Una visita al pediatra

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El fresco del aire acondicionado recibió a Katsuki y a su hijo, apenas se adentraron en la clínica privada. No cerró la puerta de vidrio grueso hasta estar seguro de que el niño estaba junto a él. Seguía callado, haciendo una mueca de inconformidad tal y como había hecho en el resto del camino hasta allí. Todavía estaba enojado, notó Katsuki, superando incluso a la razón por la que habían ido a la clínica en primer lugar.

En algunas ocasiones...solo a veces, Katsuki se preguntaba cómo mierda reparar el hecho de que su hijo se comportara calcado a él cuando tenía siete años. No había respuesta fácil para ello, a final de cuentas, nadie había podido ayudarlo a él.

—Oye...Katsuki —dijo el niño, y su voz guardaba más irritación de lo que Katsuki consideraría saludable—. ¿Por qué tengo que ver a este tipo de nuevo?

Katsuki le dio un breve vistazo a la pequeña mano con que su hijo se masajeaba el estómago, mientras se adentran en la consulta pediátrica.

Frunció el ceño.

—Tus dolores estomacales, Kouta. Vinimos por eso.

Sin dejar de mover su mano, el niño refunfuñó una serie de palabras que Katsuki no fue capaz de comprender a la primera oportunidad. Sin embargo, sabía muy bien que a Kouta no le agradaba demasiado acudir a sus revisiones pediátricas. Y Katsuki, como el increíble y atento padre que era, sabía exactamente el por qué.

—Como si solo fuera eso —dijo su hijo, dejando salir un bufido—, ya porque sigues trayéndome. No soy tonto. ¿Por qué mierda no aceptas que te gusta?

Puede que su hijo de siete años tuviera razón con respecto a ese pequeño punto, pero no pensaba discutir esos asuntos con su hijo de siete años... a diferencia del este otro gran detalle que definitivamente no pasaría por alto.

—No te atrevas a decirme ese tipo de palabras, Kouta ¿Cuántas veces tengo que repetírtelo? —lo reprendió, antes de detenerse frente a un escritorio desocupado.

Maldito sería Katsuki sí dejaba que su hijo hiciera imitación de su vocabulario tan grosero. No siendo tan joven, al menos. Por su parte, el pequeño gruñón soltó otro resoplido, hastiado.

—Como si tú no lo hicieras.

—Mocoso... —Katsuki suspiró y se acuclilló en el suelo para verlo a los ojos —. No puedes compararte conmigo. Soy un adulto que puede controlar su boca.

—La abuela me dijo otra cosa.

—Esa mujer... —murmuró Katsuki, viendo venir un dolor de cabeza—. ¿Qué te dijo ahora?

Kouta dibujó una media sonrisa, y de nuevo, era como verse a sí mismo.

—Ella me dijo que todavía eres un "mocoso gritón", viejo.

Katsuki estaba por quitarle el acceso a sus videojuegos por el resto del día, y luego llamar a su madre, para dejarle en claro por qué no podía decirle cosas como esas a su hijo, cuando una voz suave viniendo de detrás del escritorio lo interrumpió.

Era Uraraka, la secretaria del especialista.

—¡Buenos días! —los saludó, sonriendo abiertamente al reconocerlos a ambos y haciendo que su cabello corto se moviera un poco hacia sus mejillas—. ¿Vienen a consulta?

—Sí —Katsuki asintió hacia ella tras levantarse del suelo, y después procedió a saludarla debidamente junto a Kouta.

—De acuerdo—dijo ella tras los saludos, observando a Kouta con atención y sin dejar de sonreír—. ¿Podrías decirme tu nombre otra vez?

Una visita al pediatra [KatsuDeku/One-shot]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora