-Treinta/Final-

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Noah

Me sentía preocupado. Luche y luche contra Samuel para que me dejase ir pero estaba tan débil que me era imposible.

Nos trajo a la casa de Laila.

El padre de ella estaba demasiado mal, depronto vi como el chico que lo traia cargado lo puso sobre el sillón. Y Samuel comenzó a tocarle la frente mientras recitaba alguna clase de poema o que se yo.

—Estara bien.—Explico el en cuanto quitó su mano.

Por otro lado Max estaba llorando a lado del cuerpo de Julieta quien ya estaba despertando.

—¿Como te sientes?—Le cuestionó este al observarla.

—Me duele todo el cuerpo...—Contesto ella.

—Perdón por no defenderte, !no debiste haber ido ahí tonta!.—La abraza bruscamente. —Pero me alegra que estés bien, pensé que te había pasado algo, nunca creí cuando dijieron que tus padres te habían mandado a otra escuela.

—Aqui estoy. Estoy bien.

—Si pero que tal si no, pudiste haber muerto....—Ella lo calla dándole un pequeño beso en los labios y este se sorprende por el acto.

—Ya no te preocupes más, todo esta bien.

Los observó tristemente.

—Claro que no esta bien.—Digo un poco molesto.—Laila aún no regresa.

—¿Laila? ¿Ella no vino con ustedes?—Habla Julieta.

Niego con la cabeza.

—Ire a buscarla.—Dije seguro.

—Es peligroso.—Inquirio Samuel.

—No me importa.

—Ire contigo entonces.—Replico este.

—Yo los cuidare.—Dijo el chico que no había reconocido hasta entonces. Fue quien acompañó a Laila a la pelea aquel día.

—¿Tu como conoces bien a Laila no es asi?—Dijo Samuel.

—Son amigos. —Respondi marchándome hacia la salida.

—Hey, espera.

Salimos de ahí, Samuel iba a un lado mío.

Caminaba rápido mientras intentaba recordar el camino hacia aquel horrible lugar.

—Es por aquí...—Dijo Samuel.

Ibamos muy concentrados cuando una mujer quien traía bolsas con flores se nos acercó.

—¿No me compran flores?

—Ahorita no, gracias.—Le dije pero no se quitó de mi camino.

—Tranquilo.—Me detuvo del brazo.—Estas muy alterado, además vas en el camino equivocado si deseas llegar a tu destino.— me pareció desesperante su insistencia pues tenía prisa,  hasta que vi su rostro y la reconoci. Es la misma vieja de aquella vez de las girasoles.

—¿Como dices? —Sugirio Samuel. Ambos se observaron como si se conocieran y ella solto una risa.

—Allá en el camino escondido, donde se encuentra lo bueno y lo malo, rodeado de belleza y un gran paraíso, es ahí donde deberías ir para encontrarte a ti mismo.—Comento pero no logre entenderle.—Bueno, tengo que irme. Ha sido un gusto.

Me quedé totalmente confundido y entonces Samuel habló.

—Ya se a donde ir.

—¿Eh?

Juro encontrarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora