01.

52.6K 2.1K 229
                                    


*04-05-1998*

El sonido del timbre resonó por la pequeña habitación, dando por terminada la jornada escolar de ese día. Todos los niños se levantaron de sus asientos, emocionados por poder salir de clase y empujándose unos a otros en el proceso para intentar ser los primeros en llegar a la puerta de entrada. Todos menos uno. Al final de la clase, una niña de pelo castaño y ojos miel recogía sus pertenencias, ajena a lo que pasaba a su alrededor.

-Eveline. - la voz de su profesora hizo que esta levantara su cabeza y la mirara con ojos expectantes. - Apresúrate, tu madre debe de estar esperándote. - La pequeña asintió repetidas veces y se encaminó hacia la puerta, echándose su mochila al hombro.

-Hasta mañana, señorita Thompson. - La niña se despidió cogiendo su chaqueta del perchero ya vacío.

-Adiós, cielo. Abrígate bien y cuidado no te caigas. El suelo está muy resbaladizo hoy. -Dijo con una pequeña sonrisa en su boca, sus ojos fijos en los papeles frente a ella. La niña asintió a pesar de que no la podía ver y sonrió saliendo de la clase.

Caminó por los pasillos ya vacíos hasta llegar a la puerta del colegio. Todos los niños estaban ya afuera. Algunos se despedían de sus compañeros y otros jugaban en los charcos provocados por la lluvia. Los más grandes corrían hacia los coches mal aparcados en la calle, resguardándose del agua. Los más pequeños, en cambio, esperaban en las escaleras pintadas de azul claro a que sus padres los recogieran.

La pequeña sacó su paraguas de arcoíris y buscó entre la multitud a su hermana. Como todos los días, ambas irían juntas a casa, pero no había rastro de esta. Cansada de esperar, comenzó a caminar por el aparcamiento con la esperanza de encontrar una cara familiar que le dijera donde se encontraba su hermana o, al menos, que la llevara a casa antes de que la lluvia empeorara.

Tal y como había dicho su profesora, el suelo estaba especialmente resbaladizo ese día. Algo que le venía particularmente mal debido a su torpeza. La niña siguió con cuidado, evitando las líneas blancas pintadas en el suelo del aparcamiento. Sin embargo, en un descuido, sus pies hicieron contacto con un pequeño charco que se había creado gracias a la intensa lluvia, haciendo que la niña resbalase y cayera al frío suelo.

Pasó unos segundos sentada, sin saber muy bien qué hacer. No le había dolido la caída, solo se había raspado un poco las rodillas, pero igual no pudo parar las lágrimas que comenzaron a caer de sus ojos. El sonido de su llanto atrajo algunas miradas curiosas de los niños que jugaban a metros de ella, pero ninguno pareció prestarle demasiada atención como para acercarse a ver como estaba.

- ¿Estas bien? ¿Te has hecho daño? - Una voz que no logró reconocer hizo que dejara de llorar y mirara hacia arriba. Una niña de más o menos su misma edad la miraba preocupada. Tenía el pelo castaño y los ojos negros y llevaba un gran paraguas verde que las cubría a ambas fácilmente. - Ven, te ayudaré. - volvió a hablar, sin esperar su respuesta, y extendió su pequeña mano. La niña de ojos miel dudó unos instantes. Aunque debido a su color de piel y sus rasgos faciales debía de ser de la reserva, no la conocía de nada. Sin embargo, imitó el gesto de la niña frente a ella y aceptó su mano.

-Me llamo Kim. - se presentó mientras arreglaba su paraguas para que pudiera taparles de la lluvia que caía cada vez más fuerte. - ¿Y tú cómo te llamas? -

Limpiando las últimas lágrimas de sus ojos y recogiendo su mochila y paraguas del suelo, respondió. - Me llamo Eveline. Gracias por ayudarme. - Kim sonrió, le faltaba un diente y eso hacía que pareciera muy graciosa ante los ojos de la niña de ojos miel. Las dos comenzaron a caminar por el aparcamiento, ignorando la lluvia que caía con fuerza a su alrededor.

𝐔𝐧𝐝𝐞𝐫𝐰𝐚𝐭𝐞𝐫 || 𝙿𝚊𝚞𝚕 𝙻𝚊𝚑𝚘𝚝𝚎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora