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Dejó caer el pequeño ramo de tulipanes que había preparado para ella. Se encontraba devastado, pequeñas y casi invisibles lágrimas comenzaban a salir por sus bellos ojos azules, que reflejaban tristeza. Ella ya no estaba ahí. Ella se había ido.

Se maldijo con todas sus fuerzas por ser tan… estúpido. Por no haberle dicho toda la verdad antes de que ella… muriera.

Instantáneamente ecuerdos comenzaron a llegar…

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Despertó.

Miró a su alrededor, confundido. Lo único que recordada era una cegadora luz blanca incrementarse ante sus ojos, después… oscuridad.

Le dolía la parte inferior de su cuerpo, miró hacia abajo, se encontraba en una camilla, sus piernas estaban enyesadas.

Y fue ahí que se cayó en la cuenta de que había tenido un accidente.

Estaba en el hospital.

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Bien. Nunca en los diecisiete años de su vida pudo haber imaginado que estaría en un centro de rehabilitación.

Pero… La vida aveces nos sorprende.

Ahora estaba en silla de ruedas, rondado por el lugar, buscando como conocerlo mejor. Cuando algo lo detuvo.

Una chica.

Una chica frente a él sonreía tiernamente, poseía unos hermosos ojos celestes cielo que le transmitían serenidad y confianza.

Él la observó detalladamente, era bellísima, al menos por lo que podía llegar a ver, ya que la chica traía consigo una especie de cubrebocas semi transparente conectado a un tanque de aire.

— Soy Burbuja. — Saludó ella sonriendo, extendiendo su mano hacia el chico, lo que lo hizo sonrojar un poco por alguna razón.

— Amm… — Extendió su mano también, un poco temblorosa — Soy Boomer. — Se presentó tímidamente, ella soltó una pequeña carcajada por lo lindo que era el chico.

Y con esa risa, con esa mirada, Boomer cayó ante la menor.

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— Oye, ¿Sabes tocar? — Preguntó la chica, pasando sus finos dedos por las teclas llenas de polvo de aquel viejo piano.

— Si. — Respondió el chico, acomodándose para tocar.

El rubio empezó a tocar una dulce melodía, y al pasar de la canción, sus mejillas se enrojecían por la atenta mirada de la chica clavada sobre él.

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— ¿Qué son esas? — Preguntó la chica de orbes celestes, mirando con extrema curiosidad a la frutilla rojiza que tenía el chico entre sus dedos.

— Se llaman fresas. — Respondió algo sonrojado. Últimamente la menor provocaba varias reacciones penosas y nerviosas por parte de él.

— Nunca antes había visto una.

— Soy muy ricas.

— ¿Se comen? — Preguntó la menor acercándose cada vez más a la pequeña fruta.

— Si. Toma. — Dijo con voz dulce, tomando una de las fresas, quitó con suma delicadeza el cubrebocas de la menor y colocó la fruta en los labios de esta, llevando consigo un poco de su saliva. Rápidamente le volvió a colocar el aparato.

— ¡Que ricas! — Exclamó felíz, haciendo sonreír al contrario.

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— Eres muy bueno pintando. — Alagó la rubia mirando la hermosa pintura que había realizado su amigo. Su único y mejor amigo.

— Tú eres mi musa. — Sonrió el adverso, haciendo sonrojar a la menor por sus palabras.

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— ¿Cuáles son tus flores favoritas? — Preguntó el mayor, mirando sonriente a la chica, sólo ella lograba hacerlo sonreír como idiota con acciones tan simples, como lo era el respirar.

— Hmm, no lo sé. — La rubia se encogió de hombros — Creo que los tulipanes me parecen muy bonitos. — Volteó hacia él — ¿Por qué la pregunta? — Sonrió mientras fruncía ligeramente su ceño de forma tierna.

— Por nada. — El chico sonrió, felíz.

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— ¿Enserio? ¿Ya te curarás? — Interrogó ella, muy emocionada por el chico, chico que había comenzado a generar fuertes emociones en su corazón.

— Si, el doctor dijo que en unos meses podré caminar otra vez.

La menor sonrió ampliamente y se lanzó a los brazos de él, claro, con cuidado para que las piernas de este no se lastimaran.

— Y cuándo te recuperes… — Susurró la chica, con la mirada gacha — ¿Me dejarás? ¿Te olvidarás de mi? — Cuestionó con un repentino tono triste en su dulce voz.

— ¿Qué? No, nunca te dejaría y menos te olvidaría. — Dijo sonriendo tiernamente, transmitiéndole una fuerte tranquilidad a la chica — Estaremos juntos siempre, ya verás. — Y ella se aferró más a él.

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Estaremos juntos siempre…

Estaremos juntos siempre…

Estaremos juntos siempre…

Esa frase rondaba en su cabeza, haciendo intensos ecos a cada momento. Que equivocado estaba.

Tantas palabras que había guardado para ella, se quedarían ahí, en su mente, pero sobre todo; en su corazón, en su destrozado corazón. Cada pedazo reflejaría cada hermoso recuerdo que tenía junto a ella.

Antes de conocerla se sentía solo y vacío, pero cuando ella llegó… todo cambió; El mundo a su alrededor se convertía en algo hermoso cuando estaba a su lado.

Nunca olvidaría esas frecuentes sonrisas que la chica le regalaba a diario, los momentos en que ambos reían tanto que sus estómagos dolían, cuando tocaban música juntos, las miradas tan risueñas y mágicas de la chica, el aroma dulce y reconfortante que transmitía todo el tiempo, cuando sin querer sus manos hacían contacto, cuando sus lindas mejillas se tornaban rojizas, aquellos frescos desayunos, aquellos divertidos almuerzos y aquellas cálidas cenas juntos, esos abrazos tan sinceros, todo. Nunca lo olvidaría.

Sin dudas, conocer a aquella hermosa chica, que a pesar de su mala condición médica siempre estaba alegre… fue la mejor cosa que alguna vez en su vida pudo pasar.

ØN€ §HØT$ 。。PPGxRRB。。Donde viven las historias. Descúbrelo ahora