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- Alguna noticia? - preguntó Paul tan pronto como entró en la casa. Emily estaba de espaldas, leyendo algo apoyada en la isla de la cocina, y Seth estaba sentado en la mesa con un libro de texto frente a él y un bolígrafo en una mano. Ambos levantaron la mirada de lo que estaban haciendo y, como si fueran máquinas programadas, negaron al unísono.

- Nadie ha vuelto todavía.- dijo Emily, dejando el periódico en la mesa. Miró detrás de Paul y frunció el ceño, más por curiosidad que por molestia. - ¿Quién es? - señaló con la cabeza, y Paul se acercó a la mesa sin mirar atrás.

- Danielle.- replicó, sin mucho interés, en la conversación. Su mente aún estaba en otra parte. - La hermana de Eveline.- añadió cuando no recibió respuesta por parte de Emily.

Emily asintió y le sonrió a la chica frente a ella. - Hola, me alegra conocerte. Soy Emily, la prometida de Sam.- saludó suavemente. Danielle asintió con timidez, demasiado nerviosa para hablar, y se acercó a la mesa donde Paul estaba, aunque no se sentó hasta que Emily le hizo un gesto indicándole que podía coger lo que quisiera de la mesa.

Seth levantó la cabeza de su libro y esbozó una sonrisa. - Hola.- saludó, dejando el bolígrafo en la mesa. - Soy Seth, el hermano de Leah. No sé si te acuerdas de mí.- se presentó, y Danielle asintió con la cabeza.

- Lo hago.- intervino, aunque sonó brusca, lo que llevó a Danielle a forjar una pequeña sonrisa. - Solía cuidarte cuando eras pequeño.- añadió, y Seth amplió su sonrisa como si estuviera orgulloso de que ella lo recordara.

- Así es. Siempre te metías en líos por mi culpa. Lo siento por eso.- dijo Seth, y Danielle negó con la cabeza, a punto de responder, cuando un ruido a su lado la interrumpió. Danielle dirigió la vista hacia la puerta, donde Paul desapareció tras un portazo. Un silencio llenó la habitación por unos momentos.

- No te preocupes.- tranquilizó Emily, acercándose a Danielle y sentándose en la silla que Paul ocupaba hace unos momentos. - Él está nervioso.- agregó la chica. Danielle hizo una mueca y asintió con la cabeza.

- Bueno... ¿Queréis ayudarme a hacer la tarea?.- preguntó Seth después del incómodo silencio, provocando que ambas chicas dirigieran su mirada hacia él. Danielle encogió los hombros, indicando que no le importaba, y se acercó a la mesa para ver el papel frente a ella.

.............

Cuando Kim despertó, lo primero que vio fue que ya no estaba en el armario, o al menos, no en el mismo armario de antes. Ahora estaba en uno mucho más grande, aunque aún lo suficientemente pequeño como para que no pudiera levantarse sin golpearse con el techo. Al intentar enderezarse, sintió cómo su cabello rozaba el techo y eso le recordó lo limitado del espacio. La luz que se filtraba en la habitación era tenue, lo que daba a todo un tono sombrío y opresivo. Las paredes estaban pintadas en un color oscuro que daba la impresión de que las dimensiones eran aún más estrechas de lo que en realidad eran. Kim se encontraba en una pequeña área del suelo, lo suficientemente grande para que pudiera sentarse, pero no mucho más.

Eveline no estaba a la vista. La preocupación y la ansiedad comenzaron a hacer mella en ella, y el sudor empezó a aparecer en su frente mientras sus pensamientos se aceleraban.

- Eveline.- llamó susurrando, pero al no recibir respuesta, elevó un poco más la voz. - Eveline.-

- ¿Kim?- escuchó desde el otro lado de la pared. El sonido fue tan tenue que Kim se preguntó si lo habría imaginado.

- ¿Eveline? ¿Eres tú? Dios mío, pensé que te había pasado algo malo.- dijo Kim, acercándose a la pared para escuchar mejor a su amiga.

- Kim, estoy bien. Adriel te sacó y te llevó a otro lugar. Dijo que así no intentaríamos escapar. ¿Cómo estás? ¿Sigue la fiebre?.- preguntó Eveline, preocupada. Kim estaba tan angustiada por su mejor amiga que se había olvidado de sí misma y del bebé. Se tocó la frente y se sorprendió al sentir lo caliente que estaba.

- Estoy bien.- mintió. - Ya me bajó la fiebre y me siento mucho mejor.- afirmó mientras se quitaba la chaqueta a pesar del intenso frío que sentía.

- Menos mal.- se oyó decir a Eveline. Su estómago se revolvió por haber mentido. Kim se había imaginado cientos de veces como reaccionaría Eveline al enterarse de que estaba embarazada. Había fantaseado con momentos llenos de emoción, lágrimas de alegría y abrazos llenos de cariño. Pero ahora, en aquel lugar sombrío, la chica se encontraba en un terreno incierto. Ya no estaba segura de si alguna vez tendría la oportunidad de confesarle la verdad a su amiga. 

Se apoyó en la pared tras ella y puso una mano en su estómago. No le importaba lo que le pasara a ella, ahora lo único que quería en ese momento era asegurarse de que su amiga y el bebé estuvieran a salvo.

En el otro lado de la pared, Eveline intentó abrir la puerta con una horquilla, aunque solo logró que esta se doblara por la mitad. Frustrada, se dejó caer cuando sus intentos no dieron resultado y lanzó la horquilla al suelo con fuerza.

- Esto es una mierda.- murmuró para sí misma. - Tengo que salir de aquí como...- Su pensamiento se interrumpió cuando la puerta del armario en el que estaba encerrada se abrió de par en par. Frente a ella, Adriel la recibió con una sonrisa lobuna y Eveline se contuvo para no decir algún insulto.

- Bueno, ¿quieres salir, verdad? Pues vamos.- dijo él y extendió su mano para cogerla del brazo y jalarla fuera de la habitación.

- Suéltame. - pidió Eveline, forcejeando para liberarse, pero solo consiguió que le dejara marcas en las muñecas.

- Eveline, te juro que si no te quedas quieta, te haré daño. Puedo transformarme en un maldito lobo. Créeme cuando te digo que no sé controlarme.- advirtió. Un escalofrío recorrió a Eveline, pero no se dejó intimidar fácilmente y giró la cabeza para mirarlo a los ojos.

- ¿Cómo pudiste ocultar esto de la manada? ¿O de repente decidiste hacerlo de la noche a la mañana?.- preguntó Eveline, sin apartar la mirada. Aún no podía creer que nadie hubiera sospechado nada, ni siquiera los chicos. Y mucho menos, teniendo en cuenta que podían leerse las mentes unos a otros. 

- Tengo mis métodos, Eveline. No lo olvides.- dijo Adriel, sin más, y abrió una puerta frente a ella, tirándola con fuerza al suelo.

Eveline soltó un gemido de dolor y alzó la cabeza para mirarlo desde abajo. - ¿Por qué haces esto, Adriel? - volvió a preguntar, esta vez sin recibir respuesta de él.

- Ya te lo ha dicho, cariño. Me debía un favor.- intervino una voz y Eveline tuvo que usar toda su fuerza para girarse y enfrentar a la dueña de esa voz.

- ¿Por qué haces esto? - repitió, pero esta vez no a Adriel. - No sé qué quieres, pero te aseguro que no valgo nada.- sollozó. Se dio cuenta de que había empezado a llorar cuando las lágrimas nublaron su vista.

La mujer frente a ella rio sin humor. - Por supuesto que no vales nada, cielo. Lo hago simplemente por venganza hacia alguien de tu familia. Así aprenderán que conmigo no se juega.- dijo, y Eveline frunció el ceño, mordiéndose la mejilla para no preguntar a qué se refería. ¿Alguien de su familia estaba involucrado en el mundo sobrenatural? Era imposible. Su hermana no lo sabía y su madre menos.

- ¿No vas a preguntarme quién es? - la mujer continuó hablando mientras caminaba alrededor de Eveline. - Qué extraño.- comentó mientras seguía caminando.

Después de un rato de silencio, la mujer se detuvo detrás de Eveline y murmuró algo en voz baja a Adriel. Después de unos segundos, unos brazos la abrazaron por detrás y la levantaron como si fuera una pluma.

- Por favor, Adriel, no importa lo que creas que te hice, te pido perdón. Por favor, no lo hagas.- suplicó Eveline, forcejeando sin éxito. Adriel no la miró mientras le ataba las muñecas y los tobillos, ni siquiera cuando la obligó a sentarse en una silla a su lado. Eveline lloraba por su vida, pero el chico parecía indiferente, o al menos no mostraba lo contrario.

Antes de bajar las escaleras, Adriel se inclinó hacia su oído y le susurró: - Reza para que tu novio venga a buscarte a tiempo.- Luego la miró una última vez antes de sacar un encendedor de su bolsillo y tirarlo a su lado. El suelo comenzó a arder, y Eveline cerró los ojos debido al denso humo que llenaba la habitación.

𝐔𝐧𝐝𝐞𝐫𝐰𝐚𝐭𝐞𝐫 || 𝙿𝚊𝚞𝚕 𝙻𝚊𝚑𝚘𝚝𝚎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora