acercándome más a él. Entre gemidos y besos logramos deshacernos de nuestra ropa, aún tengo mi ropa interior puesta, pero Adriano se encarga de quitarme el sujetador, y enseguida tortura mis pezones con su lengua.

—Más —imploro—, quiero más.

Una de sus manos baja hasta mi zona más sensible, hace a un lado mi tanguita y juguetea con mi botoncito de placer. Tiro mi cabeza atrás soltando un fuerte gemido.

—Shht, no hagas ruido muñeca que nos van a escuchar.

Cuando siento que un dedo me invade vuelvo a acercar mi boca a la suya, dejo escapar mis suspiros y gemidos en su boca. 


<< ¡Necesito que esto sea rápido! ¡Ya no quiero esperar más! >>


Mis manos van al borde de su bóxer y lo bajo lo suficiente para que su amigo aparezca. Deslizo mi mano un par de veces, haciendo que la respiración del Dios de ojos azules sea irregular.

Una vez que él coloca el preservativo levanto las caderas y me deslizo hasta que lo siento por completo dentro de mí.

—¡Oh! —Suspiro, cierro los ojos con fuerza—. Me encanta.

—Vamos muñeca, hagamos explotar está oficina.

Sujeta mi cadera con fuerza cuando empiezo a moverme sobre él. Sus manos me hacen aumentar el ritmo, cierro los ojos y miles de sensaciones me invaden. Siento su lengua sobre mi pecho, aprieto mis manos sobre sus hombros.

—Vamos cariño, vente para mí. —Sus dedos vuelven a jugar con mi botoncito.

Unos movimientos más y siento que el placer estalla dentro de mí, aprieto mis labios con fuerza para evitar hacer ruido. Lo siento moverse con rapidez debajo de mí, hasta que alcanza su máximo placer.

Dejo caer mi cabeza sobre su hombro, sus manos suben y bajan en una suave caricia.

Una vez que siento que puedo respirar con tranquilidad, levanto mi cabeza y lo miro a los ojos.

—Esto ha sido genial —murmura mirándome a los ojos.

—Si, así es —afirmo alejándome un poco de él—, pero esto es algo que debe quedar entre nosotros, no quiero que nadie sepa, mucho menos Kathia.

—No pensaba decírselo a nadie Anthonella, ¿Por quién me tomas?

—Yo solo digo que, si quieres que esto siga pasando, debemos ser discretos.

Me levanto de su regazo y empiezo a vestirme ante su atenta mirada.

—No te preocupes, se hará como tú quieras.

Se pone de pie, se quita el preservativo lo anuda y va al baño de mi oficina a votarlo. Cuando regresa empieza a vestirse lanzándome miradas cada tanto. Una vez listo se acerca a mí, deposita un casto beso sobre mis labios y sale sin más de la oficina.

Me dejo caer exhausta sobre el asiento. Ahora que no tengo el cuerpo tenso por las ganas locas que me traía encima, mi cabeza empieza a analizar todo lo sucedido. 


<< ¿¡Habrá sido buena idea lo que acaba de pasar!? >>


Boss LadyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora