Dos.

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Valentina

- Nos vemos mañana entonces, Valen.- Se despidió Tomás acomodándose el pelo con una sonrisa.

- Chau.- Le sonreí y me puse a guardar las cosas de lengua. A veces odiaba tener que cambiar de aula para cada materia, pero lo bueno era que teníamos un rato de descanso entre clase y clase.

Después de recoger y arreglar con Tomás para salir al día siguiente me dirigí al pasillo. La verdad es que era lindo y parecía buen pibe, así que no me lo pensé mucho cuando me pidió quedar algún día. Se veía algo tímido y me daba mucha ternura cuando se ponía nervioso y se peinaba con la mano.

Conecté los auriculares al celular y abrí la aplicación de Spotify para escuchar música mientras caminaba por los pasillos esquivando estudiantes. Decidí pasar por el pasillo del aula de música, por el que no pasaba mucha gente y se llegaba antes a la salida, así que guardé los libros en la taquilla y me encaminé por ese pasillo.

Me frené en seco cuando pateé algo sin querer, que impactó contra las taquillas de metal haciendo un ruido que se escuchó por encima de la música de mis cascos. Miré el suelo confundida, encontrándome una caja metálica. Me agaché para cogerla entre mis manos y la abrí para encontrarme cinco cintas de cassette.

Observé curiosa las cintas y guardé la caja en mi mochila, preguntándome que hacían unas cintas de cassette en un instituto. No era de meterme donde no me llamaban, pero me daba curiosidad saber lo que contenían, y además me propuse devolvérselas a su propietario.

En menos de una hora, estaba en mi casa después de comer, lista para hacer los deberes. Me encerré en la habitación y saqué los libros de la mochila, haciendo que la caja de las cintas cayese al suelo.

Tiré los libros de matemáticas a la cama y me senté en el escritorio, prendiendo el ordenador para buscar en YouTube la manera de pasar el audio de una cinta de cassette al ordenador. Tras unas horas, y gracias a la ayuda del viejo reproductor de cassette de mi viejo y de un par de youtubers que nunca en vida volvería a ver, tenía todas las cintas descargadas en el portátil.

Conecté mis cascos al ordenador y pulsé el botón de reproducción dispuesta a identificar al propietario o la propietaria de las cintas.

Nada más darle al play, empezó a sonar una canción cantada por un chico. Tenía la voz ligeramente rasgada y no me sonaba de nada. Me quedé a escucharla hasta el final. No era el tipo de música que escucharía normalmente, pero tenía algo que en seguida me atrapó.

Había veinte canciones por cinta y me quedé escuchando algunas más. Absolutamente todas trataban de una chica morocha, linda, agradable... El pobre pibe parecía estar hasta las manos. Me pareció tierno que le dedicase unas canciones así a su amada, así que intenté buscar cualquier indicio que me indicara a quien pertenecía la música.

Me tumbé frustrada en la cama tras un rato buscando, aún con una de las canciones sonando en los auriculares. Era innegable que eran preciosas, y me propuse internamente encontrar a su autor.

- ¿Quién mierda sos?- Susurré mordiéndome el labio y mirando al techo.


















diálogos nivel: inexistentes.

Cintas; Trueno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora