Apuestas Peligrosas 2 (Leo x Piscis)

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Apuestas Peligrosas - Parte 2 

Leo Hombre y Piscis Hombre

La venganza de Leo

Leo se había vengado de Piscis dejándolo con ganas. Por un segundo casi se deja tentar por el chico bonito, pero estaba seguro, su instinto se lo decía, iba a cometer una estupidez que le traerá fatales consecuencias. No le importó llegar a su casa medio excitado y medio resignado, le hubiera encantado conocer al chico de otra manera, al menos de una manera menos alborotada.

Cuando Piscis se dejó llevar por sus instintos más violentos, profundos y carnales al decir aquellas palabras jamás creyó que el resultado sería ese. Y es que el maldito de Leo quien se presentó luego de volver a comerle la boca con una ferocidad que le dolió directamente en su entrepierna, lo había dejado ahí. Solo, con una erección enorme, dolorosa y palpitante por atención. Pero no, el maldito se había vengado, y es que lo había besado de una manera que lo derritió desde adentro hacia afuera, sacó el lado más animal de Piscis y lo abandono en medio de su deshago.

Quiso odiarlo, pero se regocijo al saber que no solo él tenía un problema entre sus pantalones.

Se fue a casa solo, su amiga se había ido con alguien por ahí y solo le había dejado un mensaje en su teléfono. Así que no se inmuto cuando llegó a su apartamento y se masturbo con fuerza pensando en los deliciosos labios del ojimiel. Se durmió medio caliente medio molesto, pero trato de pensar en el mañana, sería un día importante, comenzaría como pasante en un bufete de abogados y esperaba que sea un buen día, mejor que ese al menos.

Pero al parecer estaba teniendo una mala racha, porque quién estaba frente a sus ojos no debería ser quién él creía que era. Porque ¿es imposible, verdad. Imposible. Para Piscis muchas cosas eran imposibles, como los unicornios o los vampiros, o que pudiera soportar una resaca como la que tenía esa mañana, o que en realidad no llegó tarde a su primer día de trabajo en el bufete.

Una parte de él quería extender su brazo y asegurarse de que era real, pero claramente era real, Leo estaba frente a él presentándose como su nuevo jefe.

Leo observó a Piscis como si fuera un bicho raro, una especie extinguida, algo muy único y extraño, pues para ser sincero nunca se imaginó que lo volvería a ver otra vez ese día y en ese momento.

Cuando la reunión de presentaciones terminó, Leo se dirigió a su oficina sin dirigir su atención hacia Piscis, lo que menos quería en ese momento era tener un lío de romance en su trabajo, pero su secretaria le recordó la verdad de la reunión que había finalizado dos minutos antes.

—Ya le asigné tareas al chico, es bueno y aprende rápido, no creo que tenga problemas con él, señor —aseguró la mujer.

Leo miró más allá al escritorio de su ahora, antigua secretaria, ¿por qué justo él de todas las personas del mundo? ¿Y por qué tenía que ser un chico? ¿Acaso había sido asignado especialmente por su padre y su deseo de verlo formar una familia?

—Parece buen chico, no se preocupe señor, se adaptará fácilmente —agregó ella mientras sonreía de una manera que él no pudo identificar.

¿El destino era tan perro para hacerle esto? ¿O era su padre quién había tramado todo? Aunque su padre, por muy obstinado que sea no tiene ni idea de qué tipo de hombre le atrae, no podía haber planeado el encuentro que tuvo con Piscis ayer ¿o sí? No, claro que no. Sin embargo, la idea de que no podía ser más que una puta casualidad le resultaba algo irónico, no habían pasado ni doce horas desde que lo vio por última vez medio molesto medio excitado por la situación en la que el mismo Piscis lo metió.

Cuando la mujer se retiró de su piso Leo se quedó observando a Piscis desde lejos, debía entrar a su propia oficina en algún momento para poder trabajar y para eso debía pasar frente al escritorio de su nuevo secretario, lo que sería estúpido si decidía ignorarlo por completo, ya que, era su nuevo secretario y en algún momento tenían que hablar, porque vamos, no podía ignorarlo toda la vida o decidir despedirlo sin una razón más importante de que estaba muy caliente y deseoso de terminar lo que había empezado anoche.

Suspiró.

Decidió que no le importaba si fue uno más de los planes locos de su padre o si fue obra del destino, se acercó al chico y decidió comenzar de nuevo, olvidar la noche anterior y ser el profesional que siempre fue.

—Hola —saludó al llegar al frente del escritorio de su nuevo secretario.

Piscis levantó la vista y mentiría si dijera que no le temblaban las piernas, nunca creyó que estaría en esta situación. Quería reírse de él mismo por ser tan imbécil de caer en las garras de su mejor amiga y aceptar hacer esa apuesta tan estúpida, también quería llorar por haberle gustado tanto besar a Leo en aquel rincón de ese maldito club y ahora volver a desear hacerlo cuando había descubierto que era su nuevo jefe en su nuevo trabajo.

—Hola —saludó y su voz no parecía su voz y su cuerpo reaccionaba más rápido que sus neuronas a aquel hombre parado frente a él.

Se quedaron en silencio, ninguno sabía qué decir, pero ninguno podía apartar la mirada del otro.

—Supongo que eres mi nuevo secretario —habló Leo, estaba completamente sumido en la mirada del chico bonito.

—Si.

Piscis apartó la mirada, avergonzado y excitado, no sabía qué hacer, si tocar el tema incómodo o ignorarlo por completo, pero Leo se adelantó a decidir por él y en solo un parpadeo su boca estaba siendo devorada por el otro.

—Las apuestas son terriblemente peligrosas Piscis —murmuro Leo antes de volver a atacar la boca del chico bonito.


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