Era otra tranquila noche en Tonwsville, la brisa fresca, las familias unidas, risas y deliciosas y apetitosas cenas en cada hogar, y en otros, ya había llegado la hora de dormir.
Específicamente en una gran y cálida casa; los hijos de la pareja verde; dormían plácidamente en sus habitaciones, mientras que una hermosa pelinegra de ojos verdes cual esmeralda brillante, por nombre: Bellota, lavaba los platos, mientras que su esposo; de cabellera negra, y de ojos verde obscuro como los profundos bosques de la cuidad, llamado: Butch, se encargaba de barrer la cocina.
Siempre se repartían las tareas del hogar, Bueno… Bellota amenazaba con que si él no la ayudaba, pedía el divorcio. Y con eso a Butch se le para el corazón por lo que siempre se asegura de que ella nunca haga los quehaceres sola.
Butch estaba por terminar su labor y cuando estuvo cerca de su esposa, la miró de reojo y contempló lo bella que se miraba, no importa lo que hiciera, ella siempre sería hermosa, sonrió ladino y se aseguró de terminar de limpiar.
Por otro lado Bellota había terminado y ahora dejaba secar los platos y cubiertos.
— ¿Sabes? Tu comida me recuerda a la de mi madre. — Le dijo a pelinegro a su esposa mientras la abrazaba de la cintura delicadamente.
— Pero yo no soy tu madre. — Dijo ella girando sobre sí misma para quedar cara a cara con su marido.
Inmediatamente la mirada del pelinegro se dirigieron a los rosaditos y carnosos labios de la ojiverde.
— Tú eres mi mami. — Dijo con voz seductora el chico a la vez que sonreía coquetamente (Cabe citar que la ojiverde detestaba cuando le sonría así, ya que se miraba malditamente sexy y ella era demasiado orgullosa como para admitirlo), él la tomó de la cintura, acortando el poco espacio que había entre ellos hasta unir sus bocas en un fugaz beso.
Esos pequeños detalles; le encantaban a Bellota, y detesta admitirlo y nunca en la vida lo diría en voz alta, pero el lado pervertido y atrevido de Butch; es una de las cosas que la pelinegra más ama de él.
